Capítulo 35: El ocaso de los salvajes

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Arboleda Plateada

Jadeando para recuperar aliento, la ardiente Flareon consiguió unos breves instantes de descanso después de haber acabado con los últimos oponentes que se habían avalanzado contra ella. Decenas de Nuzleaf abatidos por sus ataques (y por los de Sorzen) yacían por todas partes del sendero. Sin embargo, la pelea no había terminado. Múltiples enemigos permanecían aun mirándoles desde las ramas, esperando el mejor momento para atacar. No parecía que la derrota de varios de sus compañeros fuese suficiente motivo para convencerlos de retirarse del combate.

—Esto no está bien —admitió Ashes después de apartar a un lado a un par de Nuzleaf inconscientes —. No es normal que estas criaturas luchen de forma tan... desesperada. Normalmente realizan pequeñas escaramuzas y vuelven a la oscuridad de su bosque. Y hablando de eso, ni siquiera deberían de estar aquí en primer lugar.

—¿A qué se refiere? — preguntó Sorzen, también recuperando su aliento.

—Los Nuzleaf viven en las profundidades de los bosques más oscuros. La arboleda plateada no es un lugar muy sombrío que digamos... ¡Cuidado!

Sorzen no pudo ver sucedió después del grito de su profesora. Solo supo que la Flareon dio un brinco y se interpuso entre él y una fuerza invisible que los mandó a ambos a volar unos cuantos metros en el aire. Al mismo tiempo, una especie de silbido funesto invadió el ambiente, un sonido frío y sin alma, que atemorizó al joven tipo planta.

Frente a ambos había aparecido otra criatura, y no parecía muy amigable. Era bastante más grande que sus salvajes contendientes, cubierto por una densa capa de pelaje blancuzco. En cada extremidad llevaba enormes hojas en forma de abanico, que sumadas a su nariz afilada y los amarillentos ojillos que refulgían con malignidad en su rostro le daban un aspecto bastante intimidante.

—Arf... Eso dolió —rezongó Ashes tratando de incorporarse, sin mucho éxito— Sorzen, ¿estás bien?

—Sí, eso creo. Pero, ¿usted está bien?

—Si. Un poco del potaje especial de la señora Mist y estaré como nueva —afirmó la Flareon mientras se ponía de pie lentamente. A pesar de sus palabras, sus patas temblorosas, el pelaje desgreñado y sucio, junto a sus orejas caídas no demostraban tener buen aspecto—. Debí de imaginármelo. Con tanto Nuzleaf por aquí, era obvio que su líder estaría cerca.

—Esa criatura... es un Shiftry, ¿no?

—Ah, veo que estas bien informado. Sí, eso es un Shiftry. Y no se ve nada feliz.

Como si quisiera reforzar las palabras de la Flareon, el pokémon salvaje profirió un grito aterrador mientras una energía oscura lo envolvía. De un salto, el Shiftry se abalanzó con su vendetta contra la Flareon. A pesar de ser un salvaje sin racionalidad, el Shiftry demostró ser lo bastante inteligente como para saber que debía priorizar eliminar al oponente de tipo fuego antes que a cualquier otro.

Sin apenas poder moverse, Ashes intentó saltar para esquivar el golpe, pero sus cansadas extremidades no respondieron a tiempo. Intentando proteger a su profesora, Sorzen lanzó sus látigos cepa contra el salvaje, pero este reaccionó cubriendo sus hojas de un resplandor verde y cortando de un tajo el movimiento del Snivy, sorprendiéndolo.

Los silbidos inquietantes que proferían los Nuzleaf se intensificaron, momento en que Sorzen, desarmado, contempló indefenso al enorme salvaje que se le venía encima, listo para cercenar con su hoja aguda la cabeza del joven aprendiz de explorador. Con un grito bestial, el Shiftry se dispuso a finiquitar a su oponente, pero una inesperada llamarada le golpeó de lleno. Sorprendidos por el fuego, los Nuzleaf cesaron de inmediato sus silbidos inquietantes, y el Shiftry tomó una distancia prudente mientras gruñía y se aseguraba de no tener rastros de fuego en su cuerpo. Evidentemente no estaba nada feliz por ese golpe inesperado.

Pokémon Ausvandel: La academia PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora