28 de mayo 13:57 PM
¡Malditos idiotas de gatillo fácil! ¡Nos acaban de joder a todos!
Mientras escribía las ultimas frases, el estruendoso sonido de unos disparos fuera nos alertó a todos, poniéndonos la piel de gallina. El ruido de las armas resonaba en el aire, penetrando en la relativa calma que habíamos logrado mantener hasta entonces. Maldije entre dientes, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de mi cuerpo.
Cuando salimos fuera a comprobar que pasaba el infierno prácticamente se nos venia encima. Los soldados, que estaban cargando las últimas cajas en la furgoneta, se alarmaron cuando vieron a una de esas cosas doblando una esquina con la mirada perdida y la mandíbula desencajada caminando hacia ellos.
Los muy idiotas en vez de acabar con ese engendro sigilosamente, tiraron por la opción más temeraria de todas un par de disparos a la cabeza y listo.
Los disparos no tardaron mucho en atraer la atención de más infectados que comenzaron a salir como setas en respuesta al ruido. La situación pasó de tensa a caótica en cuestión de segundos.Calle abajo la misma horda que habíamos alejado subía la cuesta aún en mayor numero que antes, por donde habíamos venido varios infectados mas comenzaban a doblar las esquinas con paso torpe pero dedicado.
Los soldados de fuera, en su desesperación por detener a los infectados que se aproximaban, continuaron disparando sin cesar. Sus armas retumbaban en el aire, llenando la calle con el eco de la violencia. A pesar de los gritos de Navarro para que cesaran el fuego, su adrenalina y el pánico del momento les impedían escuchar esa orden, aunque hubiera dado igual, el daño ya estaba hecho.
Las balas cortaban el aire, encontrando su blanco en los infectados que se abalanzaban hacia ellos con una sed voraz de carne fresca. Cada disparo era un intento desesperado por mantener a raya a las criaturas que avanzaban implacables.
Sin embargo, sus acciones solo sirvieron para atraer más atención y agitar aún más a la horda, que aumentaba en número y ferocidad con cada momento que pasaba.
Mientras tanto, en el interior del supermercado, nuestro grupo observaba la escena con creciente preocupación preparándose para dar apoyo.
En un momento de desesperación, uno de los dos soldados que había fuera arrojo su arma al suelo y se subió tan rápido como pudo a la furgoneta. Justo cuando el motor arrancaba una de esas cosas estrello su cabeza contra el cristal del piloto comenzando a forcejear.
Inmediatamente, Navarro se lanzó hacia la furgoneta, donde el soldado luchaba desesperadamente contra el infectado que intentaba entrar por la ventana destrozada. Rápidamente salí tras el agachando la cabeza por algún proyectil pasaba cerca de mi cabeza.
Con sorprendente habilidad, Navarro agarro rápidamente desde atrás al infectado por el cuello de la camisa y con un fuerte tirón le empujó al suelo al tiempo que descargaba un balazo en la frente de la criatura.
Al llegar a su altura, Navarro ya empezaba a cargar al soldado en el hombro mientras yo me deslizaba ágilmente en la furgoneta y recuperaba las llaves del vehículo antes de salir corriendo de vuelta al interior de supermercado.
No lo he pasado peor en mi vida. Durante un breve momento una de esas cosas casi logró atraparme. Pude notar su aliento putrefacto justo cuando se abalanzaba haca mí. Sin embargo la oportuna intervención del grupo que aún se encontraba dentro del edificio impidió que esa cosa clavase sus ennegrecidos dientes sobre mí.
Con los soldados dando cobertura desde dentro los cuatro que quedábamos fuera, nos apresuramos a ir al interior. Navarro cargaba al soldado herido ayudado por su compañero mientras yo les seguía de cerca. Como pude, mal cerré la reja de fuera que de acceso al patio trasero y corrí hacia el interior donde Sanzo y los soldados ya estaban levantando una improvisada barricada con todas las estanterías y cajas que pudieron reunir.
En cuanto estuvimos "a salvo" me apresuré a ayudar en la barricada y a tapiar cristales y ventanas por donde pudieran entrar esas cosas. Lamentablemente sé que estas precarias murallas no aguantaran suficiente, como es el caso de la reja de fuera.
El patio trasero ya esta invadido, y la parte delantera no esta mucho mejor. El sonido de golpes y arañazos en la puerta principal resuenan en el aire. Nos tienen rodeados, sus sombras se agitan ansiosas y descontroladas.
Nos miramos unos a otros, compartiendo el peso del miedo y la resignación en nuestros ojos.
No tenemos escapatoria.
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Apocalipsis Z: Caos
Science FictionEn una sociedad inmersa en la rutina y la comodidad, la vida tal como la conocemos llega a un repentino y desgarrador final. Un apocalipsis se ha desatado, transformando las calles familiares en lugares de terror, y las rutinas cotidianas en luchas...