Parte 37

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18 de Febrero, 5:07 PM

(Suspiro pesado) Hoy tengo mucho que contar.

Tras el inesperado acontecimiento del coche que vimos desde la cima del castillo, Sanzo y yo nos miramos el uno al otro con una mezcla de asombro y perplejidad.

Nos levantamos y observamos la escena en silencio, mientras un oscuro monovolumen verde avanzaba a toda velocidad por la carretera que conecta Yepes con Huerta. Justo antes de llegar a la rotonda que marca el umbral del pueblo, el coche comenzó a zigzaguear e hizo un giro brusco, lanzando una densa nube de polvo y tierra al aire antes de salirse del camino y estrellarse con un impacto sordo.

Descendimos a toda prisa por la colina saltándonos el camino principal. Al llegar al vehículo que Sanzo había aparcado en la base del castillo cuando subió a buscarme, nos subimos rápidamente y nos dirigimos hacia el lugar del accidente.

Nada más llegar, nos bajamos con cautela mirando en todas las direcciones tras sacar las armas que habíamos recogido días antes del armero de mi padre en casa. Un viejo Winchester y una escopeta táctica recortada cargada con tres cartuchos.

Antes de poder averiguar qué había pasado, un gruñido gutural nos alertó. Una de esas abominables criaturas emergió de detrás del coche, arrastrando una pierna y con una mirada vacía, cargada de hambre.

Levanté la escopeta, aunque mi mano temblaba ligeramente no pensaba jugármela más de lo necesario. "¡Alto!", grité, esperando en vano alguna chispa de humanidad en aquel ser. Pero solo recibí el continuo avance de la criatura y un escalofriante gruñido como si le faltara el aire a modo de contestación. "¡Te lo advierto, detente!", volví a gritar, pero mis palabras se perdieron en el aire.

Con un último aliento de coraje, apreté el gatillo. El estruendo de la escopeta resplandeció en el aire y el retroceso me empujó ligeramente hacia atrás. El disparo impactó de lleno en el pecho del monstruo, deteniendo su avance y enviándolo al suelo en un acto final de resistencia contra lo inevitable.

La adrenalina aún bombeaba en mis venas mientras me acercaba lentamente hacia la criatura. La niebla de polvo se asentaba en el aire, dándole un tono grisáceo a la escena. A pesar del disparo certero, algo en mi interior me decía que debía mantenerme alerta.

Justo cuando estaba a un par de pasos de distancia, la criatura tuvo un espasmo violento. Emitió un sonido profundo y ahogado, como si intentara arrancar una última bocanada de aire de su pecho herido. El ruido, gutural y escalofriante, se retorcía desde lo más hondo de su garganta, recordándome a los lastimeros lamentos de un animal herido.

Me quedé hipnotizado por un momento, con el dedo aún en el gatillo, preparado para cualquier movimiento. Pero la criatura no intentó levantarse. Sus ojos vidriosos me miraban, y aunque su expresión seguía siendo la de una bestia, no pude evitar sentir un nudo en la garganta. No estoy muy orgulloso de haber tenido que recurrir a la violencia con tal magnitud, pero no me ha quedado otra opción. Aun así prefiero no describir cómo me siento, solo diré que no es muy agradable.

Cuando salí de mi empanada mental, Sanzo ya se había adelantado para inspeccionar el vehículo.

"¡Aquí!", gritó con urgencia, su voz resonando a través de la quietud del aire, "Hay alguien dentro."

Me apresuré hacia él, aún perturbado por el enfrentamiento anterior. Al asomarme al vehículo, pude ver a una joven atrapada en el asiento del conductor, un hilo de sangre bajaba por su frente desde una herida en la cabeza. Estaba inconsciente.

Juntos, trabajamos rápidamente para abrir la puerta del vehículo. Con sumo cuidado, logramos sacar a la joven, asegurándonos de que su cabeza y cuello estuvieran protegidos mientras la movíamos. Una vez que la colocamos en el suelo, me puse a examinarla en busca de lesiones adicionales.

"Respira", murmuré, sintiendo el pulso débil pero constante en su muñeca. "No parece tener nada serio, aunque no podría asegurarlo".

Tras una breve discusión con Sanzo, en la que aún no estoy de acuerdo, finalmente accedí a su propuesta y nos llevamos a la chica a nuestra casa en Huerta. Puede que no me guste, pero supongo que a pesar de las circunstancias, aún conservábamos un código moral. Y aunque cada día se torne más difícil mantenerlo, entiendo que es vital no perderlo completamente.

Cuando dejamos a la chica en casa tendida en el sofá del salón, Sanzo se quedó a su cuidado siguiendo mis indicaciones mientras yo cargaba en el coche unas enormes lonas de tela gruesa y salía de casa sin dar más explicaciones.

En silencio regresé al lugar del accidente donde aquel ser aún se encontraba jadeando y gruñendo con dificultad tumbado en el suelo.

Desenrollando las resistentes lonas, cubrí a la criatura con ellas y la envolví con cuidado atándola con unas correas. Con mucho esfuerzo, arrastré a esa cosa hasta el coche y me dirigí al viejo corral de mi abuelo cerca de las afueras, el cual hace años acondicionamos como garaje.

Al llegar al corral de mi abuelo, el robusto portón metálico del garaje cedió con un chirrido al abrirse. Sin perder tiempo, saqué el bulto envuelto en lona del maletero y lo arrastré con esfuerzo hasta una esquina del recinto, asegurándome de que no hubiera ningún escape posible.

Usé las correas y algunas cadenas que encontré en un rincón del garaje para asegurarlo aún más después de destaparlo y una vez que sentí que la criatura estaba lo suficientemente inmovilizada, retrocedí unos pasos y me detuve a observarla.

La decisión de traerla aquí pesa bastante sobre mí, pero necesito respuestas. Y este ser, esta abominación, podría ser la clave para entender lo que estaba sucediendo en el mundo o al menos poder defendernos de lo que hay en él.

Llevo sentado aquí desde esta mañana, frente a esta... cosa. Sin apartar la vista de esta monstruosidad. Analizándola con detenimiento. Recapacitando.

Casi me he acabado un paquete y medio de cigarrillos. Sigo dudando si debería hacer lo que estoy pensando, de hecho, no sé si tengo el valor para hacerlo. No quiero cruzar esa línea.

Será mejor que me vaya a casa, Sanzo debe estar preocupado.

Apocalipsis Z: CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora