Capítulo 13

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Iana Bennett.

"Las sensaciones efímeras se plasman sobre mi, se siente exquisito, delicado y excitante el que sus manos me recorran de pies a cabeza en caricias sublimes. Sus manos ascienden por mis piernas mientras su boca besa en interior de mis muslos, me remuevo sobre la cama entre jadeos agitados, cerrando mis ojos en ocasiones para disfrutar de él. Y entonces, inclino un poco mi cabeza hacia abajo, y veo sus ojos cafés observarme con ambición, y sus dientes atrapan mis bragas de encaje blanco, para luego dejar un beso en mi vientre, y su voz se cuela por mis oídos...

— ¿Me deseas, Iana?"

La respiración agitada que estaba de mis labios, en el momento que abro mis ojos me altera a niveles descomunales. Retiró el cabello de mi rostro con mi mano, y me siento sobre la cama observando la habitación vacía a mi alrededor, no hay señales de Max, y un profundo silencio se acumula en el lugar.

Soñe con Max, y eso no está bien, porque fue algo demasiado excitante para mí, lo que me hace pensar en que esta situación se está saliendo de mis manos, y él solo imaginarme que lo deseo, sin conocer absolutamente nada de lo que ya se comenta, me hace sentir aún, más mal de lo que ya estoy. Sin embargo, en el fondo de todo ese sueño hay algo que me ha cambiado de manera inmediata, lo sé porque lo siento. Mis ojos viajan hasta mis piernas, y noto que me quede dormida en bragas, y mi mano viaja lentamente hasta mi sexo, dejándome percibir la humedad que impregna mi sexo, una humedad que solo me hace entrar en un profunda calor.

— Oh Dios mío — exclamó aún con mi mano por encima de la tela.

En ese momento la puerta de la habitación se abrió, y me paralizó al ver a Max entrar con un carrito de comida. Su aspecto es tan atractivo que la respiración se me agita al ver sus camiseta de mantar cortas, con los tres primero botones dejando ver su pecho, unos shores ajustado que marcan su marcado culo, y jadeo por lo bajo cuando sus ojos se fijan en mi, y una sonrisa traviesa de plasma en su rostro. Cierra la puerta con delicadeza, y nota la forma en la que me encuentro y entonces sus ojos brillan, y siento que las mejillas se me encienden a ver cómo se acerca a mi.

— Creí que ibas a tener hambre, y traje algo de comer — anuncia ignorando por completo cómo retiró mi mano de mi entrepierna, y me cubro con la sábana blanca de seda.

— Ah... S-sí, sí quiero — balbuceo nerviosa e incomoda, él por su parte, enarca una de sus cejas, totalmente divertido.

— ¿Estás bien? — inquiere sentándose sobre la cama para verme, pero su cercanía me está poniendo más nerviosa.

— Si... Yo... Solo debo ir al armario — murmuró agitada, fingiendo una sonrisa, pero eso no lo convence del todo.

— Pensé que estarías famélica — reitera confundido y asiento frenéticamente.

— Si tengo apetito, solo necesito ir al armario... — aseguro, no iba a llevarme la sábana para cubrirme, de seguro mientras estuve dormida pudo haberme observado en esta situación.

Salgo de la cama, sintiéndome jodidamente incómoda, puedo sentir sus ojos sobre mi cuerpo, de seguro está guardando la vista en su memoria para poder acabar con mi paciencia en cualquier momento, porque así es él.

Una vez que llego al armario, me miro en el espejo; mi rostro está conmocionado, además de que mis mejillas están sonrojadas. Llevo las manos a mi cabello desordenado, y intento calmar esto que estoy sintiendo, esto que me está causando tanta tensión. Odio a mi padre por hacer jugadas sucias para buscarme pareja, pero esta manera es extremadamente difícil. Estoy durmiendo con un hombre que no conozco, con alguien que me causa una inconmensurable tensión sexual que jamás había experimentado en mis veintitrés años.

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