2) Tres y uno.

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La enfermera me puso una gasa alrededor de mi cabeza, porque según ella, me he partido y después de darme unos puntos me dejó sentada en la camilla. Él me mira con atención, como si le extrañará verme o conocerme.

—Listo —la enfermera me dio una sonrisa y en definitiva no saldré con esta vaina en la cabeza-, Puedes irte, si sientes dolor o cualquier cosa sabes dónde encontrarme.

—Este.. creo que me quedaré un rato —murmure. Ni loca saldré así.

—Esta bien.

Ella salió y me dejó con él y rápidamente se formó un silencio incómodo, o eso es como yo lo veo. Él se aclaró la garganta y dio un paso hacia adelante, poniéndome los pelos de punta, ¿Y ahora que se supones que le diré?

—¿No piensas darles las gracias a tu salvador? —se apoyó de la pared con los brazos cruzados y con sus ojos sonrientes, haciéndome resoplar.

—Claro, gracias por dejarme caer —mascullé y él se puso una mano en su pecho, ofendido.

—Perdón, pero gracias a Dios, y luego a mí, estas bien —me señaló con su dedo acusador.

—Si, lo que digas.

—Tengo que irme. Nos vemos —lo mire de reojo cuando salió de la habitación.

Respiré hondo y me acosté en la camilla con mi pulso al mil por hora y aún me preguntó, ¿Como pude mantener la compostura con él aquí adentro? A veces yo misma me superó.

En fin, me quedé a mirar las cuatro paredes hasta que se acabó el día escolar. Cogí mi libro, que es lo único que me acompaña hasta ahora, y salí de la enfermería, no hay mucha gente afuera, y es de esperarse porque salí un buen rato después que acabo el turno para nosotros, para eso mismo, para no toparme con nadie que conozca.

Comencé a caminar hacia la salida, como un suero de miel de abeja hasta llegar a mi aula. No encontré mis pertenencias, por lo que no le di mucha importancia porque siempre Mariam se mete en problemas, así que Deborah y yo siempre se las llevamos hacía su casa o para la nuestra, por eso no me hallé raro saber que posiblemente ya se hayan llevando mis cosas a la casa de alguna de las dos.

Salí y me dirigí hacía la salida muy quitada de bulla, hasta que sentí unos topaitos en mi hombro haciendo que suelte mi libro, que es lo único que tengo, del susto y esconda mis manos detrás de mi espalda mientras lo miró frente a mí.

Él no está sonriendo, pero al ver sus mejillas subir levemente de color y ver sus ojos, me doy cuenta de que se está contendiendo la risa.

—Pensé que ibas amanecer en la enfermería —ahí si me dio una sonrisa, una hermosa sonrisa, dejándome ver sus dientes forrados de unos brackets de color azul cielo, igual que sus ojos.

—Este.. yo.. ahm.. —lo mire nerviosa mientras me arreglo mis lentes.

—Esto es tuyo —arrugue mi entrecejo y mire sus manos donde descansa mis pertenencias, ¡Esas..!

—Bueno.. ahm.. ¿G-gracias..? —las tomé rápidamente, recogí mi pobre libro y salí a misil.

—¡Oye, espérame! —me alcanzó e hizo como si corrió un maratón, burlándose de mí pobre estatura de Minion, bastardo.

—Burlase de las personas es malo.. —lo acuse indignada y él sonrió anchamente, al mismo tiempo que cierra los ojos por el brillo del sol que le dio en la cara.

—No lo haré si me permites acompañarte hasta la parada de bus.. —aseguró.

¿Acaso no se da cuenta de que estar cerca de él significa que yo sea un desastre? Él alzó unas de sus perfectas cejas rubias, esperando por mi respuesta.

—¿Para que quieres acom.. acompañarme? —esquive su penetrante mirada a toda costa y lo escuché suspirar.

—Quiero asegurarme de que llegues entera por lo menos al auto bus —soltó una risita y yo lo mire indignada.

—¡O-oye! —lo señalé con el dedo acusador y él alzó sus hombros restándole importancia.

—No querías mirarme, así que.. —se justificó. Yo arrugue mis labios porque jugó bien sus cartas.

—B-bien.. —balbuceé y él me siguió el paso, en silencio.

Por lo menos va en silencio y no riéndose de mí. Ja, quién diría que, él chico rubio que no sale de la cancha del campus dibujando y leyendo ese libro grueso, que nunca he leído y que me causa curiosidad, se burlaría de mí.

A veces pienso o me preguntó ¿Que pasaría si le digo lo que siento o como se sentiría si se lo hago saber?

Ah, no entiendo como él puede hacer que sea una chica torpe y tímida a su lado, y no, no soy tímida y menos torpe, pero estar cerca de él causa eso en mí.

¡Rayos!, ¿Por que tiene que ser tan atrayente?

Le di una mirada de reojo y de perfil se ve más sexy, caramba, ¿Por que tiene que ser tan guapo y atrayente en todos los sentidos? Gemí con dolor de solo pensar eso y él me miró de reojo, sorprendido, así que me tape la boca al mismo tiempo que abro mis ojos y volteo mi cara llena de vergüenza.

El no dijo nada, pero se que tiene su mirada en mí, y como la suerte está de mi lado llegamos a la parada y el bus esta apunto de salir, así que corrí hasta este y me subí, pero él me agarró antes de que terminé de entrar.

—¿Pero que..?

Lo miré sorprendida por su comportamiento y él me ignoró, sacó un bolígrafo de su jean, abrió mi palma y escribió algo en ella, cosa que no me dio tiempo de leer porque el chófer pitó bocina y cerró la puerta.

Me fui a sentar y por la ventana lo vi todo sonriente haciéndome una seña de que lo llame, arrugue mi entrecejo y mire mi plama.

—¡Cachucha! —exclamé y todo el mundo me vio, muchos con sorpresa y otros con fastidio—. Perdón —me hice más chiquita en mi asiento mientras miró mi palma con asombro.

🌕🌕🌕

Llegué a mi casa porque no es tan retirado, puedo irme a pie desde mi casa a la uni, pero como soy haragana, siempre prefiero pagar un pasaje innecesario.

Suspiré, mire otra vez mi palma y sonreí inconscientemente; ese tonto. Presione el botón del portón y este sonó indicando de que me han visto y se abrió, arregle mi mochila y entre a mi dulce hogar.

—Señorita —el chófer de la familia me saludó y yo le di una sonrisa de vuelta.

—Buenas tardes, Rivas —entre a la enorme casa en la que vivo—. ¡Ya estoy en casa! —grite y fue como invocar a tres traviesos.

—¡Yarida! —exclamaron.

Ellos me arroparon y no pude mantenerme en pies, por lo que caí y ellos se subieron arriba de mí, causándome gracia.

—¡Jerez te pinto la habitación! —lo delató Perla, entre risas.

—¡No es cierto, Nita! —los ojos de Jerez se llenaron de lagrimas.

—¿Así que estabas de travieso? —entrecerré mis ojos en su dirección y él se volvió rojito.

—No es cierto, Yada -está vez fue Cleo quién habló—, Fue Perla -la señaló.

—¡No es cierto! —Perla la agarró de los cabellos y comenzaron a pelearse arriba de mí, así que tuve que intervenir.

—¡¿Que pasa aquí?! —las separé—, Son hermanas, compórtense como tales —las mire seriamente y ellas asintieron, apenadas—. Jum.

—Fueron entre los tres, las dos traviesas fueron las que convencieron al pobre de Jerez —aclaró Johan, mientras baja las escaleras con su mirada de "no te me acerques que corto cabezas ".

—Ok.. vale.. —tragué saliva—. ¿Padre y Madre? —lo mire a los ojos.

—Estan en una reunión —le restó importancia y entró a la cocina.

—Ok..

¿Otra reunión? Esto solo significa una cosa, otro Pérez.

DESDE LA LEJANÍA. (Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora