¿Es la preparatoria un infierno? No, porque al menos hay una salida de esa etapa escolar, sea la graduación o la expulsión, ¿pero es algo que en ocasiones te recuerda a un averno personal dónde tus peores inseguridades afloran a raudales?
Eso sí.
Y quizá pocos representen tan bien las dos formas de emerger de tal institución educativa como la de los dos castigados del día en el aula de detenciones del bachillerato de Hopewell High; un lugar alejado un poco del resto de los edificios y salones, que se sentía un poco una especie de tierra de nadie, en un colegio que ya de por sí arrastraba mala fama.
—No debe de ser tan malo —una temerosa rubia se dijo, tratando de convencerse con cada paso que daba en dirección al lugar de detención —. Debe de dar menos miedo que mi madre por lo menos...
Casi podías ver el punto en que la civilización terminaba y comenzaba la barbarie: la pintura de las paredes del largo pasillo que recorría la alumna iba perdiendo resplandor y calidad, y comenzaban a aparecer mensajes escritos cuestionando la sexualidad de algunos profesores, o números de teléfono que prometían llegar a mujeres de dudosa reputación.
—"Para una noche inolvidable, Sarah es formidable" —la estudiante leyó en un apartado de esa muralla, seguido por un número de contacto, rayado con un marcador que se veía tan fuerte, que casi se podía sentir aún el hedor de sus químicos, sorprendida que incluso en un lugar ahí existía espacio para poesía, por breve que fuera.
La limpieza tampoco era el fuerte de esos espacios; la jovencita notó una sensación pegajosa en su calzado en contacto con el suelo, esperando, IMPLORANDO que fuese producto de que alguien tiró soda o pegamento.
Pero distracciones más, distracciones menos, se encontró con su puerta final: la entrada al aula de detenciones, el último paso, uno nuevo, pero lejos de ser deseado.
—¿Disculpe? —la rubia preguntó con timidez—. ¿Profesor Kovacs?
—¿Detención, no es así? —cuestionó el maestro encargado en turno de la hora del castigo —. ¿Nombre?
—Allyson, Allyson Martin.
—Claro, por supuesto —replicó el docente buscando el expediente de la alumna en los papeles de su escritorio —. Y... ¿Martin? ¿Martin, dijo?
—Eh... s-sí.
—¿Es usted algo de Jessica Martin? ¿Una familiar o algo así?
—Ella de hecho es mi hermana... m-mi hermana mayor.
—¿Es su hermana? ¿En serio? ¿Jessica Martin?
—Sí, sí, sé de quién habla, profesor.
—¡¿ESA Jessica Martin?!
—¿Puede tratar de disimular que no está en tremendo shock y que yo no soy tan decepcionante? —Allyson pensó, sin decirlo; se guardó tal respuesta y se limitó a mantener formalidades gustosas—. Sí, esa misma —asintió con una sonrisa tan creíble como teorías locas de TikTok.
—Bueno, puede tomar asiento —indicó el profesor.
Un detalle de entrada sorprendió a la rubia; la enorme vaciedad del aula. La institución de Hopewell tenía fama de no tener los mejores estudiantes precisamente, así que naturalmente, se había mentalizado a ver a más personas ahí dentro.
En su lugar, solo había dos personas en el aula de detención.
—¿Somos todos? —preguntó al maestro.
—Estaba tan sorprendido como usted, señorita Martin —el profesor comentó—. Pero parece que hubo una redada policial hace un par de noches en un club y... bueno, eso podría explicar porque no ve a algunos de los invitados usuales por estos lares.
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Un Club Entre Dos
Teen FictionAllyson es en muchos sentidos una estudiante perfecta, y se espera mucho de ella de parte de su familia y de su escuela. Por eso sorprende a más de uno cuando termina en detención por, para ponerlo en términos sutiles, romperle el hocico a la capita...