𝐗𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈

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Rosella se encontraba en medio de una escena angustiante, con la voz penetrante de Benedict resonando en sus oídos como un eco de sus peores pesadillas.

—Rosella, ¿cómo es posible que vivas en paz después de lo que me hiciste? —la voz de Benedict cortaba el aire con una mezcla de ira y desprecio.

—Eres tú quien quería dañarme —respondió Rosella con la voz entrecortada, sus palabras apenas audibles entre susurros de dolor.

De repente, el escenario cambió abruptamente. Ahora, Benedict la sostenía con fuerza, sus manos la tocaban sin piedad mientras ella luchaba por liberarse. La sensación de asfixia era abrumadora, y Rosella, con lágrimas en los ojos, intentaba desesperadamente encontrar su voz, pero no podía.

—¿Es esto lo que te gusta, Granger? —preguntó Benedict con una risa sádica.

Rosella, impotente, lloraba en silencio, tratando de emitir un grito que se quedaba atrapado en su garganta. La incapacidad de hablar o liberarse la sumía en un estado de desesperación. Benedict, con una risa sádica que perforaba su alma, disfrutaba del tormento que infligía a Rosella, alimentándose de su miedo como si fuera un manjar.

—¡Déjame ir! —gritó Rosella, su voz apenas un susurro en el abismo de su propia pesadilla.

Benedict, indiferente, continuaba su tormento, sus palabras cargadas de malicia.

—Tú lo provocaste, Granger. ¿No disfrutas de este pequeño juego?

Rosella, impotente, continuaba luchando en un silencioso grito de desesperación.

—¡No! ¡Por favor, detente! —suplicó, pero las palabras parecían perderse en la oscuridad.

En un parpadeo, Rosella abrió los ojos. Ahora estaba en la seguridad de los brazos de Draco, quien la sostenía con firmeza, tratando de calmarla.

—Rose, ¿estás en mi habitación? —preguntó Draco, intentando tranquilizarla—. No hay nadie aquí, Rose, nadie te hará daño.

Aún temblando y con lágrimas que caían como un torrente, Rosella asintió, fusionándose en el abrazo reconfortante de Draco.

—Él estaba de nuevo ahí —susurró Rose entre sollozos, recordando la pesadilla—. Estoy cansada, Draco, solo quiero dormir, pero no puedo —añadió, llorando con fuerza mientras se aferraba a él en busca de consuelo.

Rose había pasado la última semana sumida en una pesadilla que la atormentaba sin piedad. La figura de Benedict y su muerte se repetían una y otra vez en sus sueños, convirtiendo sus noches en un tormento constante. Snape había logrado filtrar la información de que Rosella, en una práctica individual de Quidditch, había sufrido un accidente. No obstante, la ausencia de Benedict empezaba a levantar sospechas entre los que lo conocían.

Con los esfuerzos de Snape y Theodore, la familia de Benedict y hasta Isadora parecían haber olvidado por completo al joven después del hechizo que se les fue aplicado, como si su existencia se hubiera desvanecido en el aire. Sin embargo, su recuerdo seguía presente en Hogwarts, atormentando especialmente a Rose, que se sentía atrapada entre la culpa y el miedo.

Draco intentaba consolarla, tratando de calmar su desesperación.

—Tranquila, cariño. Todo está bien —insistió Draco, pero Rose no podía encontrar consuelo.

—No está bien —respondió Rose con desesperación—. No es justo. No es justo que sienta esta culpa. Él era el que iba a hacernos daño —añadió entre lágrimas, mientras su dolor se expresaba en cada palabra.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora