𝐗𝐗𝐈𝐗

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El mes de febrero continuaba su curso con una cadencia apacible, aunque para Rosella, cada día parecía ser un oasis de mejoras en medio de sus preocupaciones. Hermione se hallaba inmersa en la vorágine de exámenes, concentrada en sus estudios, lo que otorgaba a Rose la oportunidad de compartir su tiempo con Draco, aunque ello demandara una discreción meticulosa para evitar suspicacias.

Ese día, Theodore apareció como el héroe de la tarde con una bolsa llena de comida robada de las cocinas del castillo. Con su botín en mano, los tres decidieron juntarse a orillas del lago, lejos de miradas curiosas y profesores regañones. Rose se enfundó en una de las túnicas de Slytherin que Draco le prestó, como un camuflaje improvisado en caso de emergencia.

—¿Hace cuánto que no compartimos una comida juntos?, extrañaba esos momentos —suspiró Theodore mientras se acomodaba en la silla.

—Nunca hemos compartido una comida, Nott. Esta es la primera vez —respondió Draco con confusión, recargándose despreocupadamente en el tronco de un árbol.

—Exactamente, eso es porque lo único que comes es a Rosella —comentó Theodore con una sonrisa pícara, provocando que el rostro de Rose se tiñera de un ligero rubor.

—Sabía que ibas a sacar eso a colación —comentó Draco, acostumbrado a los chistes de su amigo.

—Me conocen tan bien —suspiró Theodore, mirando a sus amigos con complicidad—. ¿Entonces, qué opinan de la idea de adoptar un hipogrifo cuando nos vayamos a la cabaña? 

Rose levantó una ceja, intrigada. 

—Un hipogrifo, ¿en serio? —preguntó Rose, divertida—. ¿Y quién se encargaría de cuidarlo?, por lo menos —¿Sabes algo sobre criar hipogrifos? —inquirió Rose, aunque en realidad estaba bastante segura de la respuesta.

Theodore, con una chispa de diversión en los ojos, respondió con entusiasmo: —No, pero sería divertido ver a Draco tratando de convencer a uno de que es un pollo —recordando con cariño el incidente de tercer año que aún provocaba risas entre ellos.

—¡Siempre encuentra la manera de humillarme! —exclamó Draco con una mezcla de indignación y diversión.

Rose soltó una risa ligera mientras continuaba disfrutando de su comida. El calor del momento y la idea de un futuro libre de conflictos eran tan reconfortantes como el aroma de la comida que tenían delante.

—Rose, ¿alguna vez has considerado qué harás cuando finalmente logremos salir de aquí? No creo que podamos regresar, al menos no hasta que todo esto se resuelva —le preguntó Theodore.

—No lo he pensado —respondió Rose, sus ojos buscando respuestas en el vacío.

Theodore suspiró, preocupado por el futuro incierto que les aguardaba.

—Bueno, más te vale empezar a pensar en cómo pasarás tus días, porque no quiero escuchar el chirrido de los muebles siendo utilizados para otras cosas —advirtió Theodore, con un toque de humor oscuro—. Soy fácil de despertar, ¿entendido?

Draco, incómodo con la dirección de la conversación, intervino.

—¡Por Merlín! ¿No puedes hablar de algo más ligero? —dijo Draco, tratando de cambiar el tono del ambiente.

Theodore sonrió, como si disfrutara de hacerlos sentir incómodos.

—Cuánta incomodidad, pero cuando están solos, ni siquiera quieren hablar —se burló Theodore, deteniéndose—. En fin, al menos me alegra tenerlos aquí. Sé que Morgan no se acerca a nosotros porque teme que su familia la obligue a matar a Rose, pero la extraño. También a Blaise.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora