𝐗𝐋𝐕

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Los días se deslizaban con una monotonía desafiante para Draco. Aunque sentía la urgencia de asegurarse de que Rosella estuviera bien, la sombra de la lealtad hacia los mortífagos pesaba sobre él. Atravesaba el dilema de su doble vida, una en la que debía aparentar fidelidad al oscuro grupo al que pertenecía y otra donde sus verdaderos anhelos y afectos residían en los momentos compartidos con Rosella.

Los encuentros furtivos se convirtieron en una danza delicada entre la precaución y la necesidad. Draco visitaba a Rosella, ocultando sus motivos a los ojos de los mortífagos, quienes no debían sospechar de sus verdaderas intenciones. Regresaba a la mansión con la carga de su secreto, anhelando los momentos en los que podía abrazar a Rosella y compartir la experiencia de su embarazo. Cada regreso a la oscura residencia lo llenaba de un desasosiego que solo se aplacaba al pensar en el nuevo ser que crecía en el vientre de la mujer que amaba.

A medida que avanzaba el mes de noviembre, la tensión entre sus dos mundos alcanzaba un punto álgido. Las misiones para cazar a los "sangre sucia" aumentaban, y Draco se veía atrapado en la vorágine, liderando junto a Isadora un grupo de mortífagos. Los días pasaban sin la oportunidad de encontrarse con Rosella.

Finalmente, cuando la oportunidad se presentó, Draco se deslizó sigilosamente hacia la casa de sus padres. El crujir de las hojas secas bajo sus pies contrastaba con las risas que resonaban desde el pequeño jardín trasero. El sonido familiar avivó la esperanza en su pecho, la promesa de un respiro en medio de la oscuridad que lo envolvía.

Draco observaba desde la distancia a Theodore y Rosella, quienes compartían risas y complicidad en una tranquila tarde en el jardín. El sol acariciaba sus rostros, pintando una escena serena y llena de calidez. Se encontraban sentados en una pequeña banqueta, donde Theodore rodeaba con ternura los hombros de Rosella, formando un cuadro de complicidad entre ambos.

Entre risas, Theodore planteó la sugerencia de llamar al hijo que esperaban "Wigglykins". La propuesta generó una carcajada espontánea en Rose, quien rápidamente la descartó con un tono divertido.

— Jamás —respondió Rose con una risa melodiosa,— Suena ridículo y le harán burla. No quiero que mi hijo tenga nombres extraños.

Theodore, con su característico sentido del humor, no pudo evitar replicar con una broma sobre el nombre Draco.

— Bueno, Draco tampoco es un nombre muy formal que digamos. Lo salva que sea rubio y guapo, pero de ahí, es dudoso —se burló Theodore.

Draco, desde su posición, sostuvo la mirada hacia Theodore y Rose. El contraste entre la alegría que emanaba de ellos y la leve punzada de dolor que sentía en su pecho no pasó desapercibido para él. Aunque la imagen le resultaba dolorosa, también comprendió que Rosella parecía no extrañarlo en exceso. Sin embargo, una extraña calma le invadió al darse cuenta de que, de alguna manera, ella no se quedaría sola si algo le sucediera a él.

Aunque la presencia de Theodore le resultara incómoda en ciertos momentos, no podía negar que el aprecio que el amigo mostraba hacia Rosella le ofrecía un consuelo.

— Ay... el bebé pateó, ¿Lo ves? Está defendiendo a su padre, aunque me está doliendo a mí y debería dolerte a ti —dijo Rosella con una mano acariciando su vientre, mientras una expresión de molestia se dibujaba en su rostro. — Cada vez que menciono a Draco, se vuelve loco. Narcissa comentó que así se comportaba Draco cuando ella mencionaba a Lucius.

— Es su padre, está más que claro que lo está defendiendo —respondió Theodore colocando su mano sobre el vientre de Rosella, intentando tranquilizar al pequeño alborotador en su interior.— Está bien, Willy, ya no hablaré de tu papá.

— ¿Willy? —intervino Rose, soltando una risa ligera,— Deja de inventarle esos nombres, son horrendos.

— No son horrendos, mis hijos recibirán esos nombres —argumentó Theodore, manteniendo su postura con orgullo.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora