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« Harry »
Entré en la cafetería, dando un gemido de queja. Era muy temprano, y me había quedado hasta tarde por ahí con los chicos. Además de beber un par -o tres- de cervezas de más. Así que tenía algo de dolor de cabeza. Pero no quería perder el trabajo. No al menos hasta haber recuperado a Candy. Aquella era una apuesta segura. Me puse el corto delantal granate alrededor de mi cintura y, una vez estando en la barra, me até de nuevo el cabello en un moño, de manera que no me molestaría mientras trabajaba.

- Buenos días, Harry - dijo Eric, entrando, vestido de traje, como de costumbre.

- Buenos días - murmuré, con la voz aún algo adormilada.

- Parece que alguien viene cansado - bromeó, al ser delatado por mi voz ronca.

- Uhm, sí... un poco... - dije, sin darle demasiada importancia - Pero trabajaré bien, no te preocupes.

- No me preocupo... sé que lo haces bien - sonrió coqueto. Yo tragué fuertemente, recordando como Luke me confirmó lo que yo ya intuía: Eric era gay e iba detrás de mí.

Eric pasó su brazo por encima de mis hombros y me sonrió, tonteándome. Yo tragué, nervioso, y sonreí... o al menos hice un intento de ello.

- Prepara un par de cafés, para ver tu técnica.

- Claro. ¿Qué querrías?

- Un capuccino.

Oh mierda, lo más complicado.

Asentí nuevamente y fui hacia la máquina de café. Primero puse los shots de café para hacerle uno a Eric y otro a mí, y preparé los vasos. Cuando la máquina se detuvo, eché los dos shots, uno en cada vaso, y luego vertí leche en la jarra metálica para calentarla con el vaporizador. Al principio me costó un poco, pero conseguí que girara de manera circular y empezara a hacerse la espuma. Suspiré aliviado al ver cómo todo iba bastante bien. Apagué el vaporizador y di unos golpes con la jarra sobre el mármol antes de empezar a verter la espuma en uno de los vasos, preparando el capuccino que Eric me había pedido. Cuando terminé, lo decoré con algo de cacao sobre éste y lo puse en un pequeño plato para dárselo, que miró el resultado con satisfacción.

- Veo que aprendes rápido.

- Sí, soy muy bueno aprendiendo.

- Veremos qué más aprendes mientras estás aquí... - murmuró, con una leve sonrisa, antes de dar un trago a su capuccino - Hm, delicioso. Se te da bien manejar la leche, por lo que veo.

- Oh... ah... - balbuceé, captando el doble sentido - supongo...

- Ya veremos si se te sigue dando igual de bien... - sonrió, empezando a alejarse - Voy a la oficina, hay mucho papeleo. Si ves que es demasiado trabajo para ti, llámame.

- Claro... - tartamudeé.

Eric, para mi alivio, se fue hacia la oficina, dejándome solo. Entonces me acerqué a la puerta y quité la seguridad, para dar la cafetería por abierta. Regresé detrás del mostrador y, por una hora, no entró nadie en el lugar, por lo que estaba realmente aburrido. Durmiéndome sobre los muebles. Pero escuché la campanita de la puerta sonando y, al alzar la vista, vi a dos hombres, con aire bohemio, entrando en la cafetería. Se acercaron y pidieron dos cafés ristretto, aquello era sencillo. Me di la vuelta y me acerqué de nuevo a la máquina de café. Hice ambos a la vez, no tomándome aquello más de un minuto. Estaba ya con los dos cafés en las manos cuando, al girarme, vi a Candy entrando por la puerta, por lo que mis manos empezaron a temblar y los dos cafés se me cayeron al suelo.

- Harry... - le vi susurrar.

Me quedé pasmado por un momento, mirando hacia ella totalmente embobado, pero al reaccionar, me disculpé con los clientes y me giré para preparar los dos cafés de nuevo, entregándoselos lo más rápido que pude, viendo como se iban a una mesa. Luego Candy, algo más pálida que de costumbre, caminó hasta quedar justo frente al mostrador.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora