36. Princesa de Clase Trabajadora

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De pronto, y por razones obvias para las partes involucradas, el antojo de hamburguesa de Sarah se desvaneció, así que, fueron mejor por unos tacos, y esperaron al fin del turno de la rubia, cuando el Sol comenzaba su caída hacía el horizonte y cedía su espacio a la Selene orbital.

—¿Y... qué hay de nuevo, Allye? —Jake preguntó en lo que tanto él como Sarah caminaban a discreta distancia de su compañera, una vez saliendo de su empleo, buscando la puerta del centro comercial que la llevara hacía el exterior.

—Paren eso, por favor —la rubia pidió, sin siquiera voltear hacía ellos.

—¿Parar qué cosa?

—Miren, fue mi primer día, y el gerente fue muy gentil en no despedirme ahí mismo por mi pequeño ataque de ansiedad; tuve suerte, no quiero tentarla.

—Si acaso piensas que el trabajar en un lugarucho de hamburguesas es algo de lo cual una se debe sentir, estás en un grave error —intervino Sarah—. Vergüenza los que mal-pagan esos puestos.

—Pero tampoco es algo que me guste presumir o que desee que otros me vean hacer —Allyson reclamó.

—¿Son por los problemas en tu casa, no es así? —Jake preguntó.

—Mi vida no gira solo a los problemas que tengo en casa —contestó la rubia—, ¡también alrededor de los que tengo en la escuela! ¡La vida no puede ponerse peor!

—Vamos, vamos Allye, ¿no crees que exageras? Allá afuera hay guerra, peste, tráfico humano: entiendo que no te encuentres bien, pero decir que "la vida no puede ponerse peor" es justamente tentar a la suerte.

—¡Pues para mí es lo peor hasta ahora! —Allyson exclamó deteniendo su paso de súbito para por fin ver a sus amigos frente a frente—. ¡Es frustrante, es agobiante! ¡Una cosita más y voy a explotar!

—¿Entonces es mal momento para mencionar la mancha que tienes en la blusa? —señaló Sarah.

—¡Carajo! —la quinceañera se lamentó, notando en efecto, la grasa sobre la tela rosa de su prenda—. ¡Era mi favorita!

—No creo que haya sido prudente venir a trabajar a un puesto de comida rápida con blusa de diseñador y tacones altos.

—¡Disculpame por tratar de mantener un poco las apariencias!

—¿No fue eso lo que te ha provocado casi todos los problemas en lo que llevamos del año escolar?

Y Allyson enmudeció; no fue la severidad de tal observación, sino su certeza, como el corte de un cirujano.

—Estoy sonando como una completa niña mimada, ¿verdad? —Allyson reflexionó.

Jake respiró hondo y se quitó su abrigo.

—Si tanta pena te da, puedes cubrirte con esto —le ofreció—, hace frío afuera de todas formas, o bueno... eso escuché.

Con renuencia inicial y enrojecimiento terminal, Allyson aceptó el pequeño favor, y se colocó la prenda de Jake (no sin antes él vaciara de sus bolsillos mercancía por las que él estaba acostumbrado a meterse en problemas, pero sabía que ella no).

—Está calientito —la rubia suspiró—. Solo espero que nadie me reconozca... es... algo duro para mí.

—¡Lo tengo! —exclamó Sarah, con la bolsa de chucherías que consiguió en la tienda de disfraces—. ¡No pasa nada mi reina, déjame hacer mi magia!

Y en segundos, la apariencia de Allyson se vio cubierta por una peluca pelirroja, gafas de sol gigantes, y un cubrebocas: entre esos detalles y el saco de Jake que le quedaba casi como un vestido hasta los muslos, lucía como un personaje mal diseñado de Fortnite, completamente diferente a la delicada belleza que era usualmente.

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora