53. Contigo O Sin Ti

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Pocas palabras de madre están tan llenas de amor sin adulterar, como aquellas que se tratan de advertencia y de precaución

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Pocas palabras de madre están tan llenas de amor sin adulterar, como aquellas que se tratan de advertencia y de precaución. Y eso les pasa a muchos, pero en la familia Hoggard, lo que se decía siempre llevaba un mayor peso: el precio de aquello que sabes que algo no solo es una posibilidad, sino una certeza, con el tiempo.

—¿Estás seguro que quieres hacer esto? —la madre, una mujer joven de lentes gruesos y cabello de un tono a medio camino entre un rojizo y un rubio, cuestionó en lo que ayudaba a Will a acomodarse bien su suéter.

—Con más certeza que la muerte misma —Will contestó.

—¡No te atrevas a bromear con eso!

La madre casi sintió el impulso de darle una cachetada, pero no: ella temía que el toque más delicado le fuera a afectar. Lo último que quería, a unos minutos de comenzar el primer día de escuela en la preparatoria Hopewell High, era una cita prematura en el hospital. Y en el caso de ese jovencito, esas podían durar varios días.

—No lo volveré a hacer mamá —Will contestó.

Lo último que deseaba era preocuparla en serio, ¿pero acaso no podía ocasionalmente bromear? ¿Decir algo sin pizca de seriedad?

—Will... el dinero no es un inconveniente, podríamos contratar un tutor privado, como lo hemos hecho durante años —la madre aseveró.

—Mamá, ya soy lo suficientemente grande para saber que el dinero sí es un inconveniente, y los tutores de bachillerato son más caros que los de secundaria.

—Hijo, si me dices que lo haces por el dinero, es...

—No mamá —Will interrumpió—, ya hemos hablado de esto: me la he pasado toda la vida entre enfermeras, doctores, hospitales, cuidados y estudios de todo tipo, pero ya oíste lo que nos dijo el especialista: siempre y cuando no rebase ciertos límites, puedo ir a la escuela, como cualquier otro chico.

—Tú no eres solo cualquier otro chico, hijo: eres... especial.

—Mamá, por favor, tranquila —el rubio le comentó tomando la mano de ella—. Si no es como si me fuera a pasar algo grave, solo quiero... vivir.

—¿Dirás vivir bien, no?

—Sí mamá —Will mintió.

Porque a esas alturas de su joven vida, el vivir bien, el vivir mal, cualquier opción era preferible a todo lo que había vivido con anterioridad. No me refiero, claro, a los cuidados y cariños que encontró en esos brazos maternales constantemente, sino en lo que incumbía a los temas médicos: desde un bebé prematuro, a un niño enfermizo, a un adolescente delicado.

El mayor de sus sueños no era fama, fortuna o poder, sino la simple normalidad que muchos damos por hecho: asistir a una escuela de verdad, no tutores privados, o centros de estudios; una institución educativa cualquiera, con clases, aulas, horarios, laboratorios y tareas.

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