Iana Bennett.
Nuestras miradas tenían una conexión extraordinaria.
Entendí bien la razón de porque se dice que las miradas hablan por sí sola. Estaba consciente de que volvería a caer de nuevo junto a Max y que me costaría volver salir de allí.
— Eres hermosa Iana —Susurró tomando mi mano para besar el dorso de esta con sutileza.
— Eso no va a resolver lo que está sucediendo Max.
Quería que se fuera así mi interior me estuviera gritando miles de cosas. Max se había convertido en tiempo algo insistente en mi vida, y a causa de eso no sabía cómo sobrellevar mis sentimientos hacia el sabiendo que quiere una relación formal.
— Lo se... hagamos algo divertido para olvidar este mal rato —Negué.
— Lily me está esperando y lo menos que necesito es a alguien volviéndome la mente en un completo nudo — Susurre levantándome de la banca viendo su aspecto de hastío, se levantó también de la banca metiendo sus manos en su bolsillo.
— Iana... No actúes de manera inmadura ¿Quieres que me disculpe? Está bien, discúlpame — Exclamo irritado.
— ¿Todavía no lo entiendes? — Soltó un quejido audible mientras yo caminaba en dirección hacia Lily que se encontraba en el puesto de helado.
— Iana por favor — Advirtió mientras hacía caso omiso, ya no me importaba nada.
En realidad me dolía en el pecho tener que rechazarlo. Pero se lo merece.
— ¡Iana! — Prorrumpo tomando mi muñeca para atraerme a su cuerpo, pero lo empuje — No quieres hacer esto Iana, se te nota en los ojos... —
Olvidaba que cuando Max estaba muy cerca no reaccionaba, al igual que también olvide su forma de descubrir siempre lo que sentía...me preguntaba cómo era posible eso... sin embargo no pude darme la dicha de responder aquella pregunta.
— No hagas las cosas difíciles Max... Sonrió acariciando mi mentón.
— ¿Quieres que deje de jugar contigo? — Asentí alterada.
— Está bien, lo hago. Pero no me pidas que me aleje cuando deseo tenerte cerca... Eso si no puedo hacerlo Iana.
•••
Con el pasar de los días, sentía como algo en mí se notaba infrecuente, la idea de Max de no seguir jugando conmigo me había dejado despejada y enfocada para todo lo que quería. Con todo eso me había dado cuenta que el al igual que yo no podía alejarse; él tenía la necesidad de tenerme cerca al igual que yo, y era muy extraño.
No había conocido a Max, no sabía sus gustos, ni mucho menos la forma en la vivía. Lo poco que sabía era lo que él había querido mostrarme por voluntad propia e impulsiva. Me gusto la forma en la que no fingió alguien que no era al presentarse.
La noche había caído con ella mis ganas de querer verlo de nuevo. Porque tuve el valor de rechazarlo una vez, pero en un momento equivocado, por los dos ahora estamos afectados por la situación. Abrí las persianas viendo la luz de la luna iluminar mi ventana, recosté mi cabeza sobre el vidrio viendo las calles del frente. Mi vi obligada a no dejar que mis pensamientos me dominaran en el momento en que una auto blanco estaciono enfrente de la casa.
Del auto se bajó un hombre de traje blanco llamando a uno de los guardias que se encontraban cerca, fruncí el entrecejo viendo como este firmaba una hoja y el hombre de traje blanco caminando hacia la parte trasera de su camioneta. No me perdí ningún detalle cuando distinguí un ramo de rosas rojas que sostenía el hombre de traje y se las entregaba al guardia de seguridad.
Sin pensarlo ya me encontraba bajando de mi habitación corriendo por las escaleras con atención de no pisar en falso, vi a mi padre caminar hacia las rosas que ahora se encontraban sobre la mesa del recibidor.
— ¿Quién envía rosas a las diez de la noche? — Reí tomando la tarjeta para ver el nombre.
"Lo siento"
— Max Davis papá.
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Mas Que Socios ✓1
Romance"No concordaban mucho. De hecho, casi nunca corcondaban. Siempre se peleaban. Y se retaban uno al otro cada día. Pero apesar de sus diferencias, tenían algo importante en común. Estaban locos el uno por el otro". - Diario de una pasión. Esa frase en...