𝐅𝐚𝐦𝐢𝐥𝐢𝐚 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 - 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫

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Dos años después

Las festividades navideñas desplegaban su manto festivo en la fastuosa residencia de los Malfoy, marcando una tradición que involucraba a Rosella y Draco como anfitriones. En esta ocasión, la majestuosa mansión albergaba a los progenitores de ambos, junto a otras parejas destacadas, como Hermione y Ronald, Theodore y Luna. Estas últimas parejas, que habían formalizado su relación el año anterior, se mezclaban entre risas y conversaciones animadas.

El comedor, impregnado del cálido resplandor de las luces navideñas, reunía a los comensales en una mesa elegantemente decorada. Ginevra Weasley y Harry Potter se sumaban a la velada, tejiendo un vínculo que iba más allá de los lazos de amistad. Mientras compartían historias y risas, Rosella decidió retirarse momentáneamente hacia la cocina para traer más viandas, y, siguiendo una costumbre gentil, Draco la siguió.

Parado en el umbral de la cocina, Draco contempló a Rosella con una mirada más penetrante que en años anteriores. La huella de la guerra había quedado atrás, y tanto él como Rosella habían hallado la manera de sobrellevar las ausencias de Morgan y Blaise. La joven mujer, cuidadosa en su atuendo, dejaba entrever de vez en cuando su incipiente barriguita de tres meses.

Mientras ella servía cuidadosamente carne y galletas de jengibre en su plato, Draco no pudo evitar sonreír ante la ternura de su gesto, anticipando la sorpresa que tenía reservada para los invitados.

Cuando Rosella volteó con su plato, Draco la sorprendió en la puerta de la cocina.

— ¿No crees que tener esas galletas en tu plato es un poco obvio? —inquirió Draco con una chispa traviesa en sus ojos grises,— Todos aquí sabemos que odias esas galletas.

Rosella se ruborizó ligeramente, una mano acariciando suavemente su vientre, un gesto inconsciente de complicidad con su embarazo.

— Lo sé, pero últimamente tengo más antojos de lo normal —confesó ella con una sonrisa tímida,— ¿Debería resistirme a las galletas? Pero es que hoy, simplemente, me apetecen.

Draco dejó escapar una risita, su corazón lleno de ternura por su esposa.

— No te preocupes, cariño. Déjalas. Hagamos esto divertido —sugirió Draco, con una mirada cómplice,— Come lo que desees.

Rosella asintió agradecida, llevando su plato a la mesa mientras el pequeño Zeph, su hijo de ocho años, la observaba con curiosidad. Sus ojos se abrieron sorprendidos al verla disfrutar de las galletas de jengibre, una elección que desafiaba su entendimiento.

— ¿No dijiste hace años que odiabas esas galletas? —interpeló Hermione, siendo la primera en notar la discrepancia.

— No solo lo dijo, ¡lo gritó! —añadió Theodore, con una risa juguetona.

En tanto, Ron, con su característica curiosidad, se unió al intercambio.

— ¿Las estás combinando con carne? —inquirió, intrigado por la extraña fusión de sabores,— Tendré que probarlo.

— Bueno, lo que pasa es que los antojos son completamente diferentes a los del embarazo anterior — comentó Rosella con una simpleza que dejó a todos intrigados.

Hubo un breve instante de silencio, como si las palabras de Rosella estuvieran suspendidas en el aire, hasta que finalmente la noticia se filtró en las mentes de los presentes. Hermione soltó un grito de emoción y se abalanzó sobre Rosella con un abrazo afectuoso, mientras Ron expresaba sus felicitaciones con un apretón de manos rápido dirigido a Draco.

— ¿El segundo? — exclamó Theodore sorprendido, con los ojos abiertos de par en par, — Ahora entiendo por qué mandaron a Zeph con nosotros y con Hermione mientras ustedes pateaban a la cigüeña para que les diera otro bebé.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora