Por algo se dice "mala hierba nunca muere", y en el caso de la familia Martin, la mala hierba en cuestión se trataba de la abuela Krista, la cual por alguna razón parecía tener la imperiosa necesidad de hacerse más presente en la vida de Allyson, y peor aún: Colleen parecía insistir en apoyar tal idea.
¿Cómo? Bueno, para empezar, el tener que compartir una cena en un restaurante de comida rústica en un día entre semana, con toda la logística que eso conlleva, y con eso, quiero decir, vestirse, sonreír y tratar de controlar el impulso de salir corriendo de ahí, huir del país y unirse a un circo para ganarse la vida.
De entrada, el lugar daba una vibra extraña: si hacía la matemática, Allyson estaba segura que la edad promedio del lugar era de personas que vivieron una adolescencia sin conocer los colores en la televisión, y olía como una mezcla de fármacos que se usan en un hospital, fármacos que se usan en una funeraria, y productos de limpieza baratos que apenas podían disimular y cubrir el hedor.
—Mamá, es entre semana —la adolescente susurró al oído de Colleen en lo que ocupaban su mesa—, ¿realmente es necesario esto?
—Sé que la abuela no es muy agradable, pero... pero creo que deberíamos de tratar de ser más unidas con ella.
—Si intentamos eso, pronto empezaremos a hacer el saludo romano e invocar el nombre de dictadores alemanes.
—Mira —Colleen, soltando algo de aire de su garganta, dijo con entonación de resignado cansancio—, estoy a plena consciencia que tu abuela no es tu persona favorita.
—Hay criminales de guerra esperando juicio en La Haya con los que preferiría pasar la hora del té —aseveró la hija.
—Eso lo entiendo... probablemente de haber sido por un par de elecciones aquí y allá, la abuela no hubiera quedado tan lejos de ese destino.
—¿Perdón mamá?
—PERO DEJEMOS ESO DE LADO —Colleen intentó distraer de sus palabras previas—, mira, sé que es muy áspera, puede ser dura, intransigente, y tener opiniones controversiales, pero al final del día, sigue siendo familia, y a veces hay que poner una buena cara en nombre de tratar de aproximarnos entre nosotros.
—¿Pero que hay de...?
—Excepto si el familiar es un abusador de mierda —la madre se apresuró a dejar en claro—, en ese caso, aplástale los testículos con los tacones y ven a hablar conmigo para que encerremos al jodido bastardo.
Allyson asintió; era bueno saber que por lo menos existían algunos límites.
—De todas formas, mamá —la adolescente tomó la palabra—, ¿existe una razón en especial para esta reunión?
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, conoces el dicho: "piensa mal y acertarás".
—¿De dónde oíste eso? Jamás lo he dicho en mi casa.
—De... la abuela Krista.
—¿Ves? ¡Y decías que no se puede aprender cosa alguna de ella?
La gimnasia mental por la cual la mente de Colleen trató de hacer pasar tal detalle como algo positivo pondría en vergüenza a Nadia Comaneci, pero no encontraron mucho tiempo más para discutir sobre la ética acerca de qué hacer con las lecciones de personajes problemáticos, porque el personaje problemático justo había llegado al restaurante.
—¡Mamá! —Colleen la congratuló y le abrazó al verla acercarse a la mesa—. ¿Cómo te encuentras?
—Muy bien hija, muy bien, dentro de lo que cabe —Krista replicó.
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Un Club Entre Dos
Teen FictionAllyson es en muchos sentidos una estudiante perfecta, y se espera mucho de ella de parte de su familia y de su escuela. Por eso sorprende a más de uno cuando termina en detención por, para ponerlo en términos sutiles, romperle el hocico a la capita...