Academia Plateada (cocinas)
Arthel se encontraba limpiando decenas de cuencos en una de las bateas de la cocina de la academia. El entarimado de losas cuadriculadas con colores blancos y rojizos junto a los muebles de madera antiguos y las cortinas blancas que recubrían las tres ventanas de la habitación le daban un toque bastante hogareño y cálido a la estancia. Las cocinillas y los fogones ennegrecidos estaban diligentemente apagados, y a un costado, un gran horno de piedra con su cañón por el que evacuaba los humos y vapores de la cocina hacia las altas chimeneas del resto de la mansión.
No era la primera vez que el Mudkip ayudaba en la cocina, pues más de una vez le habían castigado como resultado de alguno de sus descuidos, como aquella vez en que llegó totalmente empapado a una clase después de pasar más tiempo del prudente nadando en la laguna, mojando todo a su paso (incluyendo alfombras y escaleras), por lo que no era extraño que lo castigasen con labores domésticas de limpieza. Un poco apenado al comienzo, pronto el joven tipo agua se acostumbró a ello.
A un lado del Mudkip, una furibunda Pawniard refunfuñaba y secaba los cuencos de madera que su compañero le entregaba con un paño de lana, teniendo cuidado de no cortarlo accidentalmente. Un Combee los supervisaba fugazmente en sus labores.
—¡Muy buen trabajo, sigan así! —expresó el tipo bicho—. Iré a informarle a la señora Mist de su buen desempeño de hoy. Seguramente estará satisfecha y les prepare una ración extra de postre por su ayuda. Una vez que terminen con esa tanda podrán retirarse por hoy. Ahora, si me permiten, debo apoyar a mi hermano en las labores de limpieza de las chimeneas. ¡Nuevamente, les damos las gracias por su apoyo!
Sin más dilación, el Combee se marchó zumbando por la ventana, dejando a la enfurruñada Pawniard y al Mudkip a solas.
—Eh... Rev, ¿ese era Mod o era Ment? —preguntó Arthel bastante confundido.
—¡No me interesa cual de esos idiotas era!
—Oh, ¿tuviste un mal día? —preguntó el Mudkip sin darse cuenta que hablar con la chica en ese estado era tan arriesgado como agitar un árbol repleto de salvajes—. ¿Por qué te castigaron a ti?
La tipo acero gruñó y frotó con fuerza el paño sobre el cuenco de madera hasta secarlo por completo. Arthel le miró esperando una respuesta, pero como no llegaba, decidió simplemente seguir lavando trastes. Sin embargo, poco después la voz de Rev se dejó oír.
—Fue ese maldito idiota de Crustadón —repuso Rev con amargura—. El gigantón ese, un maldito uheldiv....
—¿Un Uhelkhá?
— Un desgraciado, un paria, un cobarde infeliz... Así es como se le conoce a los nacidos sin suerte en Greyland. ¡Es un insulto, por si no lo pillas!
—¿En serio? ¿Él? Pero si no parece ser un mal tipo —repuso el tipo agua rememorando al colosal nuevo maestro—. Es bastante simpático, a pesar de su aspecto. ¿En serio él hizo que te castigaran?
—¡Es un imbécil! No comprendo cómo fue que venció a la profesora Kuvira... ¡Seguro que hizo trampa!
—No creo que...
—¡Tuvo que hacerlo! —la chica interrumpió al Mudkip arrebatándole el cuenco que tenía este entre las patas y comenzarlo a secarlo con furia—. Alguien como él no puede ser más fuerte que una duelista honorable como lo es la profesora Kuvira.
—¿Por qué crees eso? Es decir, la profesora Kuvira es una de las mejores luchadoras que he visto, pero ella misma reconoció que el profesor Crustadón la superó. Y eso no tiene nada de malo.
—¡¿No tiene nada de malo?! ¡Ese monstruo deforme pisoteó por completo el honor de duelista de la profesora! ¡Cómo su discípula, no puedo dejar pasar algo como eso! Ya no solo por ella, si no por mi honor propio. ¿Qué clase de duelista aspiro a ser si no puedo defender el honor de mi maestra?
ESTÁS LEYENDO
Pokémon Ausvandel: La academia Plateada
PertualanganEn una región habitada solo por las fantásticas criaturas conocidas como Pokémon, un joven Mudkip sueña con convertirse en un valiente aventurero y explorador. Para lograr ese objetivo, se dirigirá a la prestigiosa Academia Plateada, donde podrá ap...