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« Harry »
Me acerqué al horno, sacando la nueva pizza que yo mismo había hecho mientras Candy se había quedado en el salón, con su ordenador. En la cocina aún estaba presente el olor de la pizza quemada que había intentado hacer ella, y que había terminado en la basura. Aquella maldita pizza que había interrumpido nuestro beso.

Cogí la bandeja donde estaba la pizza, con los guantes de cocina puestos ya que no quería quemarme como Candy cuando intentó sacar la pizza quemada, gritando mi groserías y yendo directa a la pica para poner sus manos bajo agua fría. Era tan adorable. 

Puse la pizza sobre un plato y cogí una botella de agua y dos vasos para llevarlo todo al salón. Candy, al verme llegar, sonrió y cerró su portátil, dejándolo a un lado, a la vez que movía la manta con la que estaba cubriéndose para dejarme sitio en el sofá. Sonreí, dejando el plato, los vasos y el agua sobre la mesa y sentándome al lado suyo.

— Perdón por el desastre de antes – se disculpó por milésima vez –. De verdad que lo siento mucho. Soy una pésima cocinera... – suspiró.
— No pasa nada, Candy. Yo me encargaré de la cocina a partir de ahora – bromeé, cubriendo mis piernas con la manta, ya que a pesar de la calefacción y de la chimenea, hacía mucho frío aún.
— No tienes por qué, Harry – negó con la cabeza.
— Quiero hacerlo. Me gusta cocinar para mi chica – sonreí, mientras partía la pizza.
— No soy tu chica...
— Todavía.
— Eres tan malditamente perfecto que es muy difícil llevarte la contraria, ¿sabes? – bufó, sentándose bien, de cara a la mesa.
— ¿Estás afirmando que serás mi chica?
— No todavía – rió.
— Pero algún día. Lo conseguiré, lo sé.
— Con lo insistente que eres, seguro que conseguirías hasta que un manzano diera cerezas.
— Con lo insistente que soy y con la carita bonita que tengo – murmuré, sonriéndole coqueto.
— Oh vamos, Harry – rió.
— ¡Eso me dijiste hace unos días!
— Eres un engreído.
— Vamos a comer, que se enfriará la pizza – reí, sin quitarle la razón, mientras le pasaba un trozo de pizza.
— Cambias de tema porque sabes que tengo razón.
— Candy, no es que sea un engreído, es que me quiero tal y como soy. Creo que tengo una cara bonita, un cuerpo bonito y una voz bonita. ¿Hay otros mejores que yo? Sí, miles. Pero yo me gusto tal y como soy – me encogí de hombros, cogiendo otra porción de pizza para mí –. Y eso es algo que deberías aprender a hacer.
— ¿Qué dices? – preguntó, arqueando una ceja.
— Candy, eres preciosa... – sonreí, mirándola – Eres tan bonita que a veces hasta me duele mirarte. Y sin embargo crees que eres poca cosa. Como me gustaría hacerte ver lo equivocada que estás... – me encogí de hombros nuevamente, mientras daba un mordisco a mi pizza.
— Harry... – murmuró, mirándome sonrojada.
— Guapa.
— Tonto.
— Preciosa.
— ¡Harry!
— ¡Come y deja de reprocharme y entonces me callaré! – reí.
— Bien.

Candy frunció la nariz de una manera adorable y empezó a comer su porción de pizza mientras me iba mirando de reojo. Cuando terminamos la pizza, aparté el plato hacia el fondo de la mesa para poder subir los pies sobre ésta. Candy sonrió y se puso de pie para echar un par de troncos de leña a la chimenea antes de regresar a mi lado y acurrucarse sobre la manta.

— ¿Sabes? Me gustaría que pudiéramos estar así para siempre... – susurré, subiendo sus piernas sobre las mías.
— Se volvería aburrido.
— Nada puede ser aburrido contigo a mi lado.
— Harry, por favor...
— Perdón, sé que soy muy cursi a veces... pero es que me tienes tan loco, muñeca.

Candy sonrió con timidez y bajó la mirada. Yo acaricié sus piernas por encima de los leggins que llevaba, para luego tirar de ella para que quedara un poco más cerca. Me atreví a acariciar su mejilla, yendo muy poco a poco, ya que no quería que se pusiera nerviosa por mi cercanía.

— Creo que tu despiste en la cocina nos ha interrumpido antes en algo importante, ¿no? – susurré.
— Uhm no... no lo creo...
— Mientes fatal... – reí levemente, acercándome a ella.
— Harry... – murmuró nerviosa, separándose.
— Pero... antes querías besarme.
— Antes mis hormonas me han traicionado.
— ¿Tengo que ponerme a partir leña sin camiseta para que me beses? – arqueé una ceja.
— Puede ser – sonrió ampliamente.
— Eso es muy superficial, querida Candy.
— Harry – se quejó –, sabes que me pone muy nerviosa todo... esto – dijo, señalándonos a ambos.
— Tienes que ir acostumbrándote... tú misma lo has dicho: vas a acabar siendo mi chica.
— ¿Si te doy un beso en la mejilla te vale?
— No.
— ¡Harry! – rió, golpeando suavemente mi hombro.
— Venga, ya me has besado una vez.
— Ahí me pillaste con las defensas muy, muy – recalcó – bajas.
— ¿Te tengo que decir cosas bonitas como esa noche para que accedas a besarme?
— No voy a caer tan fácil hoy.
— ¿Ah no? ¿Ni siquiera si te digo que eres la chica más preciosa que he visto en mi vida?
— Ni siquiera así.
— ¿Ni si te digo que desde el primer momento en qué te vi, supe que lo que iba a haber entre nosotros iba a ser especial?
— No hay nada "especial" entre nosotros todavía, Harry.
— Está empezando a haberlo... – susurré, acercándome más a ella.
— Harry... – susurró, aquella vez sin moverse.
— Me encanta mirarte a los ojos... – murmuré, ya rozando sus labios – Me encanta como frunces la nariz cuando te resignas a aceptar lo que digo aunque no quieras o cuando te enfadas. Me encanta como te sonrojas cuando te digo cosas bonitas, o como sonríes cuando te digo lo guapa que eres... Me encantan las pequitas que tienen tus mejillas, son tan adorables que solo puedo pensar en besarlas todo el tiempo. 
— Está bien, Harry... – susurró, sonriendo pero negando con la cabeza – bésame ya.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora