𝐗𝐕𝐈

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Las semanas siguieron su curso inexorable, acercándose velozmente al esperado primer partido de Quidditch. Rose se encontraba sumida en su habitación, concentrada en concluir la última tarea de la semana. Al consultar el reloj, constató con sorpresa que ya eran la una de la mañana. Guardó cuidadosamente sus pertenencias para la clase del día siguiente y se encaminó hacia su cama. A punto de recostarse, su mirada se desvió hacia la puerta, esperando quizás encontrar la presencia de Draco al otro lado. No obstante, todo permaneció en silencio; la puerta se mantenía cerrada.

Fue en ese instante que recordó algo crucial: ella tenía acceso libre a su habitación, Draco nunca le había negado la entrada ni sugerido lo contrario. "Solo será una noche", se dijo a sí misma. Tomó su túnica y, procurando no hacer ruido, salió de la habitación. Se dirigió hacia el cuadro que ocultaba el pasillo secreto que la conduciría a la sala de Slytherin.

—"Slytherclaw" —susurró Rose, pronunciando la contraseña. El cuadro se abrió, permitiéndole el paso. Una vez dentro, el cuadro se cerró tras ella. Avanzó y murmuró: —Lumos. —La varita iluminó el camino y, de repente, saltó al aire.—¡Por Merlín! —exclamó, un grito que fue sofocado por la mano de Draco, quien emergió de las sombras. —¿Qué haces aquí? —añadió en un susurro más bajo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Draco confundido, frunciendo el ceño,— Creí que estabas en tu habitación.

—Yo pensé que estabas en la tuya —respondió Rose.

Draco se acercó, esperando encontrar algún indicio de molestia en el rostro de Rose, como la vez anterior cuando ella lo recibió con irritación por no haber visitado su habitación durante unos días. Sin embargo, esta vez era diferente; ella parecía ansiosa por atravesar el pasillo.

—¿Venías a verme a mi habitación? —inquirió Draco, anticipando una respuesta sarcástica por parte de Rose, como era habitual. Pero en lugar de eso, Rose guardó silencio. La varita de Rose iluminaba el lugar, y bajo su luz, Draco notó un leve rubor en las mejillas de Rose.—Maldición, Granger, te has vuelto descarada —murmuró Draco, reconociendo la inusual timidez en ella.

—Creí que eso era lo que más te ponía caliente—susurró Rose, sus mejillas ardiendo mientras mantenía su mirada fija en él, sus cuerpos casi rozándose.

—Y no te equivocas —respondió Draco.

Él tomó con ansias su rostro entre sus manos, anhelando sus labios y su tacto después de días de deseo acumulado. En ese momento, Draco no le daba importancia a las promesas que había hecho a Blaise; lo único que le importaba era perderse en Rose y olvidar la frágil línea que cruzó en el hospital, al borde de la muerte por su negligencia alimentaria. Draco presionó la espalda de Rose contra la fría pared del pasillo, pero la conciencia de que no podían quedarse ahí los invadió. Sabía que la discreción era esencial, sobre todo en un entorno donde las relaciones entre Slytherin y Ravenclaw eran objeto de miradas curiosas y chismes constantes.

Draco sujetó con firmeza las caderas de Rosella, mientras su mano libre exploraba con deseo los contornos de su cuerpo, sin importarle que la tela de su camisa interviniera en el contacto directo con su piel.

—Sabes que no podemos quedarnos aquí —murmuró Draco, su aliento cálido acariciando el oído de Rosella en sus susurros entrecortados.

—S-sí —asintió Rose, apenas controlándose ante la intensidad del momento.

Ambos regresaron apresuradamente a su habitación, tropezando ligeramente por la urgencia que Draco imponía a Rose. Casi chocaron al llegar a la puerta de la habitación de Rose, y una risa escapó de los labios de Draco cuando Rose intentó abrir la puerta, resultando en un pequeño y cómico incidente. Rose sonrió ante la ridiculez y la prisa compartida, hasta que finalmente lograron entrar. Ella se aseguró de colocar el seguro, sumergiéndose así en la privacidad.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora