15. No Todos Los Abuelos Deberían De Ser Eternos

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El dolor es algo difícil de medir porque no existe forma alguna conocida en la cual uno pueda ponerse en el lugar del otro y sentir e informar con precisión el grado por el que uno lo está pasando.

Tampoco ayuda al misterio de este elemento desagradable pero recurrente en la vida de todo ser humano el que hay muchos factores que pueden influir en ello: el género, la cultura, incluso los fetiches y gustos de cada persona.

Habiendo dicho eso, Allyson, como una chica de pobre coordinación y capacidad motriz, conocía el dolor físico, y como una adolescente en cuyos hombros caen muchas y a veces poco realistas expectativas de una madre demandante, también conocía el dolor emocional.

Pero leer los borradores de letras de un músico era una experiencia como pocas.

¿Qué tal poco placentera?

—¿Qué clase de persona rima "amor" con "tractor"? —la rubia se preguntó, pasmada de dicha decisión creativa, expuesta, desnuda frente a sus ojos, incapaces de alejarse del archivo de texto que veía en la pantalla de su teléfono, esa mañana de domingo.

Un día que además, le sería un poco más atareado del normal, y es que no es como si la familia Martin fuera especialmente apegada a la religión, o inclusive que le otorgaran mucho tiempo para pensar en ello (Allyson comentó que su fe era "vagamente luterana" cuando tuvo que participar en un evento de multiculturalismo a los ocho años), pero además de la llegada de Jessica, tenían que contar con la presencia de una miembro más del clan.

—¿Ya estás lista, Allye? —preguntó la madre tras tocar un par de veces en la puerta aquella mañana.

—Sí mamá —respondió.

—Bien, muy bien —la señora Martin se acercó y acomodó un poco el listón en el cabello de su hija—. Solamente un pequeño detalle y...

—Mamá, ¿esto es necesario? —inquirió Allyson—. Ya no soy una niñita pequeña.

—Sé que quizá estoy exagerando —se sinceró tras acabar de acomodar la prenda entre manos—, pero es que este domingo es especial, así que quiero que nos veamos lo mejor posible para ir a la iglesia.

—¿Iglesia? ¿Cuándo vamos a eso? No vamos ni en Navidad —recordó—. Lo más cristiano que hacemos durante esa fecha es ver ese especial de caricatura viejito del niño y el burro que resulta ser el que lleva a Belén a la Virgen Maria.

—Lo sé, pero este es un fin de semana especial...

—¿Es por la abuela Krista, verdad? —Allyson sugirió, notando que de la frente de su madre, una cascada podría surgir en cualquier momento del sudor que se le empezaba a notar en esa pálida piel suya.

—Mira: no es fácil, pero escuchó que Jessica había vuelto a la ciudad, y quería ver a sus dos nietas favoritas.

—Somos sus únicas nietas, mamá.

—¡Siguen siendo sus favoritas a pesar de ese insignificante detalle, querida Allyson!

—¿No podríamos vernos en un restaurante o algo así?

—Se lo sugerí pero ya conoces a tu abuela: ella es un tanto más tradicional en algunos asuntos.

—¿Tradicional? Estás siendo muy generosa.

—Ya, mira: luego hablaremos al respecto, solo te pido este domingo —la madre, cansada de argumentar y defenderse, le dijo a su hija, tomándola de los hombros—. Paciencia, solo eso, además... ella no es tan mala...

—Mamá, ¿hueles a alcohol? ¿Bebiste?

—¡Solo un poco para poder aguantar el día!

—¿Un domingo por la mañana?

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora