32) ¿Ok?

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—Bueno, yo lo hice comer algo, se que no le dara tiempo hacerlo en casa —respondió mi madre.

—Chicos, vamos —Rivas apareció en el marco de la cocina y los niños salieron disparados.

—¡En orden! —ante la exclamación de mi madre salieron más despacio hasta subir al auto, supongo.

—Nos vemos más tarde —besé sus frentes y salí.

Me subí y me dispuse hablar con mis niños hasta que me dejaron de primero. Me despedí de ellos con un beso, como de costumbre, menos a Johan, a él solo le dije adiós porque odia el contacto físico, pero hoy estoy feliz, así que no le llevare la contraria.

¿Y quieren saber porque estoy feliz? Pues porque desde ayer no pienso en Joseph, y es algo que llevo meditando y agradezco. Creo que hacerlo con él ayer aclaró muchas dudas, ¿Por qué? Dicen que cuando lo haces con alguien y amas a alguien más pensarás en ese alguien mientras lo haces y te sentirás fatal por hacer eso.

Pero..

Yo no pensé en Joseph, no me sentí mal y me gusto mucho más solo porque él está en mi mente en cada momento, desde que llegó a casa en la tarde hasta hoy, de hecho entre buscándolo con la mirada, más no lo encontré.

Y si, llegará tarde porque tiene que arreglarse y eso toma tiempo.

Entre al aula con una sonrisa radiante y me sente con mis amigas, las he encontrado a las dos en el camino, más no hablamos porque ellas solo me miran sonreír y suspirar como una mujer enamorada.

La profesora no tardó en llegar a poner su clase y nosotros no tardamos en coger a puntes. Ella dejo una exposición en grupo de cuatro para la próxima semana y después de eso salimos afuera.

Nos dirigimos a la cafetería y nos sentamos en una mesa con nuestros respectivos almuerzos, porque la hora ya esta avanzada, y nos pusimos a comer y hablar hasta que mi hombre entró con sus amigos, la verdad pensé que no vendría, pero si lo hizo.

Me desconecté de mis amigas y me quede a verlo, tiene sus rulos bien peinado, pantalones jeans rasgados, polo gris y chaqueta del mismo color gris y tenis blancos. Él me encontró viéndolo, por lo que me guiñó un ojo y yo solo pude sonreírle de vuelta, después de eso se sentó en una de las tantas mesas y procedieron a comer, hablar y a reírse mientras yo vuelvo mi atención a mi almuerzo.

Cuando lo hice mis amigas ya han terminado y me miran raro, bueno, Miriam me mira con asco, si, lo normal.

—Me caías bien cuando eras soltera y suspirabas por Joseph —soltó Miriam con un tono nada amistoso y Deborah me dio una sonrisa apenada.

—Tu sigues cayendome bien, Yarida —quise reírme porque a ella todo el mundo le cae bien, mucho más sus amigas sin importar que.

—Lo se, algodón de azúcar —le pinche una mejilla y se sonrojó.

—Que fastidio —Miriam rodó los ojos y en ese mismo instante sonó su teléfono.

Quise ver quién llama, pero solo vi una monta de cabello pelirrojo, sospechoso, porque ella lo tomó demasiado rápido y salió corriendo. Mire a Deborah y ella alzó sus hombros ida del asunto.

Pero..

Eso me tiene sospechando. Volví a mirar a mi novio, pero alguien tapó mi vista, así que la subí y sonreí al verlo, ha aprovechado que se ha ido Miriam para acercarse.

—Deborah —le dio un asentimiento de cabeza, ella también y se sentó donde estaba Miriam—. Hola —me dio una sonrisa y no me dejo contestar porque me atrajo a él para besarme, cosa que me hizo reír.

—Bueno.. Este.. vengo ahora —Deborah no aguantó la demostración de afecto y se fue.

—Hola —le respondí cuando dejó mis labios.

—Tenía la esperanza de verte al llegar, pero llegue tarde —suspiró exageramente.

—Ven aquí —lo atraje hacia mí para besarlo otra vez mientras acarició su cuello, lugar donde tiene una marca parecida a la mía que tengo en el mismo lugar, hecha por mí—. ¿Por que no la tapaste? —indague y él alzó sus hombros restándole importancia.

—El cuello del polo no es como el tuyo —pinchó levemente la marca escondida bajo el cuello alto de mi top, el cual se amarra atras, dejando mi barriga afuera, buena parte de ella porque el pantalón es estilo cargo.

—Bueno, pensé que te pondría una curita o algo —solté una risita y sus labios fueron descendiendo desde mi frente a mis labios.

Me siento bien, me siento feliz al tener cerca hoy y es algo que espero siga así. Tome el control del beso y lo sentí quejarse, pero no resistirse y me causo gracia que abrí levemente los ojos.

Sin embargo...

Al hacerlo mi corazón se paró y mis ojos se abrieron mucho más que al principio y me quede estática, sin saber que hacer.

—¿Que sucede? —indagó por mi repentino cambio, pero yo no reaccioné.

Por la puerta de la cafetería ha entrado Joseph con sus amigos mientras se ríen y algo en mi corazón me hizo entender que estoy mal, que lo que estoy haciendo esta mal, pero yo no lo veo así, no se porque me siento así.

Su aparición se llevó con sigo la felicidad que he conseguido con Ismael ayer y trajo con sigo remordimiento y muchas imágenes de las charlas que hemos tenido del evangelio. Mi boca se abrió levemente y mi estomago se encogió por las fuertes náuseas que me invadieron en este momento.

—¿Yarida? —hizo inicio de ver a quién veo, pero lo besé antes, distrayendo su atención.

—Nos vemos después —me pare y salí corriendo.

Choqué con varias personas, incluso con los amigos de Joseph, pero no me importa, solo quiero salir de ahí. Escuché la voz de Ismael y Joseph llamarme a partes iguales, pero no hice caso a sus llamados y entre al baño más cercano de la cafetería.

Entre en un cubículo y todo lo que he consumido lo vacíe ahí y sin darme cuenta estoy llorando y sollozando cual niña pequeña, ¿Por que? No se, no lo se. Cuando termine salí con el cuerpo tembloroso y me costo incluso abrí la llave del lavamanos, pero alguien me ayudó.

—Gracias. —murmure y me lavé la cara con cansancio.

—¿Me diras que es lo que pasa? —su voz paró mi corazón y quise llorar otra vez—, No soy Deborah, no me conformaré con un estoy bien.

—¿Desde cuando estas aquí? —curiosee mirándola con los ojos rojos desde el espejo.

—Te seguí. De nada. —me extendió un pañuelo y se cruzó de brazos—. Habla —su tono es autoritario y no se porque me hizo ponerme a la defensiva.

—¿Que quieres que te diga? —me seque la cara con las manos temblorosas.

—La verdad.

—Oye, Miriam, no lo dejaré ¿ok? —alcé una mano en señal de mi decisión y su mirada se entristeció—, De mi depende su felicidad y no lo voy a dejar —mi corazón se me está acelerando de manera poco común y el dolor de cabeza está volviendo.

—Primero cálmate, puedes hacerte daño —sus palabras no hicieron efecto en mí. Quiero salir de aquí—. No te he dicho que lo dejes, pero, ¿Y tu felicidad de que depende? —Su pregunta le devolvió el ritmo adecuado a mi corazón.

—La mía no importa, no puedo ser egoísta.. él me ama y es feliz conmigo, no puedo quitarle eso, solo debo de aprender a amarlo nuevamente —mis ojos volvieron a llorar.

DESDE LA LEJANÍA. (Completa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora