⑤①

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« Candice »
Después de haber cenado algo, en lo que no nos molestamos demasiado en cocinar, Harry y yo fuimos hacia la habitación. Él no había vuelto a pronunciar palabra sobre lo que quería hacer; y esperaba que no lo hiciera, porque realmente ya no me veía demasiado capaz. Al menos no en el momento en que nos fuimos a la habitación. Aproveché que Harry fue al baño, para ponerme mi pijama: unos leggins y una camiseta ancha. Luego me metí en la cama, cubriéndome con las sábanas hasta la nariz, y encendí la luz que había en la mesita de noche, para tomar el libro que había en ésta, y ponerme a leer. Poco después, Harry salió del baño, llevando únicamente su ropa interior. Sentí como mis mejillas se sonrojaban, así que solo volví mi mirada de nuevo hacia el libro.

Sentí como Harry se metía también en la cama y no tardé demasiado en notar sus manos acariciando mi pierna derecha, que era la que quedaba más cerca de él. Su cuerpo se acercó al mío y bajó un poco las sábanas para poner sus labios sobre mi cuello, haciéndome sentir en éste su cálida respiración. Me tensé levemente al sentirle, intentando apartarle empujándole levemente con mi codo.

- Muñeca, no creas que vas a leer esta noche... no vas siquiera a descansar - susurró con sus labios pegados a mi oído aquella vez, para luego atrapar mi lóbulo entre sus dientes y tirar muy suavemente de él -. Voy a hacerte el amor durante toda la noche.

- No, Harry... - negué, intentando apartarle de nuevo.

- Pero... - empezó a quejarse.

- Pero nada, no quiero hacerlo...

- Deja al menos el libro y déjame besarte - pidió, haciendo un puchero -. No haré nada que no me permitas hacer.

- ¿Seguro?

- Segurísimo.

- Está bien...

Volví a colocar el punto de libro en la misma página donde había empezado y dejé el libro sobre la mesita de nuevo. Luego fui a apagar la luz, pero Harry no me dejó. Agarró mi muñeca y me movió hasta dejarme estirada boca arriba en el colchón. Él, poco a poco, se puso sobre mi cintura. Se quedó quieto por un momento, mirándome. Yo, tímidamente, llevé mi mirada hasta sus preciosos ojos verdes, que me miraban con intensidad, manteniendo su rostro serio. Dejé que luego mis ojos recorrieran la marcada línea de su mandíbula, pasando luego a los largos rizos que caían a ambos lados de su rostro. Subí mi mano lentamente a ellos y enredé uno de los rizos alrededor de uno de mis dedos. Él sonrió y se agachó, muy poco a poco, hasta que sus labios rozaron los míos, solo por un segundo.

- Te quiero, muñeca.

Su voz parecía sonar como música en aquel momento, saliendo entre sus finos labios como el hilo de una sinfonía, y llegando hasta mis oídos para bendecirlos con el sonido aterciopelado del cuarteto de cuerda que parecía formar su garganta. Entonces, empezó un beso de verdad. Sus labios y los míos parecieron fundirse como si de oro se tratasen, creando la joya más preciosa del mundo, que era nuestro beso. Sus manos subieron muy poco a poco hasta mis mejillas y las dejó sobre éstas, haciendo algo de presión para mantenernos unidos, temiendo que fuera a separarme. Pero en aquel momento se me habían olvidado todas y cada una de las anécdotas graciosas que Niall me había contado, se me había olvidado mi fobia, se me había olvidado incluso hasta mi nombre; solo podía pensar en lo bien que Harry besaba y como me gustaría que lo hiciera para siempre.

Paulatinamente, y sin ni siquiera darme cuenta de cómo pasó, el ritmo del beso fue acelerando, hasta pasar de un lento adagio hasta el más rápido allegro. Harry se dio la vuelta, llevándome con él, hasta que él acabó sentado sobre el colchón y con su espalda apoyada en la pared, mientras que yo estaba sobre su cintura. Sus grandes y cálidas manos fueron hasta mi cintura y apretó en ella sus dedos, por dentro de mi camiseta. Poco a poco, su boca se separó de la mía, y empezó a dejar cortos besos, humedeciendo mi piel. Primero pasó por mi mejilla derecha, luego bajó hasta mi barbilla, para terminar en mi cuello, donde se mantuvo. Sus besos eran intermitentes, pero cada vez los daba más y más rápido, hasta que mi piel quedó acorralada entre sus labios, haciéndome sentir cómo la succionaba con suavidad para no hacerme daño; por lo que jadeé, echando mi cabeza hacia atrás y dejando que él hiciera eso que tan bien se le daba.

Portobello Road « London in love 1 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora