𝐗𝐗𝐗𝐕

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Los días transcurrían para Rosella en una relativa normalidad, como si el hechizo de Snape hubiera tejido una manta protectora a su alrededor. Las pesadillas que antes la atormentaban se habían disipado, permitiéndole recuperar su rutina diaria y concentrarse en sus estudios. Sus notas, sorprendentemente, comenzaron a ascender, disipando cualquier sospecha que pudiera recaer sobre ella. Sin embargo, mientras su vida volvía a la normalidad, Draco Malfoy llevaba consigo un peso que no se disolvía tan fácilmente.

En las profundidades de su memoria, Draco conservaba el recuerdo de aquella noche fatídica, un recordatorio adicional de las numerosas maldiciones que ya cargaba. La imagen de Rosella, bajo el influjo de la magia oscura, perpetrando un acto tan atroz como el asesinato, estaba grabada en su mente. Cada vez que se encontraba con ella, las sombras del pasado se proyectaban sobre su rostro, y un temor palpable se apoderaba de él.

El temor de Draco no se centraba en la reacción actual de Rosella, sino en el riesgo latente de que la joven bruja recuperara la memoria de aquella fatídica noche. La idea de que el recuerdo la consumiera hasta el punto de desencadenar una espiral mental incontrolable lo atormentaba. Temía que, al recordar lo sucedido, Rosella pudiera perderse en un abismo sin retorno, donde ni él ni nadie pudiera alcanzarla o ayudarla.

"No quiero que ella vuelva a mí muerta porque alguien de los tuyos le hizo daño", resonaban las palabras de Hermione en la mente de Draco cada vez que se topaba con Rosella. Esa frase se convertía en un eco constante. La conexión entre ellos, marcada por la tragedia, hacía que Draco temiera no solo por la salud mental de Rosella, sino también por su propia cordura ante la carga de responsabilidad que llevaba consigo.

—¿Amor? —la voz de Rosella sacó a Draco de sus pensamientos, haciendo que dirigiera su mirada hacia ella,— ¿Estas bien? —inquirió, sus ojos verdes buscaban respuestas en los ojos grises de él.

—Sí, tengo tarea que hacer y no sé si seguir con esta o pasar a la otra materia —respondió Draco, manteniendo su atención en el libro que yacía abierto frente a él.

—Bien —dijo Rose, dejando escapar un suspiro antes de retomar la escritura en su pergamino.

—Draco, ¿realmente estás bien? Pareces un poco distraído —preguntó con preocupación.

Draco suspiró y cerró el libro, desviando finalmente su atención hacia ella. —Es solo que... estoy pensando en algunas cosas. No es nada importante, no te preocupes.

Draco había llevado a Rosella a la biblioteca con la intención de que ella pudiera avanzar en sus tareas, evitando así que Hermione pudiera reprocharle por su falta de dedicación académica o por su ausencia en las clases.

A medida que los días avanzaban, Rosella notó una sutil transformación en la actitud de Draco. A pesar de que los recuerdos del traumático incidente habían sido magicamente suprimidos de su mente, la distancia emocional de Draco se hacía evidente, especialmente cuando Rose buscaba una conexión más profunda. Cada intento de acercarse demasiado, de profundizar en la intimidad más allá de simples besos, encontraba una resistencia por parte de Draco. No era que él estuviera cambiando, sino que se trataba de un gesto de precaución y respeto.

La sombra del recuerdo de Benedict y su intento de violencia persistía en la conciencia de Draco. El hecho de ver a Benedict tocar a Rose de manera amenazante y sentir la impotencia de no poder evitarlo lo atormentaba. Draco se resistía a avanzar más allá de ciertos límites con Rose, no por una falta de deseo o afecto, sino por el temor de que cualquier avance pudiera desencadenar recuerdos dolorosos en la mente de ella.

Rosella, a pesar de los esfuerzos por borrar de su mente el suceso que transformó su vida, notaba un cambio palpable en la actitud de Draco. En particular, cuando intentaba acercarse más allá de simples besos, Draco la detenía. Cada vez que Rosella intentaba tocarlo o provocar algo más íntimo, él se resistía. Sin embargo, ese rechazo no era un reflejo de un cambio en Draco; más bien, él se encontraba atormentado por la culpa.

La razón detrás de la reticencia de Draco no era un distanciamiento emocional, sino todo lo contrario. No quería aprovecharse de que Rosella había olvidado el incidente con Benedict. El recuerdo de ver a Benedict a punto de atacar a Rose, quien se encontraba indefensa, hacía que Draco se sintiera culpable. Temía que cualquier contacto físico pudiera hacer que Rosella recordara ese traumático episodio.

Después de completar sus tareas, Draco y Rosella se dirigieron a la sala común de Ravenclaw, aprovechando la tranquilidad del pasillo. Al llegar a su habitación, Rose comenzó a organizar sus cosas para el día siguiente. Al quitarse la túnica y quedarse solo con una blusa de manga corta, notó moretones en sus brazos que aún no se habían desvanecido.

—¿Puedes creer que no recuerdo haberme lastimado tanto? —comentó Rose mientras examinaba sus brazos. —Tengo también en la espalda, otro cerca de mi abdomen —añadió, girándose hacia Draco.

—Fue una caída fuerte —respondió Draco, colocando su túnica junto a la de ella.

—Sí, eso supongo. ¿Sabes si dejé mi blusa larga azul en tu habitación? La que siempre uso para dormir, tampoco la encuentro.

—Debería estar allí. La buscaré luego —aseguró Draco, visiblemente nervioso ante las repentinamente detalladas preguntas de Rose.

—Bien, ¿te quedarás conmigo, verdad? —preguntó Rose, acercándose a Draco y posando sus manos en las caderas de él, recargando su cabeza en su pecho.

—Sí, solo mañana no estaré porque tengo otras cosas que hacer —respondió Draco, colocando su mano en la espalda de Rose.

Elevó la mirada y asintió al escucharlo. Draco le dedicó una ligera sonrisa y luego le dio un beso corto pero profundo. Cuando se separó, Rose tomó su mejilla suavemente y lo besó de nuevo, prolongando el beso. Cuando Draco colocó sus manos en la cintura de Rosella, ella pensó que finalmente podrían pasar la noche juntos y que sus preocupaciones sobre si él ya no la deseaba eran solo imaginaciones suyas.

Sin embargo, la ilusión se desvaneció cuando Draco sintió la necesidad de volver a tenerla desnuda ante él para hacerla suya. La separó, dejando a Rose mirándolo con confusión en los ojos.

—Mañana te espera un examen importante; sería sensato que descansáramos —comentó Draco, alejándose de ella con una cautela que denotaba cierta preocupación,— Voy a cambiarme en el baño; tú puedes hacerlo aquí —tomó su conjunto de ropa para dormir, y sus ojos se encontraron con los de Rose.

—¿Por qué en el baño? —inquirió ella, buscando comprender sus motivos.

—Para que tengas tu espacio y privacidad —respondió Draco, distanciándose y dejando a Rose intrigada.

Rosella no lograba descifrar la peculiar conducta de Draco, lo cual sembraba en ella una incertidumbre que empezaba a germinar como semillas de inseguridad. La idea de que él pudiera estar perdiendo interés cruzó su mente, generando una sombra de duda en su relación.

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Como pregunta que no tiene que ver con la historia, ¿Les gustaría leer una historia de Tom Riddle?







𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora