Capítulo 1

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Iana Bennett

Era un día tranquilo en la ciudad de Seattle, el sol de agosto se abre en el amplio cielo dejando que sus rayos iluminen e intensifiquen la temperatura el día de hoy.

Me gustan los días calurosos, la ropa fresca y corta, el sol sobre mi piel blanquecina, lentes de sol, y eso significa usar mi Porsche. Al menos no me sentía de mal humor y eso era importante, ya que la mayoría de mi tiempo suelo perder la paciencia lo suficientemente rápido con todo el mundo.

Me desplazo por mi amplia habitación en la casa a las afueras de la ciudad, en un condominio cerrado donde hay pocos vecinos, la seguridad siempre está en alerta y la paz se percibe en el aire. Me dedico a mirar un vestido en una tela fina en color azul pastel, que se ajusta a mis pechos y caerá con delicadeza una falda corta desde mi cintura hasta mis piernas, con un pronunciado escote en mi espalda. No es formal para un día de trabajo, pero soy la jefa, yo elijo lo que quiera para trabajar.

Escucho voces en el pasillo y una risa divertida me hace sonreír mientras paso perfume en mi cuello y muñecas. Es la voz de mi padre, Federico Bennett, es viejo más necio, y cariñoso que alguna vez haya conocido.

— Pequeña hermosa — anuncia su presencia en el umbral de la puerta de mi habitación, con su voz meliflua.

— Dime papá — respondo guardando mis cosas en mi bolso para acercarme a él, mientras su mirada es una total admiración.

— Vamos a llegar tarde a la empresa — informa rodeando mis hombres con su brazo en aquel traje azul marino casual que lleva puesto, deja un casto beso en mi sien, y me hace un ademán para que me dirija al baño.

Hago un movimiento delicado con mi cabeza en asentimiento, y lo sigo por los pasillos mientras la luz de la mañana se filtra por cada ventanal amplio de nuestra casa.

Hace meses me he convertido en la nueva presidenta del grupo hotelero Bennett Company. La marca de hoteles más reconocidas y lujosas de toda América Latina. Y soy una de sus arquitectas más importantes de todo Estados Unidos. Aunque mi padre aún no parece entenderlo, pues, su mente conforme avanza los años se vuelve de poco procesamiento, la edad le está afectando y parece que le es imposible despegarse de la empresa, y dejarme a cargo de forma definitiva. Nuestra relación ha sido muy tierna, siempre hemos sido él y yo desde que tengo memoria, es mi mejor amigo, además de mi padre, me ha cuidado lo suficiente, lo cual mi madre nunca hizo.

Fue mi pareja en todos los bailes de la preparatoria, me regaló mi primer Porsche blanco en la graduación de mi carrera universitaria, y confiaría mi vida en sus manos si fuera necesario. Porque no cualquiera es capaz de aguantar que vea las películas de Disney, pero mi padre lo hace porque sabe que a mí me gustan, igual que a él, aunque le cueste admitirlo por su hombría.

— Voy a darme una ducha papá — anuncio con rapidez, él solo asiente, se da media vuelta, y sale de mi habitación sonriendo.

Demoro alrededor de quince minutos en ducharme y pasar cremas por mi cuerpo, pero este es mi pequeño ritual para empezar un día tranquilo y sin estrés.

Una vez que salgo mi móvil vibra sobre o mesita de noche, pero no me atrevo a tocarlo, termino de colocar mi vestido, mis tacones de tirantes en color blanco. Decido colocar un maquillaje simple, con mi cabello en una coleta alta mirando con rapidez el reloj en mi pared, tomo mi bolso en silencio guardo mi móvil y salgo de mi habitación en dirección hacia la planta inferior.

Veo a mi padre en el vestíbulo conversando con su jefe de seguridad, mientras una de las sirvientes le entrega una dona de chocolate, la cual acepta a gusto mientras sigue conversando con su jefe de seguridad. Me acerco hacia ellos en silencio escuchando su conversación sobre los nuevos miembros de su equipo, e intento quitarle un trozo de dona a mi padre, pero solo la lleva con rapidez hacia su boca de un solo bocado. Lo miro ofendida mientras se le dificulta masticar.

Mas Que Socios ✓1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora