38. Cuando El Destino Nos Golpea

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Todas las miradas se centraron en la pareja de Ryan y Heather, luciendo sus mejores galas para la noche, tan hermosos como estrellas de cine de un tiempo de mayor glamour que el presente, y en admiración quedó la mayoría de los presentes, implorando más atención de la anfitriona.

—¡Qué hable! ¡Qué hable! —repitieron en varias ocasiones algunas de las chicas presentes.

—¡Oh, no podría! —Heather se dirigió a sus invitados con modestia tan autentica como la de televangelista pidiendo perdón a su congregación después de que se le descubriera un romance homosexual—. ¡Bueno, si insisten! —agregó, sacando de imprevisto (pero no de enorme sorpresa) un micrófono personal, tan rosado y con tantas incrustaciones de diamantes, que hasta María Antonieta lo criticaría por ser demasiado ostentoso.

Se dirigió con palabras más, palabras menos, cualquiera que no le besara los pies podía ver a través de esa fachada de armoniosa y ladina piedad fraudulenta, pero aunque la gran mayoría de los que acudieron a esa cita le daban coba de una forma u otra, —a veces por admiración sincera y el deseo de ser como ella, a veces por temor a las represalias de no estar del lado correcto de la chica más influyente y popular del colegio—, un pequeño grupo mantenía una distancia discreta.

En el caso de una cierta rubia, era porque ninguna casa de lujo con piscina, sauna, o pantalla plana del tamaño de una pared podía derribar su sentido de dignidad.

Sí, con todo y con un leotardo que le incomodaba tanto como grano en esa zona entre el labio y la piel del resto de la cara.

—A la próxima, busco uno que sí sea mi talla —se dijo Allyson.

—¿Es un dolor de cabeza, no? —Will interrogó.

—Oh, ¡ojalá fuera un dolor de cabeza! ¡Voy a terminar con las posaderas todas marcadas pero sin haberme divertido con alguien en el proceso!

—...me refiero, a tu forma de ver a ese chico Jake.

—Mi vida no gira alrededor de los chicos —Allyson argumentó tras un trago más a su ponche—, pero... algo tienes de verdad.

—¿Te gusta, no es así?

—¿Jake?

—Sí.

Allyson posó su atención en ese chico, todavía mirando al cielo nocturno desde la terraza de los Novak.

—¿Jake-Jake? ¿Jake Zabrocki? —la rubia buscó confirmación de que hablaran del mismo muchacho—. ¿Estás delirando?

—¿Yo estoy delirando? —Will cuestionó—. ¿El tipo se apellida "Zabrocki"? ¿Le pusieron nombre a su familia aventando piezas de scrabble al aire y ver cuáles letras se acomodaron al caer?

—Sí, es raro —concordó la quinceañera—, pero, ¿no suena bonito con "Allyson"? Allyson Zabrocki suena como algo con personalidad y fuerza.

—¿Te estás imaginando poniéndote su apellido?

—¡Ay, pero qué tarugada estoy diciendo! —se lamentó Allyson, con coloradas mejillas, al recapacitar lo que recién un par de segundos atrás sugirió—. No me hagas tanto caso, es solo que... ¿le pusieron piquete al ponche no?

—Por el aroma me imagino que en efecto, así fue —Will comentó, tras pasar su nariz en su respectivo vaso—, pero es una cantidad muy diminuta, pequeña, que solo afectaría a alguien tan poco acostumbrada al alcohol que la ración más reducida bastaría para alterar su percepción de la realidad y sentido de la inhibición que...

—¿Cómo se sentirá que te besen?

—¿Disculpa, Allyson? ¿Qué acabas de decir?

—Un primer beso romántico, ¿cómo se sentirá?

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora