Parte 50

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11 de marzo, 21:32 PM

La tarde se a presentado tranquila. Bueno, más o menos.

Después de una comida modesta pero revitalizante, cuando apenas el sol que comenzaba a bajar en el horizonte, lanzando largas sombras a través de los árboles y el terreno nos dividimos para explorar el terreno. Sanzo y Silvia se dirigieron a la zona del embalse, con la esperanza de encontrar algo útil o al menos reconocer la zona.

Claus y yo por el contrario nos dirigimos a las instalaciones. A simple vista nada del otro mundo, unas cuantas casetas, un edificio principal, campos de juego, arboles, algún cobertizo o naves para almacenar trastos, lo típico.

En las primeras casetas que visitamos no encontramos nada interesante, como ya me imaginaba por el camino debían ser las típicas construcciones destinadas a dormir en grupo y poco más.

Al llegar al almacén la cosa se puso algo más interesante. El lugar estaba lleno de material deportivo, pelotas de futbol, cuerdas, mosquetones, arneses, incluso viejas canoas apiladas en un rincón, raquetas de bádminton. Se me escapo una risa, pensando en lo irónico que sería jugar un partido en medio del apocalipsis, que tontería.

Mientras Claus rebuscaba entre los kayaks, encontré un mapa del área colgado en la pared, algo descolorido por el sol pero todavía legible. Mostraba toda la zona de Entrepeñas, con rutas de senderismo y lo que parecía ser una zona de picnic cerca del embalse. Me pareció útil, así que lo descolgué con la intención de mostrárselo a los demás y examinarlo más tarde.

También encontramos una tienda de pesca en otra zona del recinto, creo que es una especie de club náutico o algo por el estilo, este hallazgo ha estado bastante mejor. Cañas en sus soportes, cajas de anzuelos, sedales, abrigos impermeables, chalecos salvavidas, todo un puntazo la verdad, seguro que podemos aprovechar algo de esto. Además detrás del mostrador encontré un par de cartones de tabaco abiertos y menos mal porque nuestro suministro de nicotina estaba al mínimo.

Sin embargo no todo ha sido tan bueno.

Siguiendo lentamente a Claus por el recinto con su enorme hacha preparada en todo momento mirando silencioso en todas las direcciones, llegamos a un viejo cobertizo con la pintura de la chapa desgastada en algunas partes.

Un sutil aroma agrio podía percibirse en la zona. En ese momento no supimos entender a que se debía, pero poco a poco me revolvía el estómago.

Al acercarnos un poco más, escuchamos un ruido que no supimos identificar. Un zumbido constante, sordo y amortiguado.

Claus me hizo una señal para que me quedara atrás mientras él abría con cautela la puerta. El sonido de nuestras respiraciones parecía ensordecedor en el silencio que nos rodeaba, mezclado con el incesante zumbido. Prepare la escopeta y aguarde a que Claus abriera. Cuando la puerta se abrió con un crujido, una nube de moscas salió de dentro, y el olor se hizo tan fuerte que tuvimos que contener las ganas de vomitar.

Dentro, la escena era tan desoladora como había anticipado el olor.

Un hombre, o lo que alguna vez fue uno, colgaba del techo entre una nube zumbante de moscas del tamaño de una falange ocupadas en un grotesco festín. Su rostro estaba oscurecido por la descomposición, y sus ojos... sus ojos habían desaparecido, dejando dos cavidades oscuras que parecían juzgarnos por seguir vivos.

No me avergüenza decir ye tuve que retirarme a vomitar un momento. El olor nauseabundo y la imagen del cadáver hinchado habían sido demasiado para mis tripas.

Claus murmuró algo bajo su aliento, una oración, creo, pero no pude escucharlo. Cuando regresé a su lado, cerramos y atrancamos la puerta antes de alejamos dejando atrás el cobertizo y su trágico contenido.

El aire fresco fuera era un alivio bienvenido conforme aumentábamos la distancia, aunque ninguno de nosotros mencionó lo que acabábamos de ver. Continuamos con nuestra búsqueda, aunque el ambiente se había vuelto más pesado, la imagen del desafortunado desconocido pesaba en nuestras mentes.

Tampoco hay mucho más que decir, no encontramos nada mas que merezca la pena.

Regresamos al coche y esperamos a que Sanzo y Silvia volviera.

Su paseo por el embalse no había sido muy fructífero, salvo unas extrañas tumbas excavadas al lado de la orilla no encontraron nada mas de interés.

Ahora me puedo imaginar la historia de nuestro hallazgo.

Supongo que esas tumbas debían se de familiares o amigos, quizás las personas que yacen en esos nichos fueran su mujer y su hijos o tal vez solo fueran otros supervivientes, quien sabe.

Pero al final, tras lo que pasara, la última persona en pie sucumbió a la soledad, la desesperación, el miedo. Un coctel mortal de capaz de destruir a cualquiera y a si ha sido. Al final el tipo decidió terminar con todo de una vez por todas. No le juzgo.

Decidimos no contarles nada de nuestro macabro descubrimiento a Sanzo y a Silvia . No hay necesidad de sumar más sombras a nuestras almas ya cargadas. Pero esta noche, mientras las estrellas brillan con fuerza en el cielo, no pude evitar preguntarme cuántos más como el pobre sujeto del cobertizo estarán ahí fuera, perdidos y olvidados en este mundo que lentamente nos intenta reclamar a todos.

Estoy repasando el mapa que me encontré a la luz de la hoguera, pero no puedo concentrarme. Voy a pedirle un cigarro a Sanzo. 

Apocalipsis Z: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora