"Cuando la noche se torne carmesí, la unión del líquido vital del poseedor de la técnica maldita perfecta del clan Kamo con el del heredero de los Seis Ojos del clan Gojo, traerá consigo al ser más poderoso jamás visto en el mundo, ningún hechicero...
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Omnisciente—
Shoko se notaba muy nerviosa, los presentes la miraban intentando ayudarle de una manera u otra pero era difícil tomando en cuenta la situación en la que se encontraban actualmente, probablemente era uno de los momentos más tensos en sus vidas.
—¡Shoko! Por favor ya dinos ¿qué es lo que está pasando?— Maki pedía desesperada, ella estaba temblando… la Zen'in jamás se había sentido de esa manera en una situación donde el peligro no estuviera acechando de forma evidente. Pero desde hace un par de meses el miedo y la culpa la perseguían.
—Gojo sintió que algo cambió en Tsuki— pronunció la doctora por fin, ella estaba inclinada sobre su amiga acariciendo su cabello con inmenso cariño, Shoko sabía lo que venía — Creí que abriría los ojos en este momento, por alguna razón. Aunque la realidad es que es totalmente imposible — la muerte cerebral de Tsuki era un asunto sin precedentes, Shoko creía que por azares del destino su cuerpo comenzaría a curarse para revertir esa muerte, pero era imposible por la total perdida de energía maldita que tenía. Incluso había perdido sus propias constantes vitales, literalmente era un cadáver conservado para dar a luz a su bebé con ayuda de la energía maldita de la doctora más brillante— las pantallas reflejan cambios con su cuerpo a pesar de que tiene conectado el respirador para que su niño pueda seguir en su interior.
—¿Eso significa qué…?— Yuuta sabía lo que venía y genuinamente entendía que el momento había llegado.
—Es momento de que su bebé nazca— Todos los presentes miraron hacia la camilla donde estaba conectada la profesora de Tokio, ahora mismo se encontraban en la casa del clan Gojo y desde hace meses la cabeza del clan se la vivía pegado a su esposa con la esperanza de que ella abriera los ojos. Una esperanza ciega y tan constante que no resultaba enfermiza, sino genuinamente preocupante, nadie sabía en qué estado mental estaba en realidad Satoru Gojo.
Los ojos azules de Satoru se posaron en el rostro pálido de Tsuki, el tubo que tenía en su boca no le permitía verla por completo como le hubiera gustado, pero él aún no perdía la esperanza. La barba rozaba las de mejillas Gojo, su mirada era apagada y se notaba claramente cansado a la vez de triste.
Tomoe estaba observando todo como viajero en el tiempo, había llegado al día de su nacimiento y era todo demasiado extraño. Recordar y ver lo que había pasado con él le recordaba quién era y por qué luchaba, sabía que todos eran víctimas de sus propias circunstancias y el se sentía muy capaz de proteger a sus seres queridos de todo el daño que el destino había pintado para ellos.
—Tenemos que hacerle una cesárea — pronunció la castaña mirando nerviosa a su amigo de la adolescencia, ya no parecía conocer a Gojo desde hace ya mucho tiempo y prefería ir con cuidado con cada cosa que le decía. Satoru suspiró pesadamente y giró su vista hacia su esposa.
