El domingo no era el favorito de los días para Jake; es decir, una excusa para no levantarse temprano y seguir alejado de la escuela siempre es apreciado, pero también eso significaba que tenía que pasarla en su propio hogar, y eso no se le antojaba en absoluto: los primeros pequeños momentos en los que despertaba en su cama, descansado a pesar de lo abatido y viejo del mueble, en los que no recordaba cuestiones de la escuela, familia, la inseguridad de su barrio o tantas otras dudas respecto hacía dónde se dirigía su vida, eran también los más dulces y disfrutables.
Pero luego, como todo, dichos momentos deben terminar, y la realidad a la que Jake debe dar cara no es una que le ofrezca mucha dicha o placer.
El barrio de Hopewell no era muy elegante, y su familia vivía en una zona aún menos próspera de tal vecindario, e incluso comparándolo con otros hogares humildes del suburbio, la casa de los Zabrocki era un milagro en el que el milagro era que no se había caído a pedazos todavía.
Y aunque no era inusual ver en un hogar de mecánicos las ocasionales manchas en el piso, pero en ese hogar nadie había reparado un auto en años, y nadie se había tomado la molestia en limpiarlo
Ni hablar de la cocina (aunque ese término es generoso): ni leche, ni huevo, quizá algo de pan que es más moho que trigo.
¿Y el padre de Jake? Tan responsable y presente como político en su último año de gestión.
Quizá por eso (o al menos en parte por ello), no era muy hogareño: se trataba de una especie de retorcido círculo vicioso, en el que le importaba un carajo un hogar paupérrimo, así que se aleja de él, y el hogar sigue decayendo, lo que hace que se aleje todavía más (aunque tampoco es el peor círculo y/o vicio en el que se ha encontrado).
—¿Estás ahí? —Jake escribió en un mensaje a Sarah, en lo que él salía de su casa—. ¿Algo aburrida?
—¿Me preguntas si yo estoy aburrida o si el aburrido eres tú y solo quieres ver a alguien? —la morena respondió.
—¿Tú qué crees?
—¿Nos vemos en el Parque Saunders, como siempre?
—En el Parque Saunders, como siempre.
El lugar en cuestión era un área verde cercana, a un par de calles de los hogares de ambos. Nada elegante, no esperen los Campos de Marte o un Central Park, pero proporcionaba un poco de espacio para escapar, aunque sea por poco tiempo y poca distancia, en lo físico y lo mental.
—¿Churro? —Sarah inquirió tan pronto como se encaminó hacía Jake, cerca de una banca de concreto.
—¿Tan temprano? Eso es demasiado hasta para mí.
—CHURRO de comida, Jake —aclaró la jovencita—. Como en, masa frita y azúcar.
—Oh... ¿gracias? —el chico aceptó el bocadillo, y se sentaron en la misma banca.
—¿Vas a vender algo de hierba hoy o...?
—Como dije: es muy temprano, para consumir y para traficar.
—Vaya Jackie, mirate —Sarah asintió y le sonrió—. Estás ganando estándares.
—Bueno, este terreno está empezando a ser competido entre los rusos y los albaneses, y tengo que pensar en cuidar mi cuello, y...
—¿Lo haces por ella, no? —la morena le interrumpió antes que él se comenzara a atragantar con la masa y/o con sus palabras.
—¿Por quién? —preguntó Jake, aunque él sabía muy bien de quién hablaba Sarah.
—La Reina Máxima de Holanda... de Allyson, ¿de quién carajos más?
Jake suspiró.
—Podríamos ser como Romeo y Julieta —sugirió.
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Un Club Entre Dos
Teen FictionAllyson es en muchos sentidos una estudiante perfecta, y se espera mucho de ella de parte de su familia y de su escuela. Por eso sorprende a más de uno cuando termina en detención por, para ponerlo en términos sutiles, romperle el hocico a la capita...