|Capítulo 51: "Desconfianza"|

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Iana Bennett

Solté un gemido ante las caricias en mi cuello, estaba cansada y con mucho sueño, el yate había zarpado mientras yo me aferraba a las sabanas sin abrir mis ojos. No me gire porque tenía claro que cuando Max se molestaba siempre terminaba disculpándose, pero esta vez no me sentía muy bien de todo. Las caricias no cesaban y mis ojos se abrieron lentamente cuando un olor a alcohol inundo mis fosas nasales.

Hice una mueca de desagrado girándome para encontrarme con los ojos rojos de Max y su semblante triste. Max comenzó a repartir besos por mi cuello hasta mi brazo, pero lo aparte.

— No digas nada Max, estas ebrio.

El me abrazo fuerte por la cintura sacándome un jadeo triste, pensé que me iba a dejar sin aire, pero entendí que me necesitaba y que no me soltaría por mucho que se lo pidiera. Con los años había aprendido a lidiar con los ebrios, era consciente de que no podía llevarle la contraria a Max porque si no las cosas se pondrían peores.
Cerré mis ojos soltando un suspiro ahogado para después fijarme en como los fuertes brazos de Max rodeaban mi cintura.

—  Yo solo lo dije eso para protegerte — Enarque una ceja confusa observando sus ojos cerrarse lentamente.

—  No mereces entrar en este mundo de mierda — Y con eso se quedó dormido.

—  Buenos días.

La luz de ventana mostraba los destellos del sol anunciando un nuevo día, acaecía de mucho frio, a través de la ventana se notaba algunas nubes grises dando a entender que el día será algo lluvioso. Max coloco una mano en su frente soltando un quejido para luego verme.

— Buenos días.

Respondí sin dejar de ver a través de la ventana, el silencio se hizo extremadamente incomodo, Max solo me observaba en silencio para luego recostar su cabeza en mi pecho para volver abrazarme, ambos sabíamos que dentro de cuatro paredes los dos éramos muy diferente a lo que la gente veía siempre. Max tenía esa cualidad de debilidad cuando estaba conmigo, perdía esa superioridad, esa arrogancia que lo caracterizaba. Todo quedaba en el olvido cuando yo estaba cerca de el.

—  Ayer dijiste que no me merezco entrar en este mundo... ¿a qué te referías con eso?

—  Estaba muy ebrio linda, a lo mejor fue una tontería — Me ponía mal que Max no confiara para decirme lo que le sucedía.

— Los niños y los ebrios siempre dicen la verdad — Afirme observando sus ojos por varios minutos en silencio.

—  Puedo notar cierta desconfianza en tu voz Iana — Respondí, pero yo solo me levanté de la cama caminando hacia la ventana.

—  Ayer estuviste de una manera que desconocía, estabas molesto y te desquitaste con eso chico que no tenía la culpa, me trajiste a la fuerza. No me pidas que te reciba con los brazos abiertos.

Recrimine colocando mi bata de seda para sentarme enfrente de la ventana viendo las gotas caer sobre ella. Me encontraba afecta de esta situación, desde que conocí a Max no hacemos nada más que pelear y discutir por cualquier cosa.

Toda relación tiene peleas, eso no voy a negarlo, no somos la pareja perfecta, pero con todo este tiempo conocía era forma impulsiva de Max. Sabia lo mucho que le molestaba que le llevaran la contraria, que le dijeran que hacer, pero sobre todo que nadie siguiera sus órdenes.

—  Iana... — Él se sentó enfrente de mí mirándome, relamí mis labios lentamente para luego verlo tomar mi mano, sus nudillos estaban morados y notaba como le costaba cerrar la mano. 

—  Esto no está bien Max — El no respondió, solo seguía mirándome mientras de mi ojo una lágrima engañosa resbalo lentamente. Max mordió su labio colocando una mano en mi mejilla como de costumbre.

—  Te quiero Iana, eso nunca va a cambiar... Quisiera que algún día pudieras entender todo — Susurro soltando un suspiro.

—  ¿Por qué no puedes decirme? — Silencio.

—  Lamento hacerte pasar por malos ratos linda — Se eximo besando mi frente.

—  Max...

— Las cosas no son tan fáciles Iana, prometo que algún día te diré todo.

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