|Capítulo 26: "Reclamo"|

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Iana Bennett.

El sonido de la puerta hace que quiera arrojar el ordenador para que desista de sonar, hace unos minutos que me encontraba en la oficina y estaba que me lanzaba por el balcón de la oficina con todo y ropa puesta. Cualquier persona puede decir que mi ropa no es apropiada para la oficina, pero no me importaba me gusta estar cómoda.

La puerta seguía sonando a lo que fracasada solo vociferó un grito de molestia.

— ¿¡Qué!?

Mi humor no estaba muy bueno desde aquel día en parque cuando hable con Max. No lo había visto durante una semana y las rosas que me había enviado ya se habían marchitado y se encontraban en la basura.

— Lo siento Andrés no estoy de humor hoy... — Me disculpe cuando el cuerpo alto y fuerte entro en mi oficina con una sonrisa en sus labios al verme.

— Esta bien, todos tenemos días así. ¿Quieres almorzar conmigo?

Pregunto dejándome incierta pero después acepte me vendría bien salir un poco y olvidar este humor, me levante tomando mi bolso junto con mis cosas para luego caminar hacia en el viendo como extendía su brazo y yo la aceptaba con gusto.

Llegamos a un restaurante cercano, y muy acogedor, Andrés me ayudó a bajar del auto con cuidado para luego entrelazar nuestros brazos y entrar al restaurante. En la entrada un chico nos llevó hasta nuestra mesa entregándome la carta para posteriormente dejarnos solos.

— Quería disculparme por la vergüenza que te hice pasar hace días — Comento con una voz y sonrisa dulce. Andrés es muy tierno pero no provocaba nada en mí que no fuera solo una amistad.

— No te preocupes Andrés, ya todo está bien.

Respondí viendo lo que iba a pedir y llamando al mesero para entregarle mi orden, y Andrés también hizo lo mismo. Escuchaba como en hombre enfrente de mi me hablaba pero yo solo lo ignoraba, mi mente estaba perdida en la escena que me encontraba viendo en este momento...

Y lo vi, su risa resonaba poco audible al igual que la de la chica que se encontraba a su lado. Max acariciaba su mano por encima de la mesa hablando con tanta serenidad y paz. Fue inevitable no sentir una presión en mi pecho ante dicha escena.

— Iana... Estoy aquí — Susurró Andrés a lo que rápidamente desvié mi mirada de aquella mesa y me concentre en él.

— ¿Estas bien?

Inquirió a lo que yo asentí seria viendo al mesero extender mi plato sobre la mesa, Andrés le agradeció mientras yo solo de reojo observaba la realidad en la que me encontraba con una sonrisa. Arrebate el vino servido sobre mi copa para llevarlo a mis labios con rapidez bebiendo todo su contenido.

— ¿Ese es Max Davis? No sabía que tenía pareja.

Inconscientemente no me había dado cuenta de que mi mano sostenía el tenedor que ahora se había clavado en el salmón con impulso. Le expresé una sonrisa falsa a Andrés quien me miraba complicado.

— Estoy bien.

Alegue comenzando a comer sin apetito, la escena de Max riendo con aquella chica me daba nauseas. Y también me molestaban, con el pasar de los minutos Andrés en silencio había terminado de comer su salmón mientras que yo había probado la mitad del plato.

— Se me quitó el hambre —Respondí severa dejando los cubiertos sobre el plato y bebiendo el contenido de mi copa de vino — Gracias por el almuerzo Andrés — Respondí levantándome de la silla y fijándome en aquellos ojos que me recorrían. Andrés de levanto caminando hacia mí y colocando su mano en mi cintura llevándome fuera de aquel lugar.

Al llegar a la oficina me encerré para luego gruñir en voz disminuida. No podía evitar no sentir celos de aquella chica, pero también sentía furor de ver lo tranquilo e conveniente que se veía junto a ella. Había desaparecido de una semana, semana en la cual no había aparecido a verme, y no saber nada de él me había estado volviendo loca, y ahora resulta que me está ignorando.

Perfecto Max Davis.

En parte sé que yo se lo había pedido, pero no había contado que se lo tomaría tan en serio. Sin pensar más, comencé de preparar el proyecto de Suiza, y el cuál debo entregar la semana que viene. Le había dejado bien claro a mi nueva secretaria que no quería que nadie me molestara pero fue en grotesco haberlo hecho. La puerta había sido abierta de manera muy fuerte dejando ver a un Max iracundo. Mi secretaria comento que intento detenerlo pero sabía que era costumbre de Max entrar de esa manera.

— Sal — Pronuncie en voz arisca viéndola salir cerras la puerta tras su espalda— ¿Qué necesitas Max? — Pregunté cruzándome de brazos mientras rodeaba mi escritorio hasta quedar enfrente de él.

— Te vi en el restaurante con ese idiota. ¿Qué hacías con él? — Sonreí hiriente.

— Lo que no sabes hacer Max — Respondí mirándolo con ofensa considerando aquella fría mirada que comenzaba a observarme...

— Iana... — Advirtió firme y cruel.

— Tratar bien a mujer.

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