37. Ángeles y Demonios

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Fuera de las convenciones de cómics, pocas oportunidades como la de la Noche de Brujas en términos de ver la creatividad de la gente plasmada en sus disfraces: toda la pasión, los detalles, y el esmero en por unos momentos, ponerse en la piel de un ser de otro mundo.

—Entonces... ¿sólo tomaste el leotardo y las medias del traje de conejita y te pusiste unos cuernitos, y ahora eres una diabla? —preguntó Jake, escoltando a Sarah camino a la casa de la familia Novak, aquel sábado por la noche.

—Me da excusa para usar esto —la morena presumió su tridente.

—¿Y para qué usarás eso de todas formas? —el chico inquirió sin entender el punto de aquel objeto—. ¡Oye! ¡Qué atrás no! —exclamó después que Sarah le dejó muy en claro el punto de ese artículo para su disfraz —. ¡Y adelante tampoco, de una vez te lo digo!

—Perdón, solo estaba probando.

—¿Te gustaría que yo te manoseara las nalgas sin siquiera decir agua va?

—Sí.

—¿Eh?

—Digo, no, no: para nada —Sarah corrigió—. ¡Y sigue siendo mejor que tú disfraz! ¿De qué dijiste que era? Solo veo una hoja de papel pegada a tu camisa que dice "Error 404: disfraz no encontrado".

—Es un chiste de computación.

—¿Desde cuándo te volviste experto en computadoras?

—Desde que supe que la red de la escuela era fácil de acceder y se pueden cambiar las calificaciones de los archivos.

—Siempre subestimo tu capacidad de aprender conocimientos complejos en nombres de violar las leyes y las reglas... eso me gusta.

Era difícil no sonreír al ver a Sarah, ya sea por sus ocurrencias, o como le temblaban las rodillas debido a elegir un atuendo tan revelador para un Ontario otoñal, pero el punto es que era una ligereza de espíritu que Jake necesitaba.

Quizá esa noche entera era lo que él necesitaba; alejarse de la mente las frustraciones de no poder tener a una chica que quisiera que lo viera como algo más que "el amigo que consigue la hierba".

(No es que Allyson se lo hubiera pedido... todavía, pero tomando en cuenta lo estresada que la rubia se ha encontrado en los últimos días... puede que le sería de ayuda).

Y conforme pasaban la avenida que separaba la zona de Hopewell, de la del vecindario de los Novak, se hizo evidente los enormes cambios que una simple separación urbana puede representar.

—¿Paredes sin graffiti? ¿Calles limpias? ¿Jardines bien cuidados? —Jake se dijo conforme se adentraba más y más en lo profundo de ese ambiente.

—Lo sé, ¡también pensé que era increíble!

Algunas de esas casas parecían más costosas que la escuela entera, y algunos de los autos aparcados en esas cocheras podrían pagar la colegiatura de cincuenta chicos en Columbia y todavía sobraría algo para el viaje de egresados.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —pensó Sarah.

—¿Que si me robara los espejos de ese Mercedes Benz podría sacar a Allyson de trabajar?

—¿Perdón?

—¡No! ¡Q-quise decir...!

—Mira... comprendo —Sarah comentó armándose de paciencia—, ella no se irá de tu mente, pero al menos por hoy, ¿no podemos disfrutar de la fiesta? ¿Tú y yo, cómo en los viejos tiempos?

—Ay, esos malditos ojos de perrito —Jake señaló—, vale, de acuerdo, trataré de dejar de lado lo de Allyson, mis sentimientos hacía ella, y disfrutar la noche, es decir... no es como si estuviera aquí.

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora