③⑥

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« Harry »
El invierno iba desapareciendo, dejando paso a la imparable primavera. Las calles ya no amanecían cubiertas con una fina capa de hielo, sino que el rocío era el encargado de humedecerlas. El cielo había abandonado aquel permanente tono grisáceo blanquecino, para empezar a azularse, cada día más claro. El sol iba colándose entre las blancas nubes, que todavía no anunciaban lluvias. Los pájaros volvían a hacer sus nidos en los árboles, piando contentos de regresar al Londres en el que pueden volar sin que el frío helara sus alas. Los días ya se notaban claramente más largos, extendiendo las horas de sol hasta la mitad de la tarde; cosa que agradecía, ya que durante el invierno, antes de las 4 de la tarde ya era completamente de noche. Ah, y la mejor parte de que la primavera estuviera llegando: nuestro fin de semana en una casa rural, los chicos, Candy y yo; estaba a la vuelta de la esquina. A un solo día, para ser concretos. Y me hacía inmensamente feliz.

Candy había tenido poco tiempo libre durante el invierno, porque había estado muy centrada en su libro, el cual publicaría poco después de volver de nuestro fin de semana idílico; donde todo tendría que salir perfecto, si los chicos arruinaban algo, los mataría con mis propias manos. Todo tenía que ser perfecto porque Candy y yo apenas habíamos podido vernos; ella había estado tan ocupada que la mayoría de veces que nos habíamos visto había sido en la cafetería de Portobello, siendo observados desde lejos por Luke, que me miraba con tremendo odio; y también por Eric, que nos miraba recelosos, ya que se había quedado con las ganas de perforarme por atrás; pero no ocurriría ni de broma.

— ¡Harry, Candy ya está aquí! – me avisó mamá desde la planta de abajo.

— ¡Ahora bajo, mami! – chillé para que pudiera oírme – ¡Hola, muñeca!

— ¡Hola, Harry! – rió ella, también desde abajo – Venga, no tardes mucho.

— No, no... ya voy.

Terminé de cerrar la maleta, mirando a mi alrededor para asegurarme que no me dejaba nada. Sonreí y cogí la maleta, yendo hacia el piso de abajo. Ahí me encontré a Candy sentada en el sofá, con Gata sobre su regazo, jugando con ella; y mamá en el sofá de al lado, contándole algo a Candy, mientras ésta la escuchaba con una sonrisa. 

— Hola, preciosas – dije, sonriendo levemente –. ¿Sabéis lo bonito que es veros hablar juntas? – me acerqué a mamá a darle un beso en la frente – Te voy a echar de menos.

— Y yo a ti, cariño – sonrió Anne, agarrándome una mano –. Pasadlo muy bien.

— Gracias, mami – sonreí –. Venga, vamos pelirroja. ¡Tengo tantas ganas de pasar este finde juntos! Será genial.

— Eso espero... – murmuró ella, tímidamente.

Candy apartó a Gata, dejándola sobre el sofá, con cuidado. Entonces se puso de pie y se acercó a mí para dar un beso en mi mejilla. Yo sonreí como un estúpido, rodeando su cintura con mi brazo y dando entonces un beso en sus labios, uno muy corto, no iba a darle un beso largo delante de mamá. 

— Adiós, Anne – se despidió Candy, agitando la mano levemente. 

— Adiós cielo, cuida de mi bebé, ¿eh?

— Descuida – rió ella, levemente –. Lo haré.

— Pasadlo muy muy bien, disfrutad mucho.

— Gracias, mamá. ¡Adiós!

Tomé la mano de Candy para ir hacia la calle. Ahí estaba el Jeep de Candy, aparcado frente a casa. Me sentía tan contento de que al fin hubiera llegado aquel día. Pasaríamos la noche en casa de Candy, y por la mañana temprano, Niall vendría a su casa y saldríamos los tres. Habíamos decidido ir en el coche de Candy ya que era el que estaba mejor preparado para un viaje largo. 

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora