|Capítulo 60: "Suegra"|

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Iana Bennett.

Max me dejo en el asiento delantero de su auto, mientras lo fulminaba con la mirada a cada rato.

Sentía dolor, pero ya no solo por lo que había sucedido con nosotros, sino por la forma en la que había perdido la empresa y con ello muchas familias sin trabajo. No sabía que había pasado con mis cosas y con la del personal, y eso me tenía mal, no pudieron liquidarlos solo los dejaron en la calle.  Mis nudillos dolían, pero no dije nada, necesitaba tranquilizarme y después poder hablar. Max conducía fuera de la ciudad, o ese creo, hasta que estaciono en un pequeño bosque con vista hacia el mar. Me quedé observando el ambiente tranquilo dentro el auto, pero sentí la necesidad de bajar cuando un nudo en mi garganta se presentó.

—  ¿Qué voy hacer contigo Iana?

Susurro quedando frente al mar, viendo como los veleros pasaban con la fría brisa del otoño. Mi molestia se había esfumo y ahora se encontraba remplazada por el dolor, dolor que mi padre había causado y ya no podía soportarlo más.

—  Si vas a decir algo, solo hazlo Max — Incite cruzándome de brazos sintiendo la brisa golpear mi rostro. Me fije en que su mirada estaba posada en mí.

—  No era fácil para mi hablarte de ese tema Iana.

—  Se supone que quedo como una mala experiencia, es pasado Max — Respondí abrazándome a mí misma. Quería que este tema que acabara lo más pronto posible, necesitara pensar en lo que iba a suceder ahora conmigo y con mi vida.

—  Me cuesta hablar de eso, solo quiero que me entiendas — Susurro con sus ojos puestos hacia el frente destellando tristeza.

—  La quieres ¿cierto?

Sus labios se entreabrieron para hablar, pero después se cerraron. Su silencio me lo había confirmado todo, y sin pensarlo una lágrima salió de mi ojo. En su rostro fue inevitable no mirar aquella expresión de culpa, en como mordía su labio incómodo y me hacía pensar miles de cosas.

—  Mierda linda, no la quiero. Es solo que suele afectarme mucho su recuerdo, y no me gusta hablar de ella — Su pulgar limpio mi mejilla con delicadeza, sostuvo entre sus manos mi mentón mirándome fijamente.

—  Al que le duelen los recuerdos es porque le afecta — Susurre quitando sus manos de mi rostro para retroceder unos cuantos pasos lejos de él. 

—  No la quiero Iana, deje de hacerlo el día que me traiciono y jugo conmigo — No dije nada, solo sostuve mi mirada fija en el a lo que no pude evitar ver cómo le afectaba aquella situación, en que sus palabras tenían mucho afecto por la forma en que sus manos se encontraban inquietas.

—  Te voy a relatar todo lo que sucedió. Pero debes confiar en mí.

Le di un asentimiento con una mueca triste, no podía estar sonriente después de lo que hoy he pasado. Y aunque este asunto de su ex novia se haya arreglado un poco todavía tengo problemas que resolver y que me afectan más de lo normal.

—  Max está bien.

—  Iana mírame — Alce mi vista hacia sus fríos ojos, dio unos pasos acercándose a mi lentamente hasta tomar mi pequeña cintura en sus manos. 

—  Te contare todo porque no quiero mentirte.

Agradecí en el momento en que sus brazos me abrazaron por los hombros apretándome a su torso, necesitaba ese abrazo más de lo que podía pensar. Necesitaba apoyar todo lo que sentía en ese momento justo en él, porque era una de las pocas cosas que todavía me quedaban

—  No vuelvas a dejarme sola Max.

—  Yo siempre estaré contigo Iana Bennett.

Abrí mis ojos lentamente viendo que me encontraba en la habitación de Max. Desperté por la melodiosa voz de una mujer en mi oído, y cuando la vi, solo me quedé pasmada cubriendo mis senos. 

Admire a una hermosa mujer de cabello castaño, su piel tez blanca y reluciente hacían verla joven, Sus ojos eran de un azul intenso, llevaba un maquillaje que, hacia resaltar su piel, cargaba un vestido elegante que resaltaba su figura aun sentada en la orilla de la cama. Ella sonreía mostrando sus dientes con una indudable emoción. Busque con desesperación a Max, pero no se encontraba. Para mi mala suerte no lo encontré.

¿Quién es esta mujer?

—  Hola nena — Saludo, pero no dije nada, la mira asustada.

—  Eres hermosa, en fotos te veías muy bien, pero en persona eres aún más guapa — Murmuro soltando una risa ahogada.

— ¿Ah...? ¿Gracias?

Respondí agitada cuando sus ojos se fueron directo a mis piernas desnudas. —  Mira nada más ese cuerpo, me encantan tus senos.

Mis ojos se abrieron totalmente atónitos a la confesión de la mujer, la cuando seguía observando mi cuerpo haciendo que me sintiera totalmente incomoda. Ella se acercaba más para observarme detenidamente, me incomodo que me viera. Pero me molesto que retirara la sabana de mi cuerpo dejándome completamente desnuda.

—  Tienes unas piernas... Un trasero... Y dios tu entrepierna es hermosa.

Voy a desmayarme.

—  ¡Dios mío, salga de aquí! ¡Max! — Grite tomando la sabana para volver a cubrirme.

—  ¿Para qué salir cuando puedo quedarme a ver tu cuerpo? Es muy hermoso.

¡Demonios solo sal de aquí!

—  ¡Por favor váyase!

Insiste sin dejar de gritas para que Max escuchara y viniera ayudarme con esta incomoda situación.  Ella intento volver acercarse a mí, pero yo retrocedí pegándome en el espaldar de la cama con las sabanas cubriendo mis senos y mi cuerpo desnudo.

— No deberías intimidarte... Entre mujeres podemos vernos mejor así que quítate esa sabana. No podemos negar lo obvio. Tu cuerpo es una escultura.

—  ¡Por amor a Dios solo salga de aquí! — Volví a gritar escuchando pasos acercarse hacia la habitación.

— ¿Qué sucede Iana? 

Lo mire aliviada señalándole la razón de mis gritos. Sin embargo, lo que sucedió después solo me hizo poner aún más incómoda. Max recostó su hombro en el marco de la puerta llevando una galleta hacia su boca, comenzó a negar con su cabeza mientras masticaba con una sonrisa en sus labios. 

—  ¿Qué haces aquí mamá?

¿Mamá? ¡¿Mamá?! ¡No puede ser cierto!

—  Solo vine a darle la bienvenida a mi nuera... — Pude ver una sonrisa en los labios de la mujer de ojos azules. Max por su parte solo se reía recostado en el marco observando a su madre.

—  ¿Qué maneras son esas para conocer a mi novia? La dejaste traumada.

— Mentira no es Max.

Susurro Max acercándose hasta ella dándole un abrazo fuerte y muy familiar. Me quede admirando la escena, luego de abrazarse ella le acariciaba dejo un beso en su mejilla para observarlo de pies a cabeza. Le preguntaba cosas como de un niño se tratará lo que me dio mucha ternura, en cambio el solo la mirada serio y rígido.

La señora se giró sonriendo a lo que yo solo podía verla mordiendo mi labio — Y-yo no... Pensé que... Dios que vergüenza — Tartamudee incomoda sintiendo la cama hundirse por el cuerpo fuerte de Max. 

— Fue un placer conocerte nuera.

Se despidió saliendo de la habitación cerrando la puerta tras su espalda, dejándome con las mejillas rojas y con Max riéndose en la cama.

Excelentes maneras de conocer a tu suegra Iana...

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