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« Harry »
Las pestañas de Candy estaban curvadas, sombreando la zona bajo sus ojos. Miré sus mejillas, adornadas con pequeñas pecas a conjunto con su cabello pelirrojo, que caía desordenado, cubriendo algunas partes de su cara. Aparté aquellos mechones para poder observar bien su cara. Era tan guapa. Sonreí, pasando levemente mi brazo por su cintura, para medio abrazarla, sin hacer demasiada fuerza para no despertarla y que no se enfadara.

— Harry suéltame – susurró con voz de dormida, con los ojos aún cerrados. 
— ¿Estás despierta?
— Más o menos... – gruñó – Ahora deja de abrazarme.

Asentí levemente con la cabeza, sacando mi brazo de alrededor de su cuerpo. Candy se dio la vuelta y se acurrucó bajo las mantas y sábanas. Yo sonreí, contento de estar con ella ahí, aunque no quisiera ni que la abrazara. Estar con ella era suficiente.

— ¿Candy? – pregunté suavemente – ¿Princesita mía? – no hubo respuesta. Al parecer se había vuelto a dormir.

Me levanté de la cama, con mucho cuidado para no despertarla, y fui hacia la habitación de al lado, que resultó ser el cuarto de baño. Una vez ahí le robé algo de colutorio a Candy, que era lo mejor que tenía ante mi falta de cepillo de dientes, y usé el baño, asegurándome de bajar la tapa si no quería que Candy me cortara el pene. Luego me lavé las manos y fui hacia la cocina. Abrí los armarios en busca de algo que poder preparar para desayunar. Pero lo único que encontré fue café, tanto normal como descafeinado, y algunas botellas de leche. Busqué en la nevera, pero en ésta solo había algunas frutas, huevos, lechuga y algunas verduras y hortalizas más. Estaba muy vacía. No podía usar nada de eso para preparar algo rico.

Fui a la habitación de nuevo y vi a Candy durmiendo tranquilamente. Aún tenía tiempo. Cogí mi chaqueta, me la puse, igual hice con mis zapatos, y luego salí de la cabaña de Candy para ir corriendo a la mía. Cogí varias cosas de la cocina y regresé a la casa de la chica pelirroja, que seguía acostada.

Volví a la cocina y empecé a preparar unos pancakes que acompañaría con frutos del bosque –que Candy tenía en la nevera– y unas tazas de café. Mientras el café terminaba de hacerse, busqué en los armarios una bandeja que poder usar para colocar el desayuno. Cuando lo encontré, dejé ahí el plato con los pancakes y las dos tazas. Serví un café con leche para mí y uno solo grande para Candy, llevando igual una pequeña jarrita con leche por si ella quería echarle. Cogí el bote de nata que había traído de mi casa, lo agité, y lo eché en forma de espiral sobre los pancakes. Perfecto.

Cargué la bandeja y, con cuidado, la llevé hasta la habitación. Me senté sobre la cama, al lado de la pequeña pelirroja, y la llamé con voz suave.

— Candy...
— ¿Qué quieres? Pesado... – gruñó de mal humor. 
— Te he traído el desayuno... – le dije cariñosamente. 
— ¿En serio...? – Candy abrió los ojos lentamente y dirigió su mirada directa a la bandeja con comida – Oh... vaya... No te he pedido que me hicieras el desayuno. 
— Con un “gracias” es suficiente.
— Sí, está bien... Gracias, Harry – dijo, incorporándose hasta quedar sentada.
— Ayer me pareció ver que tomabas el café solo – dije, señalando su taza –, pero he traído leche por si acaso.
— Solo le echo una gota de leche... – explicó, cogiendo la pequeña jarrita y vertiendo un poco de leche en su café.
— ¿No le pones azúcar?
— No.
— ¿No es muy amargo?
— No para mí, me gusta así – se encogió de hombros, dando un sorbo al café.
— ¿Puedo probarlo?
— No, no quiero beber de la misma taza que tú.
— Oh vamos, ya nos besamos ayer.
— Me besaste.
— Nos besamos, fuiste tú la que saltaste encima mío mientras yo enumeraba todo aquello que me gusta de ti.
— Bueno, como sea... – murmuró molesta, apartando la mirada.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora