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« Harry »
Cuando Candy y yo terminamos de desayunar, fui hacia la habitación, para coger mi móvil y mirar si tenía alguna llamada o mensaje. Al buscarlo en el bolsillo de mi abrigo, vi como estaba vibrando, pero antes de poder atender la llamada, ésta cesó. Miré la pantalla y vi unas 100 llamadas de mamá, así como mil mensajes de ella también. Hice una mueca y la llamé rápidamente, sabiendo que me caería una buena bronca por haber desaparecido así de casa.

— ¡Harry! – me chilló mamá nada más descolgar.

— Hola, mami – dije dulce, para que no se enfadara tanto.

— Ni hola, ni holo. ¿¡Se puede saber dónde estás!? – siguió gritando.

— Es que anoche Candy me llamó y bueno... estoy en su casa. He pasado la noche aquí. Con las prisas se me olvidó avisarte.

— ¡Pues no se te puede olvidar algo así, pedazo de tonto! – como chillaba tanto, aparté un poco el teléfono de mi oreja para que ella siguiera echándome la bronca sin que yo la oyera – ¡Es que eres idiota, Harry! ¿¡Sabes el susto que me he dado cuando he visto que todas tus cosas estaban aquí, pero tú no!? ¡Es que no te has llevado las llaves, ni la cartera, ni nada!

— Pero me acordé de llevarme el móvil – me defendí.

— Más te vale aprovechar este rato con Candy porque en cuanto vuelvas estarás castigadísimo.

— ¡Mamá, tengo veintidós años, no puedes castigarme!

— ¡Puedo hacer lo que me de la gana mientras vivas bajo mi techo! – sentenció antes de colgarme.

— Vaya mierda...  – susurré, guardando el móvil de nuevo.

— ¿Pasa algo? – preguntó Candy, entrando a la habitación.

— Mi madre se ha cabreado porque no la avisé al venir aquí y se ha asustado al no verme en casa... – me encogí de hombros y me acerqué a ella.

— ¡Es que eres tonto, Harry! – exclamó, golpeando mi hombro a la vez que yo rodeaba su cintura con mis brazos.

— ¡Oye, pero no me pegues! – me quejé, riendo levemente – Es que solo quería venir a verte... no me importaba nada más que no fueras tú... – susurré, rozando mi nariz en su mejilla.

— Sigue sin ser razonable. Es normal que tu madre se asustara y enfadara.

— Sí, dice que en cuanto llegue a casa me castigará – rodé los ojos –, ni que fuera un niño pequeño, ¿sabes?

— Irse de casa así, sin avisar ni nada, muy de adulto no es – negó ella –. Tengo que ir a la editorial, acaban de llamarme, y tengo que salir ya... Así que te toca ir a casa y aguantar tu castigo.

— ¿No puedo quedarme aquí? – hice un puchero – No quiero quedarme todo el día encerrado en casa sin salir, Candy.

— No, haber pensado antes en ello.

— Pero...

— No.

— Candy... – me quejé, frunciendo el ceño y haciendo un puchero.

— Ni Candy ni nada – sonrió, acariciando mi mejilla –, te tienes que ir.

— Vale, pero solo si me das un beso... sino me quedaré aquí esperando a que me lo des.

La vi reír levemente y se puso de puntillas para dar un corto beso sobre mi mejilla. Yo sonreí y negué con la cabeza, agarrando sus mejillas para atraerla hacia mis labios. Ella sucumbió rápidamente, dejándose llevar en la dirección y empezando a besarme en cuanto sus labios y los míos hicieron contacto. Sus brazos empezaron a subir lentamente por mi torso, hasta rodear mi cuello con ellos. Yo, a la vez, bajé los míos hasta su cintura y la acerqué más a mi cuerpo. Si me hubiera besado solo por unos segundos más, la habría hecho saltar sobre mi cintura y luego la habría llevado a la cama... pero se separó para tomar aire y luego dejar un corto beso sobre mis labios antes de separarse definitivamente.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora