𝐕𝐈𝐈

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Rosella avanzaba junto a Benedict Blackwood, sumida en sus propios pensamientos mientras cruzaban la puerta de la sala común. Aunque las primeras semanas como prefecta habían sido un torbellino de responsabilidades, ahora, con un respiro merecido, Benedict la había buscado ese sábado.

—¿Qué te parece si salimos el próximo viernes? —preguntó Benedict, esbozando una sonrisa que ocultaba algo más profundo.

—Sí, está bien. —Rosella aceptó de inmediato.

—Bien. Por cierto, en dos semanas comienzan las prácticas de Quidditch para los que quieran audicionar. Cho ya no estará el próximo año, quizás sea tu momento para ocupar su lugar —propuso Benedict mientras ascendían por las escaleras que conducían a las habitaciones. 

—¿En serio? Entonces la buscaré; he platicado con Ginny —abrió la puerta de su habitación y, antes de entrar, Rose se detuvo.— Me ha convencido para audicionar este año —miró a Benedict.

—Bien, entonces nos vemos después —Rose asintió mientras observaba a Benedict alejarse.

Con una sonrisa, Rose cerró la puerta detrás de ella. Sin embargo, al girarse hacia su escritorio, su expresión de alegría se desvaneció en un instante cuando se sobresaltó, dando un respingo involuntario.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rose, con la mirada fija en Draco, que se encontraba inesperadamente en su escritorio.

Draco esbozó una sonrisa intrigante mientras se levantaba del asiento, como un fantasma del pasado que emergía en el presente de Rose. La habitación parecía más pequeña de repente, con el aire cargado de tensiones.

—Está claro, ¿no? Venía a buscarte, así que supuse que, como tú saliste de mi habitación como si nada, yo podría entrar a la tuya como si nada —dijo Draco, deslizando sus palabras con una confianza que dejó a Rose sin palabras.

—Bueno, ¿qué quieres? —Rose quitó su túnica y la dejó en su mueble, —No tengo tiempo, necesito comenzar a hacer un trabajo —añadió, mirándolo con expresión imperturbable.

A pesar de que Draco intentaba ocultar su sorpresa, le resultaba extraño ver a Rosella actuar con tanta calma. La Rosella Granger que conocía siempre había sido la niña invisible a lado de su hermana Hermione, la que vivía a la sombra del renombre de la otra. Draco se dio cuenta de que su plan llevaría más tiempo del que había anticipado. Verla tan confiada, con ese aire de orgullo que gritaba su pertenencia a Ravenclaw, irritaba a Draco. Odiaba que ella se enorgulleciera de algo que él no podía arrebatarle, y el hecho de que ella estuviera tan segura de sí misma despertaba en él una mezcla de molestia y curiosidad.

—Me debes las gracias por devolverte tus calcetas y una disculpa por irme de mi habitación —dijo Draco, provocando que Rose se girara y comenzara a reír.

—Malfoy, siempre me has parecido un poco misterioso, pero eso es solo tu porte. Sigues siendo un hombre —sonrió Rose,— Vete de mi habitación.

Pero Draco no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente y rendirse. Se acercó lentamente, haciendo que Rose retrocediera hasta chocar con su mueble, aunque ella no desvió la mirada.

—¿Te estoy intimidando, Granger? —dijo Draco, mientras acariciaba su mejilla con una sonrisa juguetona, desafiándola a sostener la mirada. La cercanía entre ellos generaba una tensión palpable, como dos fuerzas opuestas a punto de colisionar.

Rose tragó con nerviosismo ante la presencia imponente de Draco. Le costaba sostener su mirada, especialmente cuando su mente se llenaba de imágenes provocativas de ambos en la habitación de Draco, explorándose mutuamente con una intensidad que rozaba la lujuria desenfrenada.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora