Iana Bennett.
El día paso rápido, nos encontrábamos en el avión en despegue hacia Seattle, habíamos recorrido todos los parques y tiendas turísticas. Me sentía triste porque todo iba a volver a la normalidad, donde el trabajo nos esperaba a los dos al igual que nos iba a separar un poco también, pero era el momento de regresar a la realidad. La vida me había dado todo, tenía el amor, el trabajo y la felicidad. ¿Qué más podía pedir? Estaba conforme con eso.
— Mi padre, Lily y Connor estarán felices de todos estos regalos — Ignoro mis palabras sonriéndome.
— Cuando lleguemos quiero que conozcas a mi madre.
Dejé todas las cosas que tenía en mi mano sobre la mesa, lo mire neutra y sin palabras, no sabía que pensar al respecto, no me lo había venido venir, la negatividad y el asombro me inundo por completo al escuchar aquello.
— ¿D-de v-verdad? — Tartamudee nerviosa y cabizbaja. No es nada fácil conocer a tu suegra, porque si le caes mal te hará la vida imposible, eso es ley de la vida.
— Mi madre no muerde linda — Respondió sonriendo.
— ¿Y si le caigo mal?
— No creo que sea posible, hace años que desea que una buena mujer llegue a mi vida, y conociendo a ti sé que te querrá — Negué nerviosa tomando los regalos para volverlos a dejar en la bolsa.
— Pero ¿Si me dice algo malo?
— Yo estaré ahí para defenderte.
Sonreí, pero de igual forma negué viéndolo tomar el dorso de mi mano dejando un beso que me tranquilizo un poco. Tomé mi ordenador abriéndolo para revisar el inventario de los días que estuve fuera junto a Max, pero el sin previo aviso el cerro y me la arrebato.
— Cuando estés conmigo no hagas eso —
Dictamino sensato dejándome confundida.— Primero me haces lanzarme de una torre y ahora me dices que no puedo usar mi ordenador. ¿Por qué? — Pregunte cruzándome de brazos firme viendo su sonrisa.
— Porque eres mi novia y no quiero que te distraigas estando conmigo. Ahora ven que quiero darte muchos besos.
Sonreí negando para sentarme sobre sus piernas y sentir sus labios besar cada parte de mi rostro con rapidez haciéndome reír. La adoración que sentía en este momento es tan grande y fuerte, tan difícil de explicar, pero se siente tan fácil e increíble.
— A veces me provoca golpearte por ser tan mandón — Reproche pasando mis manos por su cabello desordenado y sexy.
— No podrías hacerlo porque me quieres.
— ¡Oye! Me impresiona la calidad de tu ego. ¿Dónde lo compraste? — Respondí con ironía viendo la arrogancia en sus ojos.
— Mi novia me tenía con dolores de cabeza y eso aumento mi ego — Abrí mi boca ofendida golpeando levemente su hombro.
— ¡Oye! ¡Yo no te doy dolor de cabeza!
Reitere golpeando su hombro molesto para después cruzarme de brazos. El intento darme un beso, pero yo le giraba mi rostro para que no me besara, hasta que sus manos tomaron fuerte mi mejilla obligándome a verlo y darle un beso. Al principio no me pude resistir y terminé respondiéndole mientras su mano apretaba mi trasero a través del pantalón de chándal.
— Tengo una pregunta que creo que va a molestarte, pero me intriga saber. — No podría hacerlo contigo linda, así que dime — Suspire asintiendo.
— ¿Tu madre odiaba a tu ex novia?
Su semblante cambio a uno neutro, su sonrisa había desaparecido, sus labios estaban en una fina línea, me quede sorprendida de como su actitud cambio en cuestión de segundos, pero la curiosidad me estaba dominando.
— Te dije que era pasado — Respondió dándome un gesto de tranquilidad
— Pero dijiste que tu madre esperaba a una buena mujer desde hace años, ¿La odiaba?
La duda no dejaba de pasar por mi mente, la forma en la que su semblante había cambiado a una forma radicalmente fastidiosa me hizo dar cuenta de que fue una mala idea preguntar eso.
— No es tu problema. Ya ella es pasada.
— Si es pasado no debería de dolerte un simple recuerdo.
Me levante de su regazo molesta para cruzarme brazos. Es estúpido molestarte por simplemente haber hecho una pregunta, la pasada atrás queda y no puede afectarte una vez que lo hayas superado. Pero a Max le afecta, aunque intente ocultarlo.
— ¡No vuelvas a preguntar nada sobre ella! ¡No es tu puto problema! — Pronuncio furioso dejándome aturdida y con los nervios de punta. Se levantó tomando su móvil para luego camina por el estrecho pasillo del avión e ir directo a la puerta del baño y encerrarse allí.
— Señorita Bennett.
La insistente voz melódica de una mujer hizo que abriera mis ojos dándome cuenta que aún seguía en el avión, la aeromoza me miro extrañada y algo apenada por lo que me senté en el asiento en donde había dormido y ni siquiera me había dado cuenta. La chica con uniforme impecable me entrego mi bolso y las bolsas de los regalos que había comprado.
— El señor me pidió que la despertara. Aterrizamos hace unos diez minutos, debería ir a descansar — Fruncí mi entrecejo.
— ¿Dónde está Max? — Ella mordió su labio incomoda con la situación.
— Él... él se fue señorita. Hace unos cinco minutos, estaba muy furioso, y dejo estipulado que cuando se despertara fuera a su hogar.
Asentí tomando mis cosas con una presión dolorosa en mi pecho, salí de la pista del aeropuerto con mis maletas en mano y una sensación de ahogo carcomiéndome por dentro. Mi molestia era tan evidente para cada persona que m observaba, Max se había ido y me había dejado completamente sola, esta vez no se disculpó, tampoco me espero, solo se fue.
Llegue a la entrada sacándole la mano a un taxi que se encontraba disponible hasta que la voz gruesa de un hombre alto hizo que girara mi cuerpo.
— Señorita, el señor Davis dijo que la llevara a su casa para hablar con usted — Reí irónica subiendo la maleta al taxi.
— Dígale al señor Davis que deje de comportarse como un completo imbécil sin cerebro. Ah, y dígale que no soy una marioneta para seguir sus ordenes. ¡Y que se vaya a la puta mierda!
El hombre quedo atónito, mientras que yo sin dudarlo me subí al taxi que me llevaría directo al departamento de Lily. Ni loca volvería a mi departamento sabiendo que él me encontraría.
Cada vez pones las cosas más difíciles Max Davis.
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Mas Que Socios ✓1
Romansa"No concordaban mucho. De hecho, casi nunca corcondaban. Siempre se peleaban. Y se retaban uno al otro cada día. Pero apesar de sus diferencias, tenían algo importante en común. Estaban locos el uno por el otro". - Diario de una pasión. Esa frase en...