30 de agosto, 19:45 PM
Hoy ha sido un día lleno de cosas inesperadas.
El camino nos llevaba cada vez más hacia lo profundo de las montañas asturianas. Claus iba al frente, más callado que de costumbre, pero con ese brillo en los ojos que había vuelto desde que nos acercábamos a su tierra. El viento traía consigo el olor de la humedad y la vegetación.
—¿Veis eso? —preguntó Claus de repente, señalando hacia una pequeña abertura en la ladera rocosa que teníamos a la derecha a poca distancia del suelo.
A simple vista, parecía un agujero más entre las piedras, apenas visible bajo los helechos que colgaban sobre él.
—Para cualquiera, esto podría pasar desapercibido —Continuó con una sonrisa. —Pero para un ojo experimentado como el mío, esto no es un simple agujero. Es una de las cuevas que usaban para curar quesos.
Los demás nos detuvimos, observando la abertura con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Claus estaba más animado de lo normal.
—Podríamos hacer una pausa y echar un vistazo. —Dijo, sin ocultar su entusiasmo.
Sanzo y Silvia intercambiaron una mirada, como si no estuvieran del todo convencidos, pero finalmente accedieron. No teníamos ninguna prisa.
Entramos en la cueva uno a uno, siguiendo a Claus. El interior era fresco y seco, lo que hacía que el ambiente fuera ideal para conservar los alimentos. El aire olía a humedad y piedra vieja. Me adelanté un poco, ajustando la linterna que llevaba en la mano para iluminar mejor el lugar.
Y entonces, ahí estaban.
—¿Lo veis? —exclamó Claus con una sonrisa orgullosa, señalando una serie de estantes de piedra en las paredes. —Los quesos.
No podía creerlo. Las redondas piezas de queso estaban allí, descansando en las estanterías como si nada hubiera cambiado en el mundo. Claus se acercó con cuidado, y tras olfatear uno de los quesos más maduros, sacó su navaja y comenzó a cortar una cuña.
—Esto... esto es oro. —Dijo, llevándose un pedazo a la boca con esa sonrisa que le veíamos desde hace semanas. —Perfecto.
Me acerqué a uno de los quesos que no parecía tan viejo. Algo en él me llamó la atención. Con el dedo, presioné ligeramente la corteza, y para mi sorpresa, el queso estaba cremoso, fresco. Demasiado fresco para haber estado ahí tanto tiempo.
Fruncí el ceño pensando que ese queso no llevaba ahí años, ni siquiera meses. Estaba claro que alguien lo había dejado hace poco.
Me giré hacia los demás, pero estaban demasiado inmersos en su descubrimiento como para notar nada. No dije nada. Mi mente ya estaba pensando en otras posibilidades.
Y entonces lo escuché. Un ruido leve, casi imperceptible proveniente del exterior. ¿Ovejas?
Me quedé quieto, intentando descifrar si había sido mi imaginación. Pero ahí estaba de nuevo.
Sin hacer ningún comentario, dejé el queso a un lado y me dirigí hacia la salida de la cueva. La luz del exterior me cegó por un segundo al salir. Me acerqué sigilosamente a la entrada, tensando cada músculo de mi cuerpo, y lo vi.
Un hombre mayor, de espaldas, estaba junto a nuestras monturas. Llevaba un bastón de pastor y examinaba con curiosidad los caballos. Mis sospechas se confirmaron en un segundo. Este tipo no estaba ahí por casualidad.
Saqué mi pistola sin pensarlo dos veces. Me moví con cautela, sin hacer ruido. A un par de metros de él, apunté directamente a su espalda.
—¡No te muevas! —dije en voz baja, pero firme.
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Apocalipsis Z: Caos
Ciencia FicciónEn una sociedad inmersa en la rutina y la comodidad, la vida tal como la conocemos llega a un repentino y desgarrador final. Un apocalipsis se ha desatado, transformando las calles familiares en lugares de terror, y las rutinas cotidianas en luchas...