58. Cena Para Necios

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Llegó el día, o más bien, la noche de la verdad, y todos los preparativos estaban listos: el hogar de los Martin se encontraba impecable, perfectamente ordenado, tan limpio como sala de cirugías, y el olor de los alimentos era increíble: la madre de Allyson se había esmerado a sobremanera para que estos fueran perfectos.

Perfectamente ordenados por un servicio de catering, porque cualquier cosa más complicada que un sandwich era como enviar una misión tripulada a Plutón, pero igual involucró un esfuerzo elegir el menú y tomar las órdenes.

Y por si fuera poco, Colleen contaba con refuerzos: ahí se encontraban Malcolm, el ex-esposo, y sabes que tienes todo en contra cuando los divorciados se unen contra un enemigo en común: el noviecito de su hija.

—Me siento tan ridículo —Jake comentó, encaminado por Allyson en esas frías calles del barrio de Hopewell, vistiendo de una forma que a los ojos de la sociedad podría calificarse como "civilizada": traje, corbata, y peinado.

—En realidad, yo creo que te ves tan lindo —la rubia respondió, jugueteando con la mano de su novio—. Como un importante hombre de negocios.

—¿Hombre de negocios? —Jake refunfuñó—. Sarah tenía razón: el complejo de Electra lo tienes fuerte.

—¡YA BASTA CON ESO USTEDES DOS, DEJEN DE MENCIONAR COSAS ASÍ, QUE ME DA ASCO EL PENSARLO! —exclamó Allyson.

—Lo siento, pero más que hombre de negocios creo que luzco más como empleado bancario, y con toda honestidad, estoy más cerca del lado que roban el dinero que de los que lo cuidan.

—¿Ves como si luces como un hombre de negocios? —Allyson reiteró.

—¿Crees que les caeré bien? —Jake preguntó, tras sonreírle por un par de segundos. 

—No —se sinceró la rubia.

—Vaya... te doy puntos por la honestidad, no lo voy a negar.

—Pero debes entender Jake, que si les cayeras bien, a mí no me gustarías.

Se detuvieron, se tomaron de la mano, y se miraron profundamente a los ojos, silentes por varios segundos, sin mayor comunicación que el compartir sus sonrisas. Por un momento, no hubo sueños, no hubo futuros, ni tampoco pasados en realidad. No existían familiares, no existía la escuela ni sus pendientes o profesores, ni países ni gobiernos.

Todo su mundo, era el otro, y si el tiempo se congelara ahí, congelados y felices quedarían para toda la eternidad.

Pero al fin y al cabo, ni la eternidad del corazón es eterna realmente.

—Déjame ayudarte con... algo —murmuró Allyson buscando la corbata y tratando de acomodarla.

—Esto es casi como si me estuvieras arreglando para ir al trabajo por las mañanas.

Allyson se detuvo, sonrojada a más no poder; de pronto, en su mente, sí había un futuro.

Que el futuro trajera algo provechoso o positivo, pues eso es un asunto diferente, pero un futuro al fin.

—¿Listo, Jake? —preguntó Allyson, lado a lado, juntos, frente a las puertas del infierno (también conocido como la entrada a la casa Martin).

—Sí.

—Estás mintiendo.

—Sí, pero no soy de los que corren —Jake reiteró.

—¿Y cuándo suenan las patrullas?

—...eso es diferente —aclaró el muchacho—. Y si tuviera que huir, te tomaría en mis manos.

—Es gracioso —la rubia, con mejillas coloradas, meditó—, porque lo único que tienes en tus manos en este momento es mi cu–

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