𝐗𝐗𝐈𝐈

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La espléndida mañana del miércoles se extendía hasta las diez de la mañana para Rose, quien disfrutaba de un inusual respiro al enterarse de la cancelación de la clase de Historia de la Magia. Con su última clase programada para la una de la tarde, la anticipación de regresar a casa el viernes resonaba en el aire, contagiando a todos con un aire de ansias y expectativas.

Decidiendo aprovechar el tiempo libre, Rose se preparó para bajar a desayunar antes de que el reloj avanzara aún más. Mientras se abrochaba su suéter, una suave melodía de golpes resonó en su puerta, interrumpiendo brevemente sus pensamientos matutinos.

—¿Sí? —inquirió Rose, ajustando el cierre de su suéter.

— Soy Luna —respondió una voz serena desde el otro lado.

—Adelante, Luna. —Rose esperó pacientemente mientras Luna entraba, luego continuó— Estaba pensando en bajar a desayunar y, después de eso, tal vez ir en busca de algún dulce; realmente me antoja algo dulce hoy.

—Sí, deberíamos, pero ¿sabes qué es mejor? —dijo Luna mientras Rose la miraba con curiosidad—. Quedarte en tu habitación hasta que llegue el viernes para irnos de vacaciones. Yo te traeré lo que quieras.

Una risa escapó de Rose ante el ingenioso comentario de Luna mientras se dirigía hacia la puerta, pero Luna se interpuso en su camino.

—Luna, no estarás hablando en serio. Además, Ginny quería que fuéramos por una cerveza —dijo Rose con simpleza.

—Ginny seguramente piensa igual que yo, no la he visto, pero lo sé —dijo Luna con nerviosismo mientras se apartaba de la puerta.

—Vamos Luna, todo estará bien —aseguró Rose, intentando tranquilizar a su amiga con una sonrisa alentadora.

Luna se inclinó hacia adelante, sus ojos centelleando con curiosidad mientras observaba el ajedrez en el escritorio de Rose.— No, es que afuera hay muchas cosas—, murmuró enigmáticamente. Rose frunció el ceño, tratando de descifrar el misterioso tono de Luna, —Bueno, no sé cómo decirlo —empezó, sintiendo una tensión creciente en el aire.— Creo que deberíamos jugar más seguido y...

El sonido repentino de la puerta azotándose cortó sus palabras. Luna intentó intervenir, pero Rose ya se había levantado, abandonando la habitación y dirigiéndose al Gran Comedor. Mientras Rosella descendía las escaleras, notó las miradas furtivas de varios compañeros de Ravenclaw. Murmullos inaudibles la rodeaban, y no pudo evitar sentir la incomodidad en el aire.

Al llegar al pasillo, Rose se percató de que la atención no se limitaba a su propia casa; estudiantes de otras casas también la observaban con curiosidad y, en algunos casos, con malicia. La indiferencia en las miradas ajenas la desconcertó. Decidió acercarse a un pergamino pegado en la pared, revelando la impactante imagen de ella y Draco besándose en medio del pasillo, junto con otra foto de Theodore abrazándola. Bajo ambas imágenes, unas palabras crueles: "La perra de Slytherin, solo dale un poco de atención y ella irá a tu habitación".

Rose sintió una mezcla de rabia y confusión. Las imágenes se exponían cruelmente, y las palabras hirientes colgaban en el aire. 

El semblante de Rose palideció repentinamente, y una oleada de asombro la recorrió al percatarse de que no estaba sola en su sorpresa. No menos de quince pergaminos, estratégicamente desplegados a lo largo del pasillo, la observaban con una mezcla de curiosidad y juicio, como un jurado silencioso que evaluaba cada uno de sus movimientos.

—No puede ser —murmuró alguien a sus espaldas. Era la voz inconfundible de Ron, quien se aproximó a Rose y retiró uno de los pergaminos de la pared con gesto fastidiado. A su lado, Harry hacía lo mismo con los que estaban en la pared opuesta.—No te preocupes, Rose. Ya conoces cómo son estas cosas. —Ron intentó tranquilizarla mientras continuaba arrancando los pergaminos de la vista de todos.

𝐑𝐨𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 | 𝐃𝐌 | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora