𝐗𝐋𝐈𝐗

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Noche del incidente de Benedict

El cuerpo inerte de Benedict yacía en el suelo del Bosque Prohibido, abandonado por Snape y Blaise, quienes creían que la profusa hemorragia que manaba de su cuello le había arrebatado la vida. El viento susurraba entre los árboles, llevando consigo un manto de inquietud mientras el bosque guardaba el macabro secreto. Sin embargo, ni Snape ni Blaise se percataron de que la vida aún palpitaba débilmente en el cuerpo de Benedict.

Mientras tanto, en la penumbra de la torre de Ravenclaw, Isadora Winthrop se encontraba en un estado de aparente vulnerabilidad. Snape, con su habilidad para extraer recuerdos, creía haber dejado a la joven sin defensas. Pero, para su sorpresa, Isadora había escuchado cada palabra, cada movimiento, y había planeado su contraataque con meticulosidad.

Una vez que la puerta se cerró tras la salida de Snape, una sonrisa desafiante se curvó en los labios de Isadora. La falsa indefensión se disipó, revelando una mente astuta y determinada. Se apresuró hacia el Bosque Prohibido, siguiendo las huellas de los dos conspiradores. Encontrar a Benedict no fue tarea difícil; sus sentidos aguzados captaron la débil presencia del cuerpo inconsciente.

Isadora se acercó con cautela, sus ojos oscuros fijos en Benedict. Un hechizo sutil revivió al joven, quien, al recobrar la conciencia, llevó instintivamente sus manos hacia su cuello.

— Maldición, se sintió tan real cuando esa perra tonta me clavó eso en el cuello —murmuró Benedict, palpitando la zona afectada con gesto adolorido—. ¿Salió todo bien?

Isadora se enderezó con elegancia, ayudando a Benedict a ponerse de pie con la destreza propia de alguien acostumbrado a los movimientos sigilosos y precisos. Una sonrisa sutil jugaba en sus labios mientras sus ojos oscuros brillaban.

— Todo perfecto, ahora necesito darle la información a nuestro señor —anunció Isadora, su voz resonando con confianza y un toque de malicia—. Ambos tendremos nuestra venganza, Ben. Tú con Malfoy, yo con la Sangre Sucia, aunque ya sabes...

Benedict asintió, su mirada intensa reflejaba la misma sed de venganza.

— No tocaré a Malfoy hasta que termines embarazada de él —declaró Benedict con frialdad, sus ojos verdes centelleando con resentimiento—. Ese idiota, si no nos hubiera descubierto hace un año, el plan todavía seguiría su curso.

Isadora esbozó una media sonrisa, con una chispa de nostalgia en sus ojos.

— Nadie sabía que iba a estar en los vestidores ese día, nos hubiera visto de todas formas —comentó Isadora con simpleza, como si recordara una travesura pasada—. Ben, necesitamos el dinero de los Malfoy para tu familia. Cuando borremos a esa familia, él nos otorgará su apellido.

Benedict la miró con escepticismo, cuestionando sus motivos y la viabilidad de sus planes.

— ¿En serio crees que Voldemort te permitirá portar el apellido Riddle? —preguntó Benedict, su tono incisivo mientras la observaba fijamente.

Isadora soltó una risa sutil, revelando su confianza en sus habilidades y conexiones.

— Sí, mi familia ha trabajado con él durante años. Confía plenamente en mí. Soy la mejor dentro de los mortífagos, por alguna razón, soy la favorita de Bellatrix —se burló Isadora, con un destello de desdén hacia la lealtad de la otra mujer—. Esa loca. No queda otra opción que deshacernos de ella si queremos que Voldemort nos otorgue parte de su triunfo.

Benedict esbozó una sonrisa traviesa y, con un gesto apasionado, depositó un beso ardiente en los labios de Isadora. Mientras se separaban, la complicidad brillaba en sus ojos.

— ¿Y qué piensas hacer con Granger? Todos creen que estoy muerto, así que molestarla estando "muerto" no creo que pueda lograrlo —admitió Benedict, con una mirada inquisitiva.

Isadora, con una expresión intrigante, respondió con astucia:

— De eso me encargaré yo. Será pan comido adentrarme en su mente. Tú simplemente concéntrate en seguir las órdenes de nuestro señor. Avisa a los padres de Morgan sobre la amistad que está forjando con Rosella Granger —añadió, esbozando una sonrisa maquinadora.

Los oscuros ojos de Isadora brillaban con la promesa de caos. Perturbar cada día en la vida de Rosella Granger era su plan meticulosamente elaborado. Sin embargo, la intriga se apoderó de ella cuando, a pesar de ser una de las mejores entre los jóvenes mortífagos, descubrió que no podía ingresar a la mente de Rosella. Incluso su habilidad se veía eclipsada por la maestría de Snape. La frustración se reflejó en el rostro de Isadora mientras se enfrentaba a un obstáculo inesperado en sus siniestros designios.

29 de abril de 1998

El recuerdo de Isadora se aferraba a su mente como una sombra oscura mientras contemplaba el charco carmesí que se extendía bajo sus pies, resultado de las vidas de los muggles que acababa de segar sin piedad. La furia ardía en su rostro, un cóctel de resentimiento y fracaso. Todos sus elaborados planes se habían desmoronado como un castillo de naipes en el viento.

Hacía apenas unos días, la revelación de que su matrimonio era una farsa había desencadenado una ola de odio que se dirigía no solo hacia Rosella, sino también hacia Draco. La traición se cocía en su interior, y cada pensamiento estaba impregnado de una sed de venganza que ardía como un fuego voraz.

— Sur de Alemania, sin ningún rastro de ellos —informó Benedict con una mezcla de preocupación y expectación en su voz,— ¿Enserio crees que sigan huyendo?

Isadora, con los ojos llenos de rabia, respondió con seguridad:

— Sí, sé que estamos cerca. Los Malfoy son astutos, siempre lo han sido. Pero esta vez no ganarán. Todos ellos me hicieron parecer una tonta frente a él.

Mientras pronunciaba esas palabras, Isadora no podía apartar la mirada del cuerpo inerte que yacía frente a ella, un recordatorio tangible de su deseo de venganza. Sin embargo, a pesar de la oscuridad que la envolvía, una sonrisa retorcida se formó en sus labios.

— Pero he decidido que no los mataré a ninguno de ellos —añadió, sus ojos encontrando los de Benedict en un gesto desafiante.

— ¿Sí? ¿Y yo me veré beneficiado en algo? —preguntó Benedict, tomando por la cintura a Isadora con interés.

— Así es, tomaremos el plan inicial. Haré que se case conmigo, Draco será mi esposo, pero no nos separaremos. En realidad, tú te casarás con Rosella. Harás lo que quieras con ella, la embarazarás y luego mataremos al mocoso. Quiero que ambos sufran viéndose como los destruimos —declaró Isadora con frialdad,— Y después, cuando ambos se vuelvan locos por el dolor, dejaremos que se consuman en San Mungo.

— ¿Y cómo planeas hacer eso si no hay un maldito rastro de ellos? —inquirió Benedict con escepticismo.

Isadora lo miró fijamente: — No dormiremos ni hoy ni mañana ni los días siguientes, hasta que los encontremos —sentenció—. Hay que irnos, este lugar apesta.

Con pasos decididos, Isadora abandonó el lugar, dispuesta a encontrar a los Malfoy y arruinar cada minuto de sus vidas. Sabía que lograría su cometido y estaba determinada a que pagaran por cada engaño.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora