55. La Dura Irrealidad

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Existen frases temidas, como "el tumor es inoperable", "no salga de su hogar si no es necesario", o "se le invita a ponerse al corriente con sus obligaciones fiscales". En algún lugar de esa escala, salen cuatro simples palabras que pueden marcar el principio del fin de una relación.

—Mis papás quieren conocerte —Allyson exclamó, saliendo de la mano de Jake una tarde después de clases.

—¿Cómo dices? Creo que debo de andar resfriado porque siento que no te escuché bien.

—Mis papás insisten que quieren conocerte, y me dijeron que desean que cenes con nosotros en la casa.

—Vale, eso es... un poco inesperado —Jake aclaró su garganta.

—Vamos —la rubia insistió—. ¿No eres de esos chicos que temen conocer a los suegros, no es así?

—¿Estás segura que no me puedes decir mejor que me reclutaron y me enviaran a alguna guerra en Medio Oriente?

—¿Prefieres morir en un desierto al otro lado del planeta antes de tener que ver a mis padres?

—Pues...

—Jake, ¿de hecho lo estás pensando?

—¡Oye! ¡Uno no debe de precipitarse! ¡Hay que sopesar todas las opciones! ¡Los pros y los contras!

—¡Jake! —Allyson alzó su voz.

—Vale, vale, me queda claro que esto es importante para ti —Jake asintió, tratando de asimilar la realidad—, es solo...

—¿Qué?

—Tengo problemas con las figuras de autoridad.

—¿Jake Zabrocki, y problemas con las figuras de autoridad, en una sola oración? ¡Jamás de los jamases lo hubiera imaginado!

—¡Oh! ¡Sarcasmo rubia! ¡Qué original!

—Jake, no estoy pidiendo la Luna, solo que vengas conmigo —Allyson explicó—. ¿Crees acaso que a mí me emociona esto? Siento que será un maldito juicio, pero siempre haciendo preguntas incómodas.

—Oh, rubia, creéme: eso lo comprendo —Jake mostró empatía—, te hacen sentir como si estuvieras otra vez en una jodida oficina de lo familiar. "Jake, hijo, ¿dónde enterró tu madre el cuchillo?", "Jake, ¿ella te pidió que limpiaras la sangre?", "Jake, tú eres menor, no te vas a meter en problemas si cooperas con nosotros y nos dices la verdad".

—¿Por qué siento que sin querer puse pie en un campo minado?

—¿No la encontraste por mi casa, verdad? —Jake inquirió, a sabiendas que era un absurdo, pero quería corroborar que no fuera más que lenguaje retórico.

—No estaría viva si es que de hecho hubiera hallado una, y hasta dónde yo recuerdo, todavía no he visto tu casa... eh, ¿si tienes casa, verdad?

—¿Quieres venir a conocerla? Aunque te advierto: si vas a venir, te recomiendo venir con guantes; a veces nos visitan detectives, y a esos metiches siempre les gusta tomar huellas.

—No —replicó Allyson—, y no por lo que crees: no es la autoridad la que temo, sino que cuando un chica invita a un chico a su casa, casi siempre es por formalidad: que conozca a los padres, por ejemplo. Pero cuando un chico invita a su chica a su casa, es porque quiere que tengan sexo.

—¿¡Yo!? —Jake se indignó por haber sido descubierto—. ¿¡C-cómo puedes asumir eso!?

—Tus manos en mis glúteos son un buen indicador...

—¿En serio? —el chico contestó apenado, pero no lo suficiente para retirar su toque del de la piel de la rubia—. Es solo, un problemita que tengo, yo era de los niños que cuando iban a los museos en las expediciones tenía que tocar sí o sí las grandes obras de arte y... sí, sí, creo que tú cuentas como una.

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