Academia Plateada
—¡Sujétense niños, estamos a punto de aterrizar! —comentó Valora con energía mientras daba un par de vueltas en torno a la vieja mansión y enfilaba el curso rumbo al tejado, donde para sorpresa de sus pasajeros, había una especie de azotea que jamás habían visto.
—¡Vaya, nunca me esperé que la academia tendría una pista de aterrizaje secreta aquí arriba! —admitió Arthel mientras bajaba de un brinco del lomo de su transportista, al igual que Rev. Sorzen, por su parte, fue suavemente depositado por Valora sobre las tablas de madera que componían el suelo de aquel sitio.
—¿No suelen venir acá arriba? —preguntó con curiosidad la pokémon volador. El Mudkip negó con la cabeza—. Vaya, eso es extraño. En mis tiempos de estudiante siempre venía con mis compañeros a tomar un poco de aire y pasar el rato. Claro es que para mí no era problema volar hasta aquí, pero los demás siempre usaban las escaleras.
Mientras la pokémon volador hablaba, Arthel no dejaba de maravillarse de la vista. La discreta azotea se trataba en realidad de una sencilla plataforma rectangular que se ubicaba sobre el corazón mismo de la mansión. A sus lados había sendas escalerillas, permitiendo el acceso a ambas vertientes del tejado que recubría las aulas y los dormitorios de la mansión. Además de los numerosos ductos de las chimeneas, lo único que había era una reja de madera oscura que fungía como única medida de seguridad en lo alto del tejado. Si por algún motivo la saltaba, nada impediría al joven tipo agua precipitarse por el techo como si de una rampa se tratase.
Rev, por otro lado, contempló con discreción los alrededores de la mansión, ubicando con la mirada el campo de batalla, la laguna donde solían entrenar y varios de los terrenos de cultivos, para inmediatamente girarse y mirar directamente a la única parte de la academia que seguía por encima de sus cabezas: la torre del director. A pesar de estar a pleno sol, de alguna manera aquella torre seguía imponiendo esa aura tenebrosa y sombría.
La pokémon emplumada estiró un poco los extremos de sus amplias alas y rápidamente indicó al grupo que sería mejor ir cuanto antes a informar de lo sucedido a los encargados de la academia. Los jóvenes asintieron en silencio y emprendieron la marcha por donde la voladora indicó. Arthel daba pequeños empujoncitos al Snivy que seguía estando ensimismado por su nerviosismo, sin que este soltara la prenda morada que portaba en sus manos. Al acercarse a la torre, Arthel notó una pequeña trampilla de loza que permitía el acceso, por la que todos ingresaron y sorpresivamente, se encontraron en una polvorienta y reducida habitación que conducía a unas discretas escaleras. Sin embargo, estas terminaban abruptamente tras unos pocos escalones en una lisa pared de madera. Valora no dudó ni un poco y con una de sus enormes garras, dio un par de toquecitos en una de las tablas, que inmediatamente rechinó y se hizo a un lado, dejando atónitos a los jóvenes pokémon y revelando el resto de los peldaños que descendían por el oscuro pasadizo.
—Uno de los tantos caminos secretos que esta vieja mansión oculta en su interior— sonrió Valora al ver la expresión del Mudkip—. No sé quien construyó esta mansión en un principio, pero sin duda que era alguien obsesionado con los puzles y los laberintos. En toda el edificio encontrarás pasadizos ocultos y caminos alternos.
—Conozco a alguien que seguro que se los sabe todos —aportó el Mudkip pensando en cierto Galvantula.
—¿En serio? Pues yo también, aunque no estoy segura de sí podrá seguir usándolos. Si incluso yo estoy algo apretada —indicó Valora mientras se inclinaba para no golpearse la cabeza con el techo—. Se nota que esto lo hicieron para pokémon jóvenes o de una talla media.
Tras avanzar unos pocos metros más entre las sombrías profundidades del pasadizo secreto, Valora finalmente se detuvo ante una pared de ladrillo y tocó con su pico la parte superior de la misma, activando el mecanismo. Un crujido seco y un moviente brusco dejaron a los jóvenes ligeramente desorientados cuando sintieron que el propio suelo se movía bajo sus pies. Como por arte de magia, el grupo se encontró en un pasillo que les resultaba familiar. Al mirar más detenidamente los alrededores, Arthel reconoció el letrero que indicaba el acceso a la biblioteca de la academia.
ESTÁS LEYENDO
Pokémon Ausvandel: La academia Plateada
PertualanganEn una región habitada solo por las fantásticas criaturas conocidas como Pokémon, un joven Mudkip sueña con convertirse en un valiente aventurero y explorador. Para lograr ese objetivo, se dirigirá a la prestigiosa Academia Plateada, donde podrá ap...