Capítulo 40: El laboratorio secreto

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Academia Plateada

Las estrellas de la noche brillaban en lo alto del cielo nocturno. Cientos de antorchas se mantenían encendidas en todas partes de la vieja mansión, y bajo su luz se movían con discreción dos pequeñas siluetas, avanzando con grandes precauciones de no ser descubiertos por nadie hasta conseguir salir al exterior del edificio.

La mayoría de los estudiantes se habían retirado a dormir a sus respectivas habitaciones después de toda la conmoción surgida durante la jornada anterior, por lo que no había demasiadas personas en pie. Sin embargo, Arthel y Sorzen mantenían su guardia en alto, moviéndose con cautela para no ser vistos. Con toda seguridad, un encuentro inesperado con alguno de los profesores pondría en entredicho sus intenciones de salir en la búsqueda del ausente Dewott.

Cuando se encontraban a pocos pasos de llegar a las escaleras para descender, una voz inesperada les detuvo. Los dos amigos sintieron un apretón en su estómago al girarse y ver a un joven Turtwig con la incertidumbre pintada en la cara.

—Eh... chicos. ¿Qué hacen? —preguntó Terrence sin dejar de mirar el bolso de exploración que portaba el Mudkip con evidente preocupación—. Arthel, eso que llevas ahí, acaso es... ¡No me digan que planean salir ahora!

—Pues, verás... sucede que... —tartamudeó el tipo agua sin saber que decir, mientras el Snivy suspiró y se acercó al Turtwig con una expresión inusualmente fría, soltándole sin rodeos sus intenciones.

—Terrence, vamos a ir a buscar a Hydreth. No volvió a la mansión después de salir persiguiendo a los salvajes y creemos que puede haberle pasado algo.

—Si. Los demás también mencionaron eso en la cena— reconoció el Turtwig—. Pero, amigos, ¿de verdad se arriesgarán a salir? ¿No escucharon al profesor Olwell en el comedor? Mencionó que no estaban seguros de lo que estaba pasando con los salvajes. Un ataque como lo de hoy fue algo nunca visto.

Arthel y Sorzen mantuvieron un silencio incómodo durante unos segundos, hasta que el Mudkip se acercó al Turtwig y apoyó una de sus patas delanteras en su caparazón mientras sonreía.

—No te preocupes amigo, sabemos bien lo que hacemos. Esos salvajes no nos supondrán problemas. ¡Recuerda que estás hablando con un futuro explorador legendario!

—Pero Arthel... —intentó responder Terrence, pues a pesar de todas las dificultades inherentes a una exploración nocturna que se le pasaron por la mente, la sonrisa y convicción del Mudkip consiguieron sosegarlas. Tras parpadear un poco y soltar un suspiro, el tipo planta finalmente respondió—. Veo que están completamente decididos a salir. Supongo que nada de lo que diga les hará cambiar de opinión.

—Estas en lo correcto —respondió Sorzen acomodándose la bufanda—. Arthel y yo no descansaremos hasta traer de regreso a Hydreth.

—Pues en ese caso, esperen un momento, enseguida regreso.

Caminando lo más rápido que podía, el Turtwig se marchó por el pasillo hacia su habitación, de donde regresó poco después con una pequeña bolsa de tela.

—Tengan, llévense esto. Son unas cuantas moras y bayas aranja. Las van a necesitar, sobretodo si Hydreth está herido o ustedes mismos resultan lastimados. No es mucho, pero es cuanto les puedo dar para ayudarles.

—¡Oh, Terrence, muchas gracias! —exclamó Arthel a viva voz para consternación de ambos tipos planta, que le acallaron bruscamente—. Uy, lo siento... Gracias Terrence. Esto nos será de gran ayuda.

—Ni lo menciones. Iría con ustedes, pero me temo que solo sería una carga. Lo de luchar no es precisamente mi punto fuerte, je —admitió el apacible Terrence bajando la mirada—. Ahora, vayan. No pierdan más el tiempo. ¡Hydreth puede estar en problemas y cada segundo cuenta!

Pokémon Ausvandel: La academia PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora