𝐋𝐈𝐈𝐈

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Parte I

El escenario se desvanecía en una neblina borrosa para Rosella, como si estuviera atrapada en un sueño pesadillesco. Mantenía sus ojos cerrados, sumergida en un mar de agónica desesperación mientras sostenía el cuerpo inerte de Draco. Cada sonido parecía distante, perdido en la penumbra de su dolor.

El frío del cuerpo de Draco se aferraba a ella, un recordatorio gélido de la realidad que se desmoronaba a su alrededor. Incapaz de pensar con claridad, anhelaba desesperadamente sentir el aroma familiar de Draco, ansiando su piel y sus caricias como si fueran la única conexión tangible con la vida que ahora se desvanecía.

Lágrimas saladas y el deseo urgente de aferrarse a los últimos vestigios de su amado la obligaron a abrir los ojos. Sus pupilas, dilatadas por la amalgama de odio y enojo que rugía dentro de ella, se encontraron con la escena macabra ante sus ojos.

— No es Draco —susurró Rosella con voz entrecortada, apartándose del cuerpo con un gesto de horror.

— Rosella, entiendo que sea difícil procesarlo, pero son ellos —murmuró Theodore, sosteniendo el cuerpo inerte de Morgan.

— No, no es él —respondió Rosella, mirando detenidamente el rostro y acariciando el cabello y la mejilla del cuerpo frente a ella—. Él odia el olor a melón y... el jengibre lo detesta tanto como yo. Odiaría esto, y hay algo más... un aroma que no encaja.

Entonces un recuerdo llego a ella, cuando Draco le revelo que Benedict seguía vivo:

— Sí, cariño. Perdón por no decírtelo antes, pero no quería que algo te pasara con tu embarazo. Ahora que Zeph está con nosotros, necesito que te cuides —explicó Draco con sinceridad, buscando calmar las dudas que invadían la mente de Rosella.

— No tienes que pedirme perdón —respondió Rosella, desviando la mirada hacia el pequeño que dormía plácidamente en sus brazos. Acarició suavemente la mejilla del bebé con la punta de los dedos antes de continuar—. Hiciste lo correcto. Solo que me gustaría recordarlo, necesito recordarlo. Si fueron capaces de hacerme querer creer que él había muerto, son capaces de todo.

La confusión se reflejaba en los ojos de Theodore mientras Rosella se inclinaba hacia el cuerpo. Cerró los ojos y aspiró profundamente. Un rastro de algo peculiar inundó sus sentidos, un olor que Draco Malfoy habría detestado.

— Este no es el aroma de Draco —declaró con voz temblorosa—. Draco odiaría este olor. Esto no es él.

Las lágrimas brotaron en los ojos de Rosella, mezclándose con la tristeza y la confusión. La falsa realidad que le habían presentado se desmoronaba, y el dolor de la pérdida real de Draco pesaba sobre ella.

El corazón de Rosella latía con fuerza mientras levantaba su varita, apuntando al cuerpo que yacía ante ella.

Pronunció con voz firme un hechizo, una antigua fórmula que deshacía las artimañas del Multijugos.

— Revelare Vestigium —dijo Rosella.

Una luz tenue envolvió el cuerpo, y gradualmente, la apariencia distorsionada del falso Draco se desvaneció. La transformación reveló a un muggle cualquiera, torturado y desfigurado por las artimañas de los mortífagos. Rosella lo miró con lástima, sus ojos llenos de compasión hacia la víctima inocente que había sido utilizada como peón en este macabro juego.

Aunque la tristeza persistía en su mirada, una pequeña chispa de esperanza nació en el corazón de Rosella. La verdad, aunque dolorosa, había surgido. La realidad de que Draco aún podría estar allí fuera, luchando por su vida, se aferró a sus pensamientos.

Theodore miró incrédulo a Rosella y, tomando ejemplo, aplicó el mismo hechizo al cuerpo de Morgan. La luz tenue reveló una mujer muggle con los mismos signos de tortura, confirmando que también había sido parte de esta cruel farsa.

— Esa perra —masculló Rosella con enojo, su voz quebrándose entre sollozos—. Nos hizo creer que mató a Morgan y Draco.

— Rose, eso significa que están vivos —dijo Theodore, colocando con delicadeza el cuerpo de la desconocida en el suelo—. Están vivos, hay esperanza de encontrarlos.

Rosella asintió con la cabeza, pero las lágrimas seguían fluyendo mientras Theodore la abrazaba. Ambos temblaban, sus emociones desbordadas entre sollozos. En medio de su dolor, Rosella logró articular unas palabras.

— Pensé que no los volvería a ver —susurró con voz quebrada.

La revelación de que Draco y Morgan seguían con vida trajo consigo un alivio inesperado, aunque la magnitud de la traición y la manipulación sufrida no podía ser ignorada. Abrazados en medio de la oscuridad, Rosella y Theodore compartieron un atisbo de esperanza, una luz titilante en el túnel de la desesperación.

A pesar del destello de esperanza, el enojo de Rosella también se intensificó. La sed de venganza contra Isadora se mezcló con el alivio de saber que Draco y Morgan aún respiraban. Decidieron actuar con rapidez, sabiendo que cada momento perdido podía tener consecuencias irreversibles.

Cuando la noche ya se había cernido sobre ellos, Rosella y Theodore se dispusieron a abandonar el lugar con una resolución férrea. El paisaje alpino se desvaneció en un parpadeo cuando realizaron una aparición, dejando atrás las sombras de la montaña y materializándose en la penumbra de Hogsmeade.

La transición de Austria a Hogsmeade fue un torbellino de sensaciones. En un instante, el aire fresco de las montañas se trocó en la brisa mágica de las cercanías de Hogwarts.

Al llegar a Hogsmeade, se movieron con sigilo, ocultándose en las sombras que las antiguas calles de piedra ofrecían. Las luces de las tiendas mágicas destellaban débilmente, creando un mosaico de sombras y destellos en el pavimento. Rosella y Theodore, decididos y alerta, avanzaron hacia la inminente oscuridad que se cernía sobre Hogwarts.

Mientras se movían silenciosamente entre las callejuelas, un susurro de conversación captó su atención.

— La guerra en Hogwarts ha empezado —escucharon a dos hombres que pasaban corriendo.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Rosella, y Theodore la miró con preocupación. La gravedad de la situación estaba clara en el tono apresurado de los hombres. Sin decir una palabra, compartieron una mirada decidida y se dirigieron hacia el castillo. Las luces parpadeantes en las ventanas se convirtieron en faros que señalaban el camino entre la oscuridad. Rosella y Theodore avanzaron con precaución, sus varitas listas para cualquier eventualidad.

Al llegar a los terrenos de Hogwarts, se escondieron entre la oscuridad, observando el caos que se desarrollaba. El sonido de hechizos y gritos lejanos llenaba el aire, creando una sinfonía de caos y desesperación. La visión de la escuela, normalmente un refugio seguro, convertida en el epicentro de la batalla.

— Debemos encontrar a Draco y Morgan, y después lidiaremos con Isadora —susurró Rosella con voz firme.

Theodore asintió en acuerdo, y juntos avanzaron hacia el castillo, preparados para enfrentar lo desconocido.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora