Iana Bennett.
El sonido de la puerta hacia que solo me quedara en silencio y abrazara más mis piernas. Tenía horas tocando la puerta, insistiendo en que lo dejara pasar, pero la verdad era que no sabía ni que decir, mi vista estaba fija en la ventana de la habitación de invitados en la cual me había encerrado. Esas horas para mi han sido las peores de la vida, lagrimas salían de mis ojos de manera constante, y el ardor en mis ojos hacia que estuvieran rojos.
Si me hubieran dicho que enamorarse era malo, nunca me hubiera atrevido a nada. Pero el destino está escrito, y no puedes cambiar el pasado por más que desees. Era un dolor que no cesaba, estaba ahí para recordarme lo estúpida que fui y que fue mi culpa... ¿En qué momento paso? ¿En qué momento me descuide tanto? No tenía las respuestas a esas preguntas, y nadie podría dármelas.
Por primera vez en mi vida me sentía sola, y la soledad deprime, necesitaba ese abrazo de mi padre diciéndome que todo va a estar bien.
Te extraño tanto papa.
— Linda ábreme por favor — Volvió a tocar la puerta, pero no respondí a nada. Cerré mis ojos sintiendo la cálida almohada debajo de mi cabeza, tome las sabanas de seda y abrace otra almohada quedándome dormida.
Termine de arreglar mi cabello y de quitar con maquillaje las ojeras presentes debajo de mis ojos. Me mire al espejo dándome cuenta lo horrible que me encontraba hasta con maquillaje. Mis ojos seguían rojos y dejaron de arder un poco. Al menos mi físico estaba bien.
Salí del baño caminando hasta tomar la manilla de la puerta y retirar el seguro. Me di cuenta que Max se había ido, y me alivié pensando que no me lo iba a encontrar antes de salir. Baje por las escaleras y llegue hasta la entrada.
— ¿A dónde quiere que la lleve señorita?
— A casa de mi padre.
El guardaespaldas asintió y me abrió la puerta trasera de la camioneta, subí y su compañero comenzó a manejar en silencio, mientras que mi cabeza se inclinó hasta quedar pegada al vidrio. El día esta extraño, eran apenas las siete de la mañana, el cielo estaba oscuro y hacia mucho frio. Las calles estaban solitarias, y mis pensamientos estaban volando en mi mente, pero rápidamente negué y dejé de pensar hasta que llegamos a la calle de la casa de mi padre.
Quede confundida cuando no vi seguridad por ningún lado, el guardaespaldas abrió mi puerta y baje sintiendo es escalofrió recorrerme por completo. Asentí en forma de agradecimiento y me quedé admirando la casa por unos minutos.
"— Aquí seremos felices hija, lo tendremos todo. Aquí seremos solo tú y yo — Susurro mientras me cargaba para que mirara la casa, sonreí emocionada al ver los grandes jardines y las fuentes, era una mansión, para nosotros dos.
— Me gusta mucho papa.
— Aquí te veré creer con todo lo que quieres, tú te mereces todo el amor del mundo, eres como tu madre... comprensible y enamorada de la vida. Pero debes saber que a veces enamorarse traiciona mi niña. Pero cuando seas grande te darás cuenta"
Sonreí melancólica sin dejar de mirar la casa. Duré como diez minutos admirándola, pero cuando empecé a caminar para entrar el guardaespaldas me detuvo.
— Señorita, me gustaría acompañarla.
Asentí y el camino a mi lado entrando a la casa.
La entrada era larga y solitaria, me incomodaba mucho no encontrar a ningún guardia por aquí, e incluso ver todas las ventanas y puertas cerradas, pero para mi sorpresa el mundo está en mi contra. La mano que tomo mi brazo haciéndome girar para quedar pegada a su cuerpo me hizo sentir segura, pero dolida.
— No vuelvas a salir así, me preocupas Iana — Me separe poniendo mis manos en su torso y empujándolo.
— ¿Qué te pasa Max? — Exclame molesta viendo la furia en sus ojos.
— Esto me está matando, no he dormido nada Iana, te contare toda la verdad, pero solo dame la oportunidad.
— ¿Para qué? ¿para qué me uses de nuevo? — Recrimine molesta.
— Yo no te use te lo juro Iana. Me enamore de ti.
Negué y seguí caminando restándole importancia a sus palabras las cuales dolían como un demonio en el pecho, el mismo se había ganado esto, con sus secretos. Y aunque me dolía mucho no poder aceptar que me dijera la verdad. ¿Lo amaba? No tenía muy claro aquello, pero sé que había logrado enamorarme, me había hecho sentir querida y feliz. Como decir que sí. Amo a Max Davis.
Pero el amor es mucho más que sexo, regalos y cariño. Era confianza, comprensión, atención, seguridad, y respeto... pero el no quiso entender el significado de todas esas palabras, la traición duele y es algo que jamás se puede olvidar, y te va a marcar de por vida, es la ley.
— ¿Entonces que fue eso? ¿Me dirás que solo fue un encuentro casual? tu sabes perfectamente que no fue así, sabes que dentro de aquel encuentro tuvo que haber algo sexual para que ella pudiera ayudarte. Me dijiste que cambiarias por mí, que querías a tu lado. Mierda Max, yo te amo, no sé cómo pasé, pero comencé a amarte. Las personas se cansan, y yo me canse de estar rodeada de secretos y mentiras Max. Pero dime, ¿Todo eso fue mentira?
Sus ojos estaban tristes y húmedos, me rogaban que lo perdonara, el dolor en mi pecho era insoportable, me dolía tanto todo esto porque lo amo, lo amo con el alma.
— ¿Entonces hermano? Contéstale. Ella se merece saber absolutamente toda la verdad.
No. Puede. Ser.
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Mas Que Socios ✓1
Romance"No concordaban mucho. De hecho, casi nunca corcondaban. Siempre se peleaban. Y se retaban uno al otro cada día. Pero apesar de sus diferencias, tenían algo importante en común. Estaban locos el uno por el otro". - Diario de una pasión. Esa frase en...