𝐗𝐋𝐈𝐈

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El aire de septiembre envolvía la cabaña con una frescura que anunciaba el cambio de estación, pero para Theodore, el mes traía consigo la inquietud de una despensa vacía. La comida se había desvanecido con sorprendente rapidez, llevando al hombre a la angustiante tarea de buscar sustento en el bosque circundante. Cada día era un desafío, dejando a Theodore con la preocupación creciente de abandonar a Rosella, quien ahora aguardaba pacientemente en la cabaña.

La sensación de abandono se intensificaba al imaginar a Rosella sola, especialmente porque la búsqueda se había intensificado. Rumores flotaban en el aire, alimentados por la teoría de que ella estaba en compañía de Hermione Granger y Harry Potter. La escasez de alimentos había obligado a Theodore a dejarla sola más a menudo, con la esperanza de prolongar sus días en ese lugar antes de considerar una partida.

Mientras Theodore luchaba contra la maleza en busca de algo comestible, Rosella se enfrentaba a su propia batalla en la cabaña. Con las escasas frutas que les quedaban, intentaba crear una ensalada que pudiera satisfacer el hambre y nutrir su débil cuerpo. Las semillas que plantó en un intento desesperado de asegurar un suministro futuro parecían demorar su crecimiento, y cada día que pasaba, su fuerza menguaba. La falta de sueño y el dolor continuo por la noticia del matrimonio de Draco con Isadora afectaban su habilidad para realizar magia de manera efectiva.

A pesar de su agotamiento, Rosella perseveraba. Picaba las frutas con lentitud, sus manos temblorosas revelaban la tensión que cargaba. Entre cortes cuidadosos, sus pensamientos vagaban hacia Draco, el eco de su risa y el recuerdo de los momentos compartidos. Las lágrimas, compañeras constantes, caían sobre las frutas cortadas, mezclándose con el verde y el rojo de la ensalada.

Mientras Rosella seguía sumida en su dolor, la reja del patio crujía al abrirse. Un destello de esperanza parpadeó en sus ojos cansados, pensando que finalmente Theodore había regresado. Pero la ausencia del característico grito de "RouRou soy yo" dejó un escalofrío de incertidumbre en el aire.

Dejó el cuchillo con lentitud sobre la tabla de cortar, como si el tiempo se hubiera ralentizado ante la posibilidad de una amenaza. En un acto casi milagroso, se deslizó con sigilo hacia la columna de la cocina, intentando esconderse en la penumbra que la rodeaba. Sin embargo, el tiempo conspiró en su contra, y la presencia inminente de los intrusos no le dio el espacio necesario para refugiarse en su habitación.

Con la varita en mano, sintiendo su corazón latir con fuerza, Rosella se preparó para enfrentar lo desconocido. La puerta se abrió lentamente, revelando la silueta de los intrusos. Una voz gruesa resonó en la calidez del hogar, confirmando que no estaban solos.

—Al parecer, hay alguien aquí —murmuró la voz, la cual resonó en la penumbra de la cocina—. El ambiente es cálido, está claro que alguien se esconde.

—Pues qué esperan, busquen a la sangre sucia —ordenó otra voz, más autoritaria y fría, sumiendo la atmósfera en una tensión palpable.

La varita de Rosella se iluminó con la energía mágica que desató en un rápido movimiento. Un hechizo protector destelló en la penumbra, revelando momentáneamente a los intrusos que avanzaban. Sin perder tiempo, lanzó otro hechizo ofensivo, haciendo que las luces parpadeantes iluminaran la sala en intervalos irregulares.

—¡Expulso! —gritó Rosella, buscando desesperadamente contener a los atacantes.

La danza de varitas llenó el aire con destellos y chispas, mientras las voces de los mortífagos resonaban amenazantes. Rosella, luchando con todas sus fuerzas, se esforzaba por mantenerse en pie. Cada hechizo lanzado era un acto de resistencia, pero la fatiga empezaba a minar su resistencia.

Los mortífagos, aprovechando la debilidad momentánea de Rosella, intensificaron su ofensiva. El aire se cargó con la oscura energía de hechizos letales mientras lanzaban maldiciones imperdonables hacia ella.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora