Parte 65

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26 de marzo, 21:08 PM

Ya estoy mas tranquilo. Bueno más o menos.

La rabia que me había inundado ha pasado a convertirse, dejando solo un rastro de frustración que me quema en el pecho como una ascua. Nos hemos quedado sin coche y la última jugarreta de Borja pesa en mi mente como una losa. Mientras miraba las garrafas de combustible, perforadas sutilmente con malicia, no podía evitar maldiciéndome por mi falta de precaución.

Recuerdo que Claus y yo le habíamos sorprendido merodeando cerca del vehículo, sus ojos esquivos no delataron entonces el daño que ya había urdido. Una trampa que ahora nos deja varados y vulnerables, con la noche avanzando sobre nosotros con la amenaza de los infectados que acechaban en todas partes.

Recorrimos todo el camino que pudimos con lo que quedaba de combustible rezando por encontrar alguna gasolinera pero esta vez la suerte no nos ha sonreído.

Cargamos todo lo que pudimos en nuestras mochilas y dejamos gran parte de nuestros suministros atrás. Antes de dejar el coche, pasé una mano sobre el capó con un gesto que era casi una caricia, un adiós a la falsa seguridad que nos había ofrecido. El metal frío bajo mi palma parecía absorber el calor de mis dedos, y por un momento cerré los ojos, permitiéndome sentir ese doloroso adiós. Un suspiro escapó de mis labios, y sin una palabra más, señalé con la cabeza que continuáramos.

La marcha fue un silencioso ejercicio de resistencia. Con cada paso, alejándonos de la carretera y de la carcasa vacía de lo que fue nuestro transporte, sentía cómo el terreno se transformaba y cómo nuestras esperanzas se fragmentaban. A medida que el día avanzaba sobre nosotros, el terreno se volvía más abrupto y salvaje, y los sonidos imaginariamente más hostiles a cada paso. Si antes pensaba que era un paranoico ahora creo que voy a volverme loco.

Nos quedamos tirados a unos kilómetros cerca del Monte Membribe.

Las sombras del monte se alzaban como figuras espectrales, mientras el sol de la tarde lanzaba una luz espectral sobre los árboles retorcidos y los matorrales espesos. No hablábamos; cada uno perdido en sus pensamientos, nuestras botas levantando polvo y hojas secas a nuestro paso. Claus iba en cabeza, con su silueta recortada contra la poca luz que se filtraba a través del dosel de las ramas, mientras Silvia y Sanzo seguían detrás, envueltos en sus propios abrigos y miedos.

Llegar al Monte Membribe ha sido como adentrarse en un nuevo capítulo de nuestra odisea. Con la oscuridad como telón de fondo, el sitio está lejos de ser un santuario de paz en medio del caos. Y no nos queda más remedio que pasar la noche en este lugar.

Estamos refugiados en una pequeña cueva que encontramos, una cavidad en la tierra que parecía haber sido esculpida por el agua y el viento durante eones. A pesar del cansancio que nos carcomía el cuerpo, yo no puedo dormir. Mi mente no me lo permite, veo peligros en todas partes. Fantasmas entre las sombras. Necesito permanecer alerta.

He notado que mis compañeros están mas suabes que de costumbre. De algún modo perciben que no es el mejor momento para intercambiar palabra conmigo. No me extraña. Mira en qué situación estamos.

La noche avanza, implacable y fría. Recostado contra la pared helada casi a la entra, solo la pequeña fogata a mis pies brinda un ligero atisbo de confort.

Apocalipsis Z: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora