|Capítulo 46: "Coñac"|

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Iana Bennett.

Después de la llamada de Lily tuve una pequeña charla con Max por la camarera, Max me había dicho que había actuado de una forma bastante mal, pero la verdad no me importo. Hace ya unos varios minutos que Max había salido para hablar con el capitán, no sin antes haberme pedido que me arreglara. Me encantaba este tipo de detalles, y siempre que me decía que tenía un regalo para mí mi corazón latía fuerte de los nervios.

Tomé la caja que Max había dejado en el armario para dejarla sobre la cama, quité la tapa y  un hermoso vestido blanco con encaje en las mangas, escote en V y los detalles en los bordes lo hacían lucir impecable. Venía acompañado de un cinturón marrón, un par de aretes, unas sandalias bajas y un pequeño bolso marrón. Sin dudarlo me deshice de la bata de baño y empecé a vestirme con aquel regalo de Max.

Aunque todavía seguía un poco molesta con Max, era consiente que cuando lo viera, ya no estaría molesta, porque así es el, sabe cómo hacerme cambiar de humor en un momento a otros, y aunque a veces lo apreciaba en ocasiones también me molestaba.

— ¿En qué tanto piensas linda? — Me gire viendo cómo se acercaba a mí sonriendo con picardía mientras cepillaba mi cabello.

— Nada que te importe — Confesé firme. Sus manos tomaron mi cintura relamiendo sus labios despacio.

— Nunca voy a cansarme de admirar la belleza en tu rostro cuando te molestas, es simplemente extraordinario — Una pequeña sonrisa salió de mis labios y rápido me coloque cabizbaja.

— Discúlpame por haber actuado muy impulsivo, lo menos que quería era discutir por esa mujer —Alegó abrazándome

— Esta bien Max.

Murmure viendo cómo se separaba para darme mi espacio para terminar de cepillar mi largo cabello. Sin embargo note como inclinaba su cabeza hacia la derecha y me observaba con detenimiento mordiendo su labio y negando con una risa ahogada. Hice una mueca de timidez profesando mis mejillas teñirse de rojo.

— Suave y brilloso, lindos ojos oscuros con toques de luz, rostro angelical deslumbrando la belleza que emana, eres tan hermosa que es difícil de olvidar esa belleza tan cautivadora. Es una orquídea del caribe, ¿o tal vez girasoles? No lo sé, pero es complicado explicar la perfección de esta esta mujer.

Abrí mis ojos pasmada dejando de cepillar mi cabello para enfocarme en su mirada, aquellas palabras me dejaron hipnotizada. Por lo tanto no deje de verlo hasta que sus labios se entreabrieron y más palabras volvieron a salir de sus labios.

— Velaré por ti a cada lado que vayas, estaré siempre velando por tu salud, por tu bienestar, pero lo más importante por tu felicidad, estaré siempre para ti Iana. Jamás me iré de tú lado.

Su delicioso aroma penetro mis fosas nasales y solo puse sonreí viendo al hombre que comenzaba a enamorarme.

Caminábamos juntos por la isla escuchando la música y la gente disfrutar de aquella noche estrellada, era pequeña pero muy agradable, la gente tomaba algunos tragos en la pequeña isla mientras que otros bailaban.  Max había reservado una parte exclusiva y un poco alejada de la gente, el yate estaba en la orilla de la isla, y la fiesta apenas comenzaba a empezar. Teníamos unos camastros en los cuales nos encontrábamos sentados y llevábamos más de media hora bebiendo y hablando.

— ¿Quiere algo de beber señor? — Preguntó de nuevo el camarero que hace unos minutos había pasado por aquí, y el cual no dejaba de ver mi cuerpo. Max se tensó mirando con despego al camarero.

— Una copa de coñac para mí, y para ella solo un coctel con poco alcohol.

— Enseguida le traigo el cóctel a su hermana — Solté una gran carcajada cuando el camarero se fue, mientras Max solo estaba serio y distante viendo con odio al camarero.

— Ya quita esa cara de dominante terriblemente amargado, solo riéndome — Me acerqué hasta sentarme en su regazo y acariciar sus brazos con una sonrisa en mis labios.

— Quiero beber lo mismo que tú — Una sonrisa irónica se formó en sus labios 

— Si los cocteles te tienen así, no me quiero ni imaginar con varias copas de coñac.

— Solo será una sola. Así me regalas la mejor noche de mi vida — Le hice una mueca de asentimiento que hizo que soltara un suspiro masajeando su tabique con sus dedos.

— Solo una sola Iana — Enfatizó, a lo que yo solo asentí besando la comisura de sus labios.

Esta será una larga noche.

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