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« Harry »
Piqué a la puerta de Candy, sintiéndome algo nervioso. Era nuestra primera cita. Y lo que me había contado aquella mañana solo hacía que me sintiera todavía más nervioso, porque si hacía algo mal, ella podía ponerse como en la fiesta de la noche anterior. Y por nada del mundo quería que algo así pasara. Había pasado toda la mañana con ella, y a media tarde me había ido para dejarla arreglarse y arreglarme yo mismo para la cita a la que habíamos acordado. Tenía un plan que estaba seguro que ella adoraría. 

— Wow – exclamé sorprendido cuando abrió la puerta –. ¿Y este cambio? – pregunté curioso. Candy ya no tenía una melena larga, sino que su cabello estaba corto, algo por encima de sus hombros, pero seguía con sus rizos traviesos.
— Suelo cortarme el pelo... cuando me da por ahí – se encogió de hombros.
— Estás guapísima con pelo largo o corto.
— Gracias – murmuró.

Sonreí al ver sus mejillas aclimatarse al mismo color que su cabello. Bajé algo la mirada para ver qué llevaba puesto. Iba sencilla, pero preciosa. Llevaba un vestido de lana, algo grueso. Sin escote ni ser demasiado corto, de color beige. En los pies llevaba unas botas de estilo militar que no hacían más que darle un punto adorable. Se disculpó un momento y entró unos segundos para volver con un abrigo largo negro. Se lo puso y lo cerró, colgándose del brazo su bolso.

— Listo, ¿vamos? – preguntó, saliendo.
— Sí, claro – asentí, siguiéndola con una sonrisa.

Mi coche estaba estacionado justo delante de su casa. Antes de que ella tuviera tiempo a hacerlo, abrí la puerta del copiloto para que pudiera subir. Ella bromeó sobre lo caballeroso que me había vuelto y yo reí, cerrando la puerta. Luego giré para ir hacia el asiento del piloto y también entré en el coche. Me saqué mi cazadora tejana, dejándola en los asientos de atrás, y arranqué el coche en dirección al pueblo que quedaba cerca. Después de un rato en silencio, giré a verla. Candy estaba mirando el bosque a través de la ventanilla.

— ¿No vas a preguntarme dónde vamos?
— Me gustan las sorpresas.
— Creo que eres la única chica en el mundo que piensa así.
— Soy diferente al resto de chicas.
— No hace falta que lo jures, me di cuenta solo al verte.

Candy sonrió levemente y volvió su mirada hacia la ventanilla. Nos acercamos al pueblo, donde las farolas empezaron a iluminar el camino ya que el cielo estaba bastante oscuro. Candy miró curiosa el sitio mientras yo buscaba un lugar donde aparcar. Cuando lo encontré, estacioné a un lado de la carretera y ambos bajamos del coche. Esperé a que Candy se acercara a mí y empezamos a caminar.

— ¿De qué trabajas? – preguntó, mientras caminábamos el uno al lado del otro.
— ¿Qué? – pregunté algo sorprendido.
— ¿Que de qué trabajas? 
— ¿Tú interesándote por mí? ¿Dónde están las cámaras ocultas? – pregunté riendo y mirando hacia todos lados.
— ¡Harry! – rió ella también – Vamos, tú ya lo sabes prácticamente todo de mí. Yo solo sé cuatro cosas sobre ti.
— Sabes más de lo que crees.
— Te llamas Harry, tu hermana es Gemma. Vives en St James. Tienes complejo de acosador, eres un pervertido y muy pero que muy cabezota.
— ¿Ves? Sabes mucho de mí – sonreí, girando una calle a la derecha –. De momento estoy trabajando como camarero, en una especie de... bar o club musical. Espero poder acabar cantando en él.
— Poco a poco – sonrió –. Cantas muy bien.
— ¿En serio? ¿Tú crees? Solo me ha oído mi madre, y ella obviamente me dice que canto bien, es decir... es mi madre. Todas las madres creen que sus hijos son perfectos.
— No, no todas... – añadió entre dientes, bajando la mirada.
— Hey, mira. Hemos llegado – sonreí, señalando el lugar, tratando de que olvidara el motivo por el que se había puesto triste.

Candy alzó la mirada hacia el lugar señalado. Era un viejo cine, de una sola sala, donde reponían películas antiguas. En aquel momento estaban haciendo un festival sobre películas mudas. Candy sonrió y miró hacia mí.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora