Parte 138

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25 de junio, 12:26 AM

(Descansando en un refugio improvisado).

Acabamos de salir del hospital.

La cosa se ha torcido un poco, pero estamos ilesos. (Por ahora).

Como estaba planeado salimos a primera hora del castillo montados en un par de furgonetas y seguidos por la caravana de Jax.

En el primer coche, Samanta habría la marcha junto a la doctora Elena, el tal Vincent y mi compañero Claus. En el segundo vehículo me encontraba yo junto a Sanzo y los otros dos "muchachas" que constituían el grupo de Sam. Sus nombres son Diego y Alfonso. Salvo unas pocas palabras para hacerse los duros amenazándome con que no la lie ni les dé por saco, apenas hemos cruzado palabras.

No me pasó inadvertido que estos dos capullos llevaban mis armas. Tanto el wínchester como la escopeta. (Me molestaba profundamente, pero no podía hacer nada).

Finalmente, en el último transporte, Silvia acompañaba a Jax en su caravana que se balanceaba de un lado a otro como un muñeco de goma. De vez en cuando se habría una breve comunicación por los walkie talkie preguntando si todo iba bien.

Siendo claros, para mi gusto todo era una mierda, pero no dije nada.

Efectivamente como Samanta había dicho la presencia de infectados en la ciudad de Burgos era prácticamente nula. Mas o menos.

Algunos de esos caminantes infectados se cruzaban de vez en cuando en nuestro camino y eran suavemente arrollados paro lo vehículos o simplemente se giraban erráticos y tambaleantes hacia nosotros conforme pasábamos a su lado.

Tuvimos que dar varios rodeos ya que la ruta directa al hospital que querían ir estaba cortada en varias calles. Pero al final logramos llegar al parquin sin problemas.

La primera parte de la operación fue muy rápida. Apagamos los motores de todos los vehículos salvo uno y nos bajamos mientras un pequeño grupo de infectados que pululaban por las inmediaciones venían a por nosotros. Samanta, Elena, Diego, Claus y yo nos bajamos de nuestros transportes y nos escondimos en la caravana de Jax.

Mientras tanto Alfonso, después de entregarle mi rifle a Samanta, comenzó a hacer sonar la bocina del auto haciendo todo el ruido posible mientras se alejaba de allí haciendo derrapes.

Como se esperaba, todos los infectados que en un principio se dirigían a nosotros cambiaron de rumbo y comenzaron a perseguir el coche de Alfonso.

Debo reconocer que al menos esa parde del plan funcionó bien.

Esperamos unos diez o quince minutos en un eterno silencio asegurándonos de que todo quedaba despejado. Pasado ese tiempo Samanta se asomó con cautela y con un par de golpes en la chapa de la caravana dio la señal de que la siguiéramos.

Al poner un pie fuera, un intenso sentimiento de malestar inundo mi cuerpo. Eso sumado al repentino viento que soplaba y los grisáceos cielos que empezaban a cubrir la atmosfera hicieron que mi malestar fuera de mal en peor.

Samanta más seria que de costumbre me golpeó en el pecho diciéndome que no me distrajera apremiándome a acelerar el paso.

Mirando con preocupación en todas las direcciones todos salvo Jax que se había quedado en la caravana para cubrir la huida, llegamos a trote a la entrada del hospital. El umbral, cullo interior oscurecido en penumbra, invitaba a todo menos a entrar en su interior.

Reconozco el aplomo de Samanta que lejos de dudar se sumergió de lleno en esa oscuridad seguida por el grupo. (Es una líder nata).

El resto no tardamos en sumarnos a su temeridad. Si lo de fuera parecía chungo, el interior del hospital ponía los pelos de punta.

Apocalipsis Z: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora